De la semilla nace el amor*
Para que nazca la planta del maíz, primero se tiene que pudrir la semilla con la humedad del agua y de la tierra, pero para que eso suceda tiene que estar bien el corazón de la semilla sin importar su aspecto: si es una semilla pequeña, grande o delgada; tampoco importan los colores, pero sí su corazón, que esté completo y no tenga ninguna picadura porque es ahí donde brotará la planta y podrá crecer para darnos flores y frutos. De esta manera se seleccionaban las semillas del maíz y de otras plantas antes de ser sembradas. Las semillas pasaban por una revisión del corazón para conocer su fortaleza. El corazón es donde brotará la vida de las plantas, al igual que el de las personas.
El corazón es un elemento central de nuestra vida en nuestras lenguas mayenses, como es el caso del tsotsil: la enfermedad y la alegría se expresan desde el corazón. Cuando decimos que nuestro corazón esta partido en dos pedazos, o sea el chib o’ontonal, es tener dudas, enfermedad o tristeza. Pero cuando decimos jun o’ontonal o xnichimal o’ontonal es hablar de plenitud o florecimiento del corazón, y es cuando expresamos alegría, bienestar, salud o amor. Cuando una persona se enferma, para sanar se le busca la armonía del corazón. Este conocimiento se fue transformando con la colonización española, quienes trajeron nuevas enfermedades como la viruela o el sarampión. Frente a ellas fue difícil desde nuestra cultura encontrarle una forma de prevención y de sanación desde el corazón.
En las culturas mesoamericanas, como la maya, existen diferentes concepciones de la enfermedad. En la mayor parte de los casos se vincula con fenómenos espirituales. Así, la sanación de las personas se realiza mediante rituales, y muchas veces se acompaña con preparados de hierbas, copal, velas, animales, entre otros elementos, que sirven para equilibrar el temperamento de las personas, pero sobre todo, tratan de buscar la armonía del corazón y de las energías del cuerpo. Cuando el mal está dentro de nuestro cuerpo o en la sangre, las cosas no cambian mucho, porque a las personas se les ve y se les trata por igual, pero tienen que estar consientes de sus actos y actividades. Cuando una persona desconoce su alma o ch’ulel, es cuando puede haber riesgos y eso por la falta de información.
Algunas enfermedades como el VIH son, en su mayoría estigmatizadas y tachadas de ser contraídas por relaciones «homosexuales», pero las otras enfermedades que se transmiten de la misma forma como el gonorrea o la sífilis u otras que se consideran contagios mediante relaciones heterosexuales, son vistas como cualquier otra enfermedad, aunque ambas son muy riesgosas para la salud de las personas que la padecen. El VIH por ser estigmatizado de contagios por relación «homosexual» es la que más se oculta, se calla y se vive con ella silenciosamente para no sufrir la discriminación o el rechazo de nuestras familias, amigos o por la misma sociedad.
En las comunidades indígenas, al igual que en las periferias de las ciudades, existe poca información sobre enfermedades como el VIH, primeramente se debe al tabú, seguido por el discurso de la «buena moral» o «el prestigio» de las familias que ocasiona rechazo y discriminación de algún integrante de ella que es portador. El rechazo y el descrédito al interior de las familias o entre las relaciones de parejas, son las consecuencias más graves de la enfermedad, porque eso ha causado las muertes silenciosas por depresión, suicidio y tristeza. El manejo de la información que se da en los medios de comunicación, en la escuela y la religión ha utilizado a la enfermedad como un medio de control social y de dominación bajo el lema del miedo a la muerte.
Así pues, la discriminación hacia las personas portadoras del VIH y el tabú en torno a esta enfermedad, han generado el mayor número de muertes en las comunidades indígenas por no ser tratados, y además existe un sin número de personas que son portadores y que no tienen o no están con los tratamientos adecuados porque no saben de su situación. El estigma y el rechazo que viven contrasta con el modo de ser de nuestros antepasados, quienes trataban a las personas por cualquier tipo de enfermedad o padecimiento de una manera normal o, en su caso, se les trataba con mayor respeto porque se creía que se trataba de personas que nacieron para cumplir una presagio o con mensajes que sirven para mejorar nuestras relaciones y nuestros modos de vivir.
Ante toda esta lucha por descubrir el rostro del VIH es importante seguir manejando una información adecuada en todos lo medios posibles, y a la vez mejorar también la atención médica de los pacientes de manera respetuosa y de buen modo, pues ay médicos, que en algunos casos denigran u ofenden a los pacientes con comentarios equívocos en referencia a la situación de estos últimos. Además, es de suma importancia que para las comunidades indígenas se mantengan campañas de información en sus propias lenguas tomando en cuenta sus modos propias para atender y buscar esta sanación de las personas desde la palabra, el respeto y el corazón.
Pensemos, entonces, en las semillas del maíz: cuando se pudren y mueren es cuando nace la bella planta, crece con sus hojas verdes apuntando hacia el sol y su raíz cada vez más buscando el corazón de la madre tierra, el agua. En nuestra vida tenemos que ser igual a estas plantas de maíz, en mantener la belleza de nuestro corazón, en seguir alimentando nuestro espíritu para mejorar nuestros frutos y nuestras flores. La diversidad y el respeto hacia las personas son las cosas que debemos de seguir sembrando día a día para que ninguna enfermedad termine con nuestras raíces.
Ahora, los jóvenes, tenemos la fortaleza y el espíritu para que el arma con que nos golpean y nos hieren el corazón, como el rechazo y la discriminación, sean nuestra arma para fortalecer lo que somos y quienes somos para abrir nuestra alas y nuestros cantos al son del tambor que nos hace danzar donde la semilla hará brotar una flor.
Somos de la Madre Tierra
Soy de la tierra, somos del maíz
Nuestros cantos tienen las mismas melodías
Nuestros huipiles los mismos colores.
Soy del viento, somos un mismo pueblo
Nuestros abuelos sembraron la misma ceiba
Nuestros sueños recorren las mismas veredas.
Soy del agua, somos hijos de la abuela montaña
Nuestros rostros hablan de la tierra
Nuestras manos que sean de amor y alegría.
Soy del fuego, somos de un mismo sueño
Nuestros caminos, que nos lleven a la unidad
En nuestros campos cultivemos flores.
Somos hombres, somos mujeres
Somos diversos
Queremos vivir
Queremos libertad…
….
Yalab jme’tik ch’ul balumil
Yol ch’ul balumilun, yolukutik ch’ul ixim
Xko’olaj te jk’eojtike
xko’olaj te sbonol jk’u’ jpok’tike.
Ch’ul ik’un, junuk no’o jlumaltik
Yaxte’ la sts’un te muk’ta jme’jtotike
Yomol xambaj ta be te jvayuchtike.
Ch’ul jo’un, yalab ch’ul jme’tik vitsetik
Sk’elul ch’ul balumil te sat kelovaltike.
Te jk’obtike ja’uk ta yak’el k’anel bail xchi’uk jun o’onal.
Ch’ul k’ok’ jvinkilel, muk’ta vayuchilukutik
Te jbetike, ak’o nitvanuk el ta jun muk’ta yomol kuxlejal.
Jts’untik nichimaltik ta osilaltike.
Vinikutik, antsukutik
Yan jtaleltik
Ta jk’antik kuxlejal
Ta jk’antik kolel…
* Reflexión presentada durante las Jornadas de Transversalidad sobre Juventudes y VIH, para exponer la situación de discriminación que vive la población indígena. 27 de Noviembre del 2015, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.
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