Algunos muertos
Casa de citas/249
Algunos muertos
Héctor Cortés Mandujano
Con un abrazo para mi amigo Alex Molinari
Dejo una marca en la página 107 de Lodo (Anagrama, 2008), de Guillermo Fadanelli, y comienzo a ver La decisión de Sofía (1982), dirigida por Alan J. Pakula (quien, qué lástima, murió en un accidente a los 60 años), con la siempre diestra y dúctil Meryl Streep como protagonista.
Es de noche. Un sapo canta tan fuertemente en la puerta de la sala de tv, que no me deja oír los diálogos; me levanto y voy a reprenderlo (“Oye, sapo, bájale a tus gritos, por favor”) y mi mujer dice desde el espacio donde lee:
—Es más importante lo que dice el sapo, que lo que pueda decir tu película.
Filosofía pura.
En la novela, la joven Eduarda llegó a vivir al departamento del autodenominado viejo (49 años) y filósofo Benito Torrentera; en la película, Nathan (el debutante Kevin Kline), de quien luego sabremos que es esquizofrénico, loco, se ha llevado a vivir con él a la polaca Sophie. El libro y el filme coinciden. Qué azar.
La insoportable levedad del ser (1987, dirigida por Philip Kaufman) fue la última película que vi en el Cine Vistarama, ya muerto –el cine, claro; Kaufman por fortuna sigue siendo un cineasta talentoso– desde hace mucho. La veo de nuevo en Netflix, suscripción regalo de mi yerno.
Teresa sueña y le cuenta a Tomás que, en su sueño, él la obliga a ver como éste hace el amor con Sabina. En Lodo hay una escena real (en la falsa realidad de la novela) en la que el profesor Torrentera obliga a Eduarda a ver cómo se coge a una de sus alumnas. Otra coincidencia. Todo es lo mismo, como dicen los budistas.
(Una coincidencia más: en la cinta, tanto como en la novela de Kundera de donde fue adaptada, es dolorosa la muerte de la perra “Karenin” que adoptan Teresa y Tomás; dos días después de ver la película murió en la vida real nuestra amada perrita Dumba. Vivió con nosotros quince años y nos dio muchas alegrías, fue una gran compañera, le deseamos paz.)
Es casi medio día y un grupo de pájaros decidió discutir quién sabe qué frente a la ventana. No intento llamarles la atención. Mi mujer se pondría de parte de ellos.
Fadanelli, en boca del filósofo Torrentera, dice en Lodo (p. 16): “Mientras más lees te percatas con mayor claridad de la estupidez de los otros: te tornas agresivo, extraño y desembocas tú mismo en la imbecilidad”. Y en la misma página, pero en otro tema: “Si en el momento de relacionarte con cualquier mujer aceptaras también a sus posibles amantes –es decir: ¡al resto de la humanidad!–, te harías inmune al desengaño”.
“¿Y cuál es la relación entre los libros y la escuela? –escribe en la página 45– En la escuela te enseñan a odiar los libros”.
Cita en éste ideas que ya ha publicado en otros libros (p. 88: “No hay nada más práctico que una buena teoría”) e incluso se refiere, juguetón, a otro título suyo (p. 237: “¿Te veré en el desayuno? ¿No es ese el título de una novela?”). Filosofa (p. 233): “La juventud y la vejez son un golpe de suerte, no poseen valor en sí mismas. ¿Qué más da atrasar el reloj que adelantarlo?”
“Los hombres son una plaga (p. 293), sí señor, cuando terminen de comerse entre ellos, la naturaleza renacerá. Va usted a ver.”
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Querido Héctor, recibo el abrazo. Tu amistad es mi privilegio.