Economía, salud y epidemias modernas
En materia personal y también a nivel nacional -es decir de administración y gasto público- la salud siempre tiene un impacto bastante alto.
En realidad dinero y salud son dos conceptos relacionados.
Si eres joven y sano; no gastas buscando mejorar tu salud; si estás enfermo gastas tus ingresos y tus ahorros buscando la salud que la enfermedad te arrebató e incluso; también existen personas que gastan dinero buscando la salud sin estar enfermos, por placer de ejercitarse o por temor de enfermarse.
A nivel institucional, los países gastan dinero público en la construcción de hospitales, en la infraestructura de salud, en la promoción de la cultura de prevención y el combate a enfermedades transmisibles y no transmisibles.
También dedican esfuerzos a formar profesionales de la salud desde distintos ámbitos; doctores, enfermeras, investigadores médicos, administradores de hospitales y otras ramas que fortalecen la función de procurar salud.
Además, existe también la iniciativa privada que atiende a todo aquel que puede costearse un tratamiento médico privado y que puede incluso preparar recursos humanos para esta tarea.
Las organizaciones sin fines de lucro también son actores importantes del sector salud.
Por esa relación con el dinero; la economía estudia a la salud y todos los aspectos relacionados con ella.
Su estudio -desde el punto de vista económico- tiene varios perfiles y diferentes perspectivas de abordarse; por ejemplo analizando las barreras de entrada (en estudios de competitividad, las barreras de entrada son los obstáculos que hacen difícil que un agente entre a competir con otros en dicho mercado) que lo hacen un sector bastante especializado porque necesita licencias, permisos, concesiones, recursos humanos especializados y un largo etcétera. Desde ese punto de vista, la medicina y la salud en México es un mercado con altas barreras de entrada porque su especialización lo hace tener pocos jugadores y por lo tanto tiene altos márgenes de beneficio cuando se trata del sector privado; y altos costos cuando se trata del sector público por los altos costos de las nóminas y el mantenimiento de hospitales.
Para los economistas, la salud es también un objeto de estudio porque la incertidumbre acompaña siempre a este sector, es decir; si estamos de acuerdo que “información es poder”; en el sector salud la información es asimétrica porque quien la maneja es el médico, pero quien paga es el paciente.
Esa asimetría provoca también lo que en economía se llama “el riesgo moral”, que se refiere al evento que se produce cuando una persona tiene el incentivo de comportarse inapropiadamente (en este caso el doctor), porque la otra persona (el paciente) desconoce completamente la información que maneja quien lo atiende.
¿Cuántos casos de negligencia médica conocemos?
Incluso, la salud es un medio en donde se puede producir con facilidad lo que en economía se conoce como los “incentivos perversos”, es decir, un efecto no deseado de una acción o decisión.
El término tiene como ejemplo más socorrido el caso de la ocupación francesa en Hanoi; cuando las autoridades pagaban a los nativos por cada cola de rata que les entregaban; la idea era exterminar a las ratas, pero por el dinero (es decir el incentivo) las personas terminaron criando ratas, en consecuencia la plaga no se terminó con la primer medida y acabar con ella costo mucho más dinero que el planeado.
Entre los -todavía pocos- economistas que estudian lo que ya se conoce como la economía de la salud; el consenso es que un tratamiento médico –que puede curar al paciente y aparte de ser caro en términos monetarios- no alienta la cultura de la prevención, contribuye a la ignorancia del paciente. Es decir a pesar de ser un tratamiento exitoso, un tratamiento médico puede ser también en términos económicos para el paciente y para el sistema de salud, un “incentivo perverso”.
También a nivel macroeconómico el estudio de la salud por parte de la ciencia económica es básico; se apoya en el modelo de “teoría de juegos” tan socorrido por el sistema neoliberal; aquí es donde permea el fenómeno conocido como el “dilema del buen samaritano” que se refiere al sistema de pensiones; cuando esta se garantiza, se redice el incentivo que la población tiene para ahorrar. Si el sistema es generoso, debilita el ahorro nacional; si por el contrario no lo es, los ancianos estarán condenados a la pobreza porque además las expectativas de vida continúan aumentando.
