Uno de los sinónimos de la estupidez
Casa de citas/ 244
Uno de los sinónimos de la estupidez
Héctor Cortés Mandujano
“Lo que dice San Agustín sobre el tiempo se aplica igualmente al amor. Cuanto menos pensamos en él, tanto más natural nos parece; sin embargo, cuando empezamos a cavilar, nos metemos en un lío”, dice Patrick Süskind (autor de la celebérrima novela El perfume), en el arranque de su breve y divertido eBook Sobre el amor y la muerte.
Y se mete en un lío, claro, cuando encuentra que el amor es inspiración recurrente y tumultuaria en siglos de arte: “¿Por qué, me preguntaba con frecuencia de niño, la gente no va nunca al retrete en las novelas? Tampoco en los cuentos de hadas ni en la ópera, ni en el teatro, el cine o las artes plásticas. Una de las actividades más importantes, ocasionalmente más urgentes, incluso vitales del hombre no aparece en el arte”.
Insiste: “¿Por qué no ha habido en la historia de la Humanidad un culto al excremento, pero sí al pecho femenino, la vagina o el falo?”
Y el amor, además, nos enferma, nos vuelve tontos: “En el enamoramiento y en el amor se manifiesta una buena porción de estupidez. A este respecto, recomiendo leer las cartas de amor de uno mismo, con un alejamiento en el tiempo de unos veinte o treinta años. Se les subirán los colores ante ese documentado desierto de necedad, soberbia, prepotencia y ceguedad: un contenido trivial, un estilo penoso. A uno le parece casi incomprensible que un ser humano, aunque sólo sea medianamente inteligente, haya podido estar nunca en condiciones de sentir, pensar y escribir semejantes tonterías”.
En los amores relacionados con la muerte hace un simpático recuento del suicidio real de Klist; de las muertes literarias de Tristán e Isolda, y Werther (de Goethe); de la mitológica de Orfeo (y, obvio, de Eurídice) y de las bíblicas de Jesús y Lázaro. Es un rico bocado este ensayo de Süskind.
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Aconsejable sólo para los que hayan leído total o casi totalmente la obra de William Faulkner, disfruté Faulkner, Missisippi (Fondo de Cultura Económica, 2002), del ensayista poeta y novelista de origen antillano Édouard Glissant. Es preciosa la edición de este prolijo ejercicio de recorrer el ambiente real en que el gran escritor norteamericano inventó casi toda su obra narrativa, que Édouard va comentando con el conocimiento que le da haberla leído y reflexionado.
Glissant, además, es negro, como muchos personajes faulknerianos. Me llamó la atención algo que dice no de Faulkner, sino de él mismo (p. 85): “A nosotros, la gente del caribe, la visión profética del pasado nos permite oír (‘el ojo escucha’) el grito que proferían las mujeres esclavas negras: ‘Manjé tè pa fè yich pou lesclavaj’. ‘Come tierra, no hagas niños para la esclavitud’, que alude a la creencia de que comer tierra provocaba el aborto de las mujeres cuando habían sido violadas por los amos o por sus delegados en los trabajos de fecundación”.
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me refería a la cuestión de la mierda, que sí que aparece en la literatura no clásica (en los varios sentidos que dice sobre lo que es un clásico Italo Calvino) Antonin Artaud y sus poemas escatológicos; El marques de Sade; Secreciones, excreciones y desatinos, el libro de Rubem Fonseca, etc.
Me parece una nota de lo más soberbia de alguien que debería promover la lectura que hable ,única y exclusivamente, a los lectores de todo Faulkner, para leer un libro.
Lo de la mierda no es mi comentario, sino una cita, como podrás notar por las comillas. Perdona que hasta ahora te contesto, pero no me vuelvo a leer una vez que publico la columna; este un domingo especialmente libre y tengo oportunidad de explorar lo que me han escrito.
Lo de la mierda es una cita, como notarás por las comillas; he leído muchas cosas más sobre el tema. El de Glissant puede ser aburrido para quienes no conozcan a Faulkner, esa es la idea.
por que de niño no leias a José Agustín ni a Gustavo Sainz (sobre todo, Obsesivo días circulares)
Pos sí, leí mucho a ambos en algún momento de mi vida, pero no entiendo el sentido de tu comentario