México: Ruptura o Consenso
No. No hay cuentas alegres.
México no está en la senda del progreso o en su caso no todos los mexicanos lograremos ser parte de un México exitoso.
Hay muchos que creen que son parte del México en movimiento y en progreso. Pero la realidad es que muchos solo somos clientes cautivos de las grandes tiendas departamentales -muchas de ellas hasta su propio banco tienen- como Coppel, Elektra, Walmart y Oxxo.
Antes, tal vez hasta mediados de los años 90s, muchas de las amas de casa compraban lo necesario para el hogar en las tiendas de conveniencia y en los mercados o tianguis.
En muchas partes estamos viendo el adiós de ese tipo de tiendas y sobre todo en las ciudades pequeñas -y que decir de las medianas o grandes- ese tipo de compra está desapareciendo.
Es cierto, la variedad de productos y de precios es mejor. Se accede a muchos productos que antes solo eran privilegio de unos cuantos. Pero muchos mexicanos somos cautivos de ese tipo de tiendas. Sobre todo la clase media que día a día se extingue un poco más.
Aparte la burocracia y el magisterio son clientes cautivos de las múltiples empresas que ofrecen los créditos vía nómina, porque son fáciles de solicitar, rápidos en la respuesta y ofrecen créditos flexibles. El problema son las altas tasas de intereses del pago y para evitar el impacto sobre el bolsillo; quienes lo solicitan terminan pagando el crédito en plazos que parecen interminables.
Al final como se dice coloquialmente: “Nos sobra demasiado mes al final del sueldo”.
De igual forma, entre los sectores sociales más desprotegidos, la actividad preponderante para las emergencias familiares o personales son los créditos prendarios. Un mercado que crece diariamente en todas las ciudades del país y que incluso ya incursiona en las nuevas tecnologías desde el portal prendanet.mx.
Y es que en México según datos del sector, 50 millones de personas no tienen acceso al sistema financiero y por lo tanto es difícil que accedan a cualquier tipo de crédito. Pero son personas que -más que ningunas de otro sector social- tienen que resolver los problemas de comida, techo y vestimenta.
En síntesis, en materia económica la clase media mexicana es cautiva de las grandes tiendas departamentales que le ayudan a mantener la ilusión de una mejor vida. La burocracia es rehén de los créditos vía nómina y los sectores más populares, son los que acuden con más frecuencia a los establecimientos que ofrecen créditos prendarios.
Lo anterior solo significa una cosa; la economía mexicana no camina. Pero hay que resolver el día a día.
En materia política tampoco es de optimismo desbordante -al menos para la clase política- porque poco a poco el panorama político nacional se ha ido transformando. Lento dicen algunos, acumulando coyunturas desaprovechadas dicen otros, puntos de inflexión según los demás; pero transformándose una y otra vez y el sistema adaptándose a los cambios.
Tlatelolco 68, el Jueves de Corpus del 71, el sismo del 85, el fraude del 88, la irrupción zapatista del 94, la alternancia política del 2000. De alguna forma u otra, el régimen ha terminado sino imponiéndose, por lo menos adaptándose.
Hoy México vive días de alternancia democrática.
Pero el problema es que con la pobreza y la desigualdad reinando en Chiapas, de muy poco sirve la alternancia o la forma como la clase política entiende la democracia.
Incluso, lo que viene es en aras de consolidar nuestra democracia y “profesionalizar” la política es la reelección de alcaldes, diputados locales y federales y además de los senadores.
En ese escenario lo que vamos a ver es un espectáculo tremendo de traiciones, cambios de camiseta y dispendio financiero que terminará con la imposición de nuevos cacicazgos políticos.
De hecho ya estamos viendo las primeras expresiones de ese escenario futuro con la llegada de los “saltimbanquis” de la política que pasan de un puesto a otro, después con la aparición de las “juanitas” y ahora con la explosión de parientes que se heredan los puestos políticos uno al otro.
¿O por qué cree usted que nuestros políticos parece que estuvieran en campaña permanente y no atendiendo los asuntos urgentes de la agenda política?
¿Por qué también le ponen obstáculos -aun y con el peligro que pueden representar- a la necesaria construcción de candidaturas independientes para acceder a cargos federales y estatales?
Pero las expresiones sociales en México, esas no dejan de moverse.
La pobreza se enseñoreó en México, sus estados, sus regiones, sus municipios. La política de la alternancia -y los que hacen política- quieren tener una larga vida. Pero no han dado resultados en ningún campo de la vida nacional.
¿Qué necesitamos los que nos sentimos excluidos del México moderno que se pregona? Ese México de las reformas estructurales exitosas.
La clase política ya eligió su camino y ese es el del alejamiento de las causas populares.
En lo económico no hay salida porque no existe un crecimiento económico suficiente para ofrecer empleo -y además digno- a los jóvenes que cada año se suman a la población en edad de trabajar.
El Estado es un sistema. No lo conforma solo la clase política; es cohesión, es identidad, es orden y es también organización. Lo conformamos todos. Nos pertenece a todos. Es unidad.
No es solo gobernar, es encontrar la forma de que todos sean incluidos en el desarrollo. Y eso es lo que no hacen nuestros gobernantes.
En ese sentido, el Estado mexicano ya no es factor de cohesión social por la forma en que se conducen quienes nos gobiernan.
Nuestro sistema político requiere de grandes consensos para que nuestra transformación de democracia representativa a una democracia más directa sea más rápida.
Lo requiere porque no existen contrapesos. La izquierda se desdibuja y pierde credibilidