La visita del Papa y el opinar que no cesa
La cercana fecha en la que el Papa Francisco, primer pontífice nacido en el continente americano, arribará a tierras chiapanecas está dando mucho juego a las reflexiones y, con seguridad, seguirán apareciendo antes y con posterioridad a su visita. En tal sentido leí hace unos días, en estas mismas páginas, las opiniones vertidas por Luis Bolaños, difíciles de no compartir, sin embargo al leerlas asumí que esta llegada del dignatario católico permite el debate y la discusión tanto del pasado nacional como de su presente.
Si algo caracterizó al país en el siglo XIX, y lo diferencia de muchos otros que logran la independencia en fechas similares, es su laicidad en la construcción de las instituciones políticas. Pocas constituciones marcaron con tanta claridad como la mexicana, al menos desde el juarismo, la separación entre la Iglesia y el Estado. Las cartas magnas hacían suya la doctrina de las dos espadas que, con largo aliento histórico, se cumple con mayor certeza al asentarse el liberalismo como doctrina política en el poder. Es decir, se diferenciaba de manera radical el poder espiritual y el terrenal. Este último decidido por los seres humanos ejerciendo funciones políticas mientras que, el primero, deja en manos de los jerarcas religiosos, imposibilitados en teoría para intervenir en la res pública, la vida espiritual de sus feligreses. Tan a la letra se llevó esa separación en el periodo posrevolucionario que condujo, incluso, a los excesos anticlericales tanto desde la opinión pública como a través de las medidas legislativas tomadas. Ello no impide cerrar los ojos y reconocer que mucha de la población nacional profesa una fe religiosa, aunque no necesariamente sea católica, y Chiapas es un claro ejemplo.
Por desgracia, puesto que no puedo considerarlo de otra forma, cada vez los mandatarios mexicanos han puesto en entredicho esta tradición política que significaba un respeto para todos los ciudadanos, cualquiera que fuera su adscripción religiosa, y dotaba, se supone, de independencia a las instituciones en su actuar. Sea por ignorancia, o por demasiada fe como la de Vicente Fox, lo que hemos vivido y ahora se repite con la visita papal es un lamentable espectáculo que pone en entredicho años de laicidad y separación de poderes, de espadas.
Los políticos que juran las constituciones y el respeto a las leyes, cosa que muchos connacionales dudan que cumplan y con razón, se olvidan que desde el marco legal mexicano el Papa Francisco es, simplemente, un jefe de Estado, el máximo mandatario de El Vaticano. Estado independiente a todos los efectos, a pesar de encontrarse ubicado geográficamente en la capital de Italia. Como políticos que representan a su país deberían recatar sus impulsos y sus creencias puesto que para eso pueden visitar al pontífice como lo hacen otros dirigentes políticos de distintos países o ir, al modo de los creyentes, a la plaza de San Pedro, entre la columnata de Bernini, a recrear sus sentidos y su fe.
No sé si ya lo he dicho alguna vez, pero lo puedo repetir sin empacho, la ignorancia no anda en burro, y nuestros políticos están sobrados de ella. Respeto para un dignatario extranjero sí, sumisión ni por ser Cuaresma, que ya habrá iniciado cuando llegue el Papa Francisco. A lo mejor, y sólo cabe lanzarlo como hipótesis, son tantos sus “pecados” que piensan lograr una indulgencia eterna gracias a su actuar. Mejor citémonos en el infierno!!!
para lograr entender este tema (politico-religioso) me agrada el libro El Gran Conflicto por Elena G Whitte, el libro mas odiado por el sistema papal