Definición de pregón

Imagen: scriboeditorial.com

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¿Vieron lo que hace una simple letra? Hay un mundo de diferencia entre fregón y pregón. Aquél es molestoso, éste puede ser como el canto de un cenzontle, siempre y cuando el pregonero sea afectuoso con el aire.

El diccionario dice que pregón es la “divulgación que se hace en voz alta de un hecho, noticia, aviso, etc.”. El término más conocido es el que está contenido en el etcétera y que es el grito luminoso que lanzan los pregoneros a los cuatro vientos. En México reconocemos al pregonero en la persona de ese individuo que camina todas las calles de los pueblos ofreciendo o demandando una mercancía. Los pregoneros ofrecen ¡Tamales de elote, tamales!, o ¡Se compra fierro viejo! Los pregones aparecen durante la mañana. Son pocos los pregoneros que lancen pregones en la madrugada. En la literatura mexicana es inolvidable el personaje de Carlos Fuentes que, a mitad de la noche, en las calles del centro de la Ciudad de México, gritaba: “Vendo sueños, sueños sin alquitrán”. Siempre he pensado que es un personaje prodigioso. Imagino que una mujer en pijama, a la hora que se dispone a apagar la lámpara de buró, escucha los gritos de un hombre, que dice: “Vendo sueños, sueños sin alquitrán”. La mujer apaga la luz, pero, en lugar de acostarse, se pone las pantuflas y camina hacia la ventana, corre tantito la cortina y ve al hombre que, a mitad de la calle, camina y grita: “Vendo sueños, sueños sin alquitrán”. ¿Qué sucedería si ella se cubriera con una bata, abriera la ventana, se inclinara sobre el dintel y preguntara a cómo, a cómo los sueños sin alquitrán? ¿Cuánto vale un sueño común y corriente? ¿Qué de especial tienen los sueños sin alquitrán? Se supone que el alquitrán es una sustancia flamable, por lo tanto los sueños que están libres de tal sustancia no deben arder, deben permanecer inalterados, casi secos. Cuando la mujer se enterara de estas características, además de sorprenderse ante el precio de cada sueño, cerraría la ventana, ya casi molesta, porque ella deseaba tanto que alguien le ofreciera un sueño húmedo, un sueño abrasador, quemante. ¿Para qué -diría ella- quiero yo un sueño que sea como una nube que, en cuanto llueve, se diluye, se vuelve polvo, nada? Los sueños deberían durar para siempre, ser de una consistencia tal que fueran infinitos, como si estuviesen hechos de polvo de estrellas.

Los pregoneros alimentan el espíritu de los citadinos. A veces, cuando alguien lee deja tantito el libro sobre la mesa de noche, porque alguien, allá afuera, ofrece: “Vendo alegrías, alegrías de a peso”. En otras ocasiones, la mujer que prepara los hot cakes porque ya los niños terminaron la tarea y se disponen a cenar, deja la miel sobre la mesa, porque escucha al pregonero que ofrece: “Pensamientos, compre pensamientos”. Ella cierra tantito los ojos y recuerda el jardín de su casa de infancia y recuerda el sendero bordeado por pensamientos que iba de la puerta de calle a la puerta de entrada de su casa de madera.

Los pregones son como oraciones dedicadas al Dios de la Vida. Los pregoneros de este país ofrecen alegrías y pensamientos. A veces, las personas abren las ventanas, sacan las cabezas y quisieran comprar algo de esa mercancía, pero recuerdan que no es buen negocio comprar alegría cuando las monedas, tan escasas, deben irse; recuerdan que los pensamientos se marchitan, por la falta de agua.

¿Qué es un pregón? Es una oración que se desinfla en cuanto asciende. La palabra, siempre, es algo que se evapora en cuanto es pronunciada. ¿En qué espíritu queda impresa?

 

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