Definición de noticia
Así apareció en el diario, a ocho columnas, y fue la noticia del día: “Definición de noticia”. Durante siglos la propia noticia nunca había sido noticia, hasta el día de ayer en que el soberano del reino, en una conferencia de líderes mundiales, respondió la pregunta que le hizo un periodista de Eslovenia: ¿Podría usted definir la noticia? Cuando el periodista lanzó la pregunta se hizo un gran silencio en la sala, el cuestionador vio a toda la audiencia, jaló la silla de metal (este ruido rompió con el silencio) y se sentó en espera de la respuesta. Los demás compañeros periodistas habían lanzado preguntas en torno al tema central de la conferencia: “El desarrollo sustentable de los pueblos insustentables”.
La reportera del “New York Times” se acercó al corresponsal de “The Tribune”, hizo un comentario en voz baja y este último tuvo un ataque de risa que tuvo que contener con ambas manos. ¿Cómo el esloveno se atrevía a lanzar una pregunta tan fuera de lugar? ¿A qué venía esa pregunta? Que se supiera, el soberano del reino jamás había ejercido algún oficio relacionado con el periodismo. ¿Para qué preguntarle la definición de noticia? Es más, ¿quién se atreve a dar una definición más o menos precisa de un concepto tan evasivo? ¿Qué es una noticia, en términos estrictos? Juan Neponte, en el libro “Diez píldoras periodísticas”, en el apartado correspondiente a la noticia dice que la noticia deja de serlo en el mismo instante en que termina el suceso, como dirían los clásicos: “todo lo demás es historia”.
Conforme avanza el desarrollo tecnológico, la teoría de Neponte parece tener más sustento. Lo que aparece al día siguiente en un periódico ha dejado de ser noticia, pues las redes sociales, por ejemplo, aventajan en instantaneidad al ahora ya caduco medio impreso.
Cuando el periodista lanzó la pregunta, el soberano (quien estaba sentado justo al centro de la mesa de honor, por ser el anfitrión de la conferencia) volvió la mirada y buscó a su ministro de comunicación, pero un segundo después pareció relajarse, colocó ambos brazos sobre la mesa, con la mano derecha compuso el arco del micrófono, carraspeó y dijo: “Es una interrogante interesante. Una interrogante que tiene sustento en la libertad de expresión que se manifiesta en nuestros pueblos y que queda confirmada en este espacio. Esta mañana, en el desayuno que mi reino ofreció a nuestros distinguidos invitados, el primer ministro de Dublei, al hacer uso de la palabra, que por cierto lo hizo de manera magistral (el ministro volteó a ver al soberano y sonrió), dijo que son tiempos de no descuidar forma ni fondo de nuestras palabras porque ellas hablan más que nuestras acciones. ¿Qué quiero decir con esto? Decir que estos tiempos que vivimos, que son tiempos vertiginosos, deben ser corresponsables entre los deseos del pueblo y las realizaciones gubernamentales”. El soberano tomó un sorbo de agua, dejó el vaso al lado del micrófono y agregó: “Espero haber respondido con precisión a su interrogante”. Todos en la sala se quedaron viendo y, de nuevo, se sintió el silencio como una piedra, pero el periodista, sin abandonar su posición sedente, dijo: “Sí, soberano, supero mis expectativas”, vio a sus compañeros, regresó su mirada al centro de la mesa de honor y aplaudió. El segundo de incertidumbre pasó y todos los demás periodistas aplaudieron, de manera entusiasmada (ninguna de las participaciones anteriores había sido objeto de reconocimientos a través de aplausos). El soberano rio, lo mismo hicieron todos los que estaban en la mesa de honor. La reportera del “New York Times” se acercó a su vecino, pero ahora éste no le hizo caso alguno, aplaudía frenéticamente porque había entendido la definición de noticia que les había proporcionado su compañero esloveno.
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