Desánimo ciudadano
La ratificación de Fernando Castellanos Cal y Mayor como Presidente municipal de Tuxtla Gutiérrez, tras pasar las inconformidades electorales por los órganos que deciden las controversias en dicha materia, ha dejado atrás movilizaciones de la ciudadanía inconforme con una elección que se consideraba de Estado, al señalar al gobernador y sus operadores como involucrados en la derrota de Paco Rojas, el principal contrincante en la contienda para dirigir los destinos de la capital chiapaneca.
Buena parte de la ciudadanía tuxtleca, sin distingo de condición social o incluso de formas de pensar en lo político, tomó la calle en protesta de tal elección. Reacción a un hecho concreto pero que, no cabe duda, también fue motivada por los sinsabores que las acciones de los representantes ciudadanos y el poder ejecutivo han transmitido durante años a los miembros de una sociedad cada vez más castigada en lo laboral y económico. Esto último, tristemente, porque los habitantes de la ciudad capital dependen en demasía del poder en turno para sobrevivir con una mínima dignidad.
La toma de calles y plazas por parte de la ciudadanía creo, sin a lo mejor pretenderlo, una experiencia comunitaria espontánea, sin mayores vínculos que los producidos por una protesta ante lo que se consideraba una más de las imposiciones políticas sufridas en un estado del sureste mexicano demasiado acostumbrado a ellas. Sin embargo, esta espontaneidad no estructurada, puesto que así se manifiesta este tipo de movilizaciones, ha dejado paso a una especie de vacío.
Ciertas inconformidades expresadas en la calle, y de carácter espontáneo repito, no tienen necesariamente que repetirse o mostrar una continuidad debido a que su propia concepción las hace poco estructuradas y alejadas de un orden repetitivo como ocurriría con algunos rituales, tanto religiosos como políticos. Pese a tal constatación, y de forma lastimosa, lo que queda es el regreso a la cotidianidad, a lo de siempre. Una situación que por conocida en los estudios antropológicos no deja de expresar un nítido desánimo en la ciudadanía tuxtleca preocupada por su ciudad y por su estado federal.
Son muchos años, como dije al principio, situados en la órbita de los despropósitos y la desfachatez política en Chiapas, y es comprensible ese desánimo que muchos ciudadanos pueden transmitir o podemos, porque nadie puede sentirse ajeno a él. Pero ante esa situación hay que pensar alternativas, buscar posibilidades de cambio y no desfallecer. Expresión sencilla desde las palabras pero, lógicamente, no fácil en los hechos. Sin embargo, una sociedad que se encapsula en su irremediable destino será difícil que pueda superarlo sin algún tipo de apuesta de futuro, a no ser que la apuesta pase por la búsqueda individual de soluciones.
El reto es grande, no cabe duda, pero sin una sociedad civil organizada será imposible atender los inmensos retos que Chiapas tiene tras tantos años de desgobierno y sistemático saqueo. Y en ese reto los capitalinos deben ser un ejemplo que muestre el camino de lo que puede lograrse si se tiene la intención de transformar la realidad.
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