En otras palabras; si se reducen las tasas de mortalidad en áreas en las cuales existe un desempleo o desocupación importante, la pobreza total se agravará.
Aun así el gasto público en salud es esencial para la accesibilidad y la sostenibilidad de los servicios y programas de atención de salud y el uso óptimo de los recursos es básico para la atención de las enfermedades y la promoción de la salud.
O sea que es un sector que combina decisiones privadas y decisiones administrativas.
Pero parte de esencial de los estudios de economía y salud deben de referirse a las disciplinas de la nutrición. Ahí es donde se debe de evaluar el impacto de la dieta en la prevención de enfermedades; porque hay un impacto financiero en las personas, las familias, la comunidad y también en el país.
De hecho el mundo sufre una suerte de epidemia de obesidad que cada vez es más alarmante. Hay datos que hablan de un crecimiento que ha duplicado el número de obesos que había en el mundo desde hace 30 años.
Este crecimiento es un signo de la modernidad en donde el acceso y disponibilidad de alimentos ha aumentado en los países denominados en vías de desarrollo.
México tiene uno de los primeros lugares mundiales en obesidad, en donde el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares para millones de mexicanos es mayúsculo. Aun así con estos peligros de salud, somos catalogados como un país de ciudadanos felices.
En nuestro país, el 73 por ciento de los adultos y el 35 por ciento de los niños y adolescentes tienen sobrepeso u obesidad, o sea en total 60.6 millones de personas o el 52 por ciento de los mexicanos sufrimos de esta condición.
Es decir hay efectos negativos a nivel personal. Pero no solo eso; también los riesgos son a nivel nacional. Y es que los mexicanos no somos obesos porque nadamos en abundancia de comida y tenemos de donde escoger.
En realidad somos obesos, como consecuencia de nuestra pobreza. El mexicano es obeso porque come mal y por si fuera poco; no tiene el dinero suficiente para comer bien y además es presa del bombardeo diario de las empresas que ofrecen alimentos chatarra en todos lados.
Esto hace que los efectos negativos de nuestra mal nutrición, sean también a nivel nacional.
Datos aportados por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) afirman que en el 2012, la obesidad y sus complicaciones, arrojaron gastos por el orden de los 85 mil millones de pesos; ese mismo estudio, afirma que -al menos en México- es 21 veces más barato prevenir una enfermedad que curarla
Peor aún, otro de los problemas es que en México, según datos del INEGI; hay poca disponibilidad de nutriólogos; solamente 2.4 especialistas por cada mil mexicanos. El saldo negativo en la disponibilidad de este tipo de especialistas es impresionante, puesto que en el país hay más de 60 millones de obesos.
Gran parte del problema tiene que ver como ya expusimos; en asuntos económicos, con la ciencia económica se puede explicar la falta de información de los ciudadanos, el costo de oportunidad de atenderse o enfermarse.
Al final de cuentas todo queda en decisiones personales y que también tienen que tomarse en familia porque a nivel institucional; -es decir gubernamental- las decisiones importantes estarán dejándose cada vez más a las familias y el Estado, estará perdiendo influencia en las decisiones sociales.
Cheque nada más el estado que guardan los hospitales públicos, los problemas de abasto de medicinas, la burocratización del sistema de pensiones y de seguridad social.
Es cierto que lo mejor es prevenir. Pero en ese aspecto, el Estado ha dejado solos a los ciudadanos. Pero al final de cuentas, México entero y sus ciudadanos pagaremos el costo de no atender esta epidemia de obesidad que nos azota.
Necesitamos más médicos comprometidos con el ejercicio de su función, más nutriólogos, más economistas dedicados a los temas de la salud; es decir a nuestras universidades más comprometidas con la formación de este tipo de recursos humanos y un gobierno comprometido y decidido a erradicar esta epidemia.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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