El escenario sucesorio de Zoé
El senador Zoé Robledo Aburto quiere ser gobernador de Chiapas. No es una especulación; es una afirmación que él mismo hizo en una reciente entrevista con periodistas del portal Chiapas Paralelo. En ese asunto dice que también le gusta ser transparente, no esconder sus aspiraciones en frases encriptadas. A él que lo den por vivo, no por muerto. También quería ser líder nacional del Partido de la Revolución Democrática, pero allí su eventual candidatura respaldada por los históricos perredistas (Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez) feneció por el peso de las “tribus” que en un proceso fasttracknombraron a un político “externo”, Agustín Basave, ex del PRI con tintes de intelectual progresista.
Siendo realistas, las probabilidades de que el legislador chiapaneco alcanzara a llegar a la cúpula partidista eran escasas; los grupos que detentan el poder en el PRD, pese a su evidente decadencia, no iban a poner en riesgo sus privilegios; seguirán depredando los recursos públicos y medrando con el partido y con las ilusiones de sus cada vez menos militantes y simpatizantes. La correlación de fuerzas a favor del estatus quo dentro del PRD sigue siendo muy superior a los vientos renovadores. Lo único que ganó fue presencia política nacional y local, y relaciones estratégicas; y eso no es un capital menor para lo que viene.
En contraste con el rumbo que tomaron sus aspiraciones a la dirigencia nacional perredista, en el plano de la política chiapaneca, particularmente para los escenarios de la sucesión del 2018, el futuro de Zoé Robledo no se ve tan sombrío. Digamos que de entrada tiene el mismo potencial que los demás políticos que se han nombrado como posibles aspirantes a suceder a Manuel Velasco (José Antonio Aguilar Bodegas, Roberto Albores Gleason, Luis Armando Melgar y Eduardo Ramírez Aguilar, nombrados en estricto orden alfabético). Su desventaja: no ser integrante del gabinete estatal, no ser dirigente de alguno de los dos partidos en el poder y no estar vinculado a grupo fáctico alguno con fuerte influencia en el Ejecutivo. Su ventaja: las mismas circunstancias anteriores. Sus aparentes debilidades son su fortaleza.
La no pertenencia a alguno de esos estamentos de poder, le permite moverse con mayor autonomía y construirse una agenda propia acorde con la amplia franja ciudadana que exige la renovación de la política. Y en ese sentido, si algo ha mostrado Zoé es un discurso congruente y sistemático que reivindican los valores democráticos fundamentales y las prácticas que los sustentan. Su quehacer político y parlamentario se ha centrado, principalmente, en la transparencia del ejercicio del poder y en la rendición de cuentas de funcionarios y representantes populares, temas muy sensibles en el contexto de la decadencia de la práctica política en México.La tenacidad y consistencia de sus críticas partidistas lo llegan a colocar en los límites de la institucionalidad y al borde de la disidencia.
Si bien hasta ahora su activismo no ha tocado con el mismo ahínco los temas relevantes de la agenda política local, esas posturas son las que hoy lo definen en el escenario de la sucesión Chiapas 2018. Lo distingue de los otros aspirantes la forma de asociarse con el actor fundamental del poder en el estado: el gobernador. Mientras que aquellos buscan denodadamente en su discurso congraciarse con Manuel Velasco, alabando su gobierno, Robledo mantiene prudente distancia. No lo exalta pero tampoco lo ataca, y esa parece ser la tesitura en la que seguirá actuando, pues la confrontación no le es redituable en este momento.
Sin embargo, otras definiciones trascendentes tendrán que venir en el corto o mediano plazo. Por su acendrado antagonismo con la dirigencia nacional del PRD, es poco probable que Robledo logre el respaldo para alcanzar la candidatura a gobernador. Pese a que en su explicación sobre las razones por la cual declinó participar en la contienda por la dirigencia nacional dijo que su permanencia en el partido no estaba en duda, todo hace pensar que es cuestión de tiempo para poner los dos pies fuera.
Bajo estas circunstancias, la candidatura de Zoé a la gubernatura de Chiapas podría darse ya sea por la vía independiente o cobijada por las siglas de otro partido. Las circunstancias sociopolíticas del estado (ciudadanos con bajo nivel educativo y poco informados; alta población rural con restringido acceso a las nuevas tecnologías; acendrada dependencia de los votantes a programas clientelares de gobierno; incluso los mismos candados institucionales) hacen prácticamente inviable la primera opción. La segunda alternativa sería buscar el respaldo del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) con cuyo hombre fuerte –Andrés Manuel López Obrador— tiene bastantes afinidades políticas. La fuerza con que se perfila AMLO hacia una tercera candidatura presidencial exitosa, más las alianzas generadas con amplios sectores progresistas de la sociedad civil, son casi garantía de triunfo para quien represente a Morena en Chiapas.
Las probabilidades de victoria se acrecentarían si el candidato verdecologista o priísta de la alianza oficial PVEM-PRI no levanta en la campaña, y el gobernador Manuel Velasco tenga que jugársela con una segunda opción. En este escenario, la figura de Zoé embona muy bien, pues el pragmatismo de AMLO y Velasco le favorecerían. Robledo podría cumplir así con el sueño truncado de su padre Eduardo, quien ganó la gubernatura por el PRI en 1994 pero sólo estuvo dos meses como inquilino de Palacio de Gobierno.
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