En la red, reenviar con responsabilidad
Cuan susceptibles somos a participar en la «viralización» de eventos trágicos o de otro tipo, sin detenernos a pensar que lo viral tiene una connotación enfermiza y que los niveles de ansiedad que se disparan son tan irreflexivos, que se termina valorando más la primicia y prontitud por encima de la veracidad y objetividad.
Seguramente desconocemos u olvidamos, o de plano pasamos por alto, que somos parte del tejido de una red en la cual somos interdependientes; lo que hacemos o dejamos de hacer repercute en cadena sobre todos los que se conectan a la misma.
Lo importante es saber que al replicar información trágica o de otro tipo, el resultado desencadena una dinámica ascendente y desproporcionada y entre más se aleja del origen tiende a dar lugar a la distorsión.
¿Quién medita antes de replicar un mensaje, en el hecho de que su credibilidad y nivel de confiabilidad, y por lo tanto responsabilidad, van implícitos en cada acción ejecutada en esta red que tanto nos atrae y tanto nos atrapa?
En realidad ponderamos más la ganancia en popularidad, likes o seguidores, sin reflexionar en lo que esto puede hacerle a nuestra reputación, total lo que importa es acrecentar el protagonismo porque, lamentablemente, mucha de nuestra autoestima cibernética se alimenta de estás dinámicas de reciprocidad y prontitud informativa.
Lo grave de este fenómeno es que si no entendemos que la calidad de los ciudadanos es directamente proporcional con su nivel de credibilidad y congruencia, jamás saldremos de este moderno oscurantismo, de esta época donde los sucesos se disfrutan y se sufren a través de una pantalla. Es una pena que pretendamos ser capaces de ver, sacar conclusiones y opinar en menos de 20 segundos (tiempo promedio que nos lleva revisar y contestar una publicación).
Es tiempo de darles a las redes sociales y el internet su justa dimensión, entender que nos permiten la maravillosa oportunidad de enterarnos en tiempo real de los sucesos más relevantes o irrelevantes para informarnos de manera introductoria. Sí, pero esto no debe ser sobre valorado, los datos recibidos son indicios que no aportan, entendámoslo, los elementos necesarios para que repliquemos la información como verdad absoluta.
Cabe preguntarse:
¿Somos realmente una sociedad más informada?
¿El ejercicio de la libertad de expresión implica el ejercicio de ocasionar probable desinformación por replicar con irresponsabilidad?
Expresarnos es un derecho fundamental y es parte de un comportamiento humano indispensable, la comunicación nos permite interactuar entre personas, grupos o naciones y su función es determinante para la conservación de nuestra especie y su urdimbre social.
Con esta perspectiva de compartir solo lo confiable, revisemos, ahondemos, confirmemos, pensémoslo, dos, o las veces que sea necesario, antes de utilizar la función de enviar. Hagamos el esfuerzo de investigar y procesar la información y comunicar con responsabilidad.
Colaboremos así con la construcción de un tejido social sólido, basado en valores y no en juicios endebles, superficiales y frívolos por el afán compulsivo de reenviar sin constatar.
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