Fernando Castellanos, el presidente de la desmesura y del chacoteo
En apenas un mes, Fernando Castellanos Cal y Mayor ha convertido a su administración municipal en un muestrario de la burla, la ridiculez, la trivialidad y el esperpento político.
Todo estaría bien si sus ocurrencias no tuvieran que pagarse con dinero público. Es más, hasta nos alegraríamos de encontrar en el ayuntamiento una vertiente de distracciones, bufonería y chacoteo.
El problema es que el presidente actúa en serio. Habla en serio. Y no escucha las risas que provoca con sus declaraciones incluso de sus propios colaboradores, mucho menos el coraje de las mujeres y hombres ofendidos por su caminar presurosamente peligroso.
Ya suponíamos lo que sería su administración, pero debo confesar que ha rebasado mis más disparatados escenarios de la desmesura política.
En su afán por legitimarse, por construirse en un presidente respetado, ha rebajado su investidura en un juego de niños en donde no distingue realidad ni ficción, verdad ni mentira, desmesura ni ecuanimidad.
Es un hombre que se desdice a cada traspié. No reconoce errores. Lo peor es que cree en la red de palabras que él mismo teje a lo largo de su ajetreado día. Sobre por qué bajó personalmente el busto de Salomón González Garrido dijo al periodista César Cancino, en unas que deben convertirse en célebres declaraciones: «Muchos de los trabajadores de servicios públicos municipales son un poquito ya de edad avanzada y me pidieron que yo les echara la mano para bajarlo».
¿Con quién gobierna un hombre así? ¿Con quién acuerda? ¿Quiénes lo asesoran? ¿Con quién proyecta un futuro para Tuxtla? ¿A quiénes escucha?
Ahora le ha dado por alejarse hasta del gobernador. Es estrategia, dicen sus allegados. Y Manuel Velasco ha aceptado, abundan. Es posible. Quizá el Güero no quiere verse salpicado del deambular atrabancado del presidente municipal. Suficiente tiene con lo suyo.
En una sesión de fotos que realizó en el Palacio Municipal, Fernando Castellanos retiró la imagen del gobernador y colocó como telón de fondo la de Enrique Peña Nieto.
Va en serio en su distanciamiento con el Güero. Piensa que si perdió no fue por su trayectoria, sino por el desgaste y los errores atribuibles al gobernador. Por eso lo quiere de lejitos. Se olvida que sin el apoyo de MVC no sería presidente municipal.
Si esto sucede ahora, qué pasará si se convierte en gobernador. Aparte de que estará instalado en la corte de los ilusos, seguramente remitirá al hoy mandatario al exilio más allá de las Islas Fiyi. Problema de ellos, por supuesto; de sus lealtades y sus formas de construir sus relaciones de poder, pero también de nosotros porque seremos enviados a otras constelaciones.
Lo que preocupa de este presidente es su protagonismo y su arrebato incontenible. Su falta de tacto y de oficio, su atropello cotidiano a los ciudadanos y a la propia historia de Tuxtla.
Este presidente es de sorpresas desmedidas. No se inmuta. Cada tropezón lo supera con una caída y tres vueltas hacia atrás.
Hoy fue el atropello a las personas que limpiaron Joyyo Mayu, a quienes calificó de vándalos, mañana será usted, seremos nosotros, que nos señalará, sin temblarle la voz, de delincuentes, y entonces no tendremos ánimos de reír, sino de preocuparnos por tanta desmesura febril y peligrosa.
En los tres años que le quedan como alcalde puede seguir precipitándose en el tobogán del protagonismo o detenerse un momento, escuchar a buenos asesores y a especialistas, y trazar un mejor destino para la ciudad.
Deseo, en verdad, que sea esto último lo que ocurra. No quiero para mi ciudad a un presidente de la desmesura y el chacoteo, como ha sucedido hasta el momento, porque su protagonismo desmedido lo pagamos todos. Todas. Y es demasiado caro.
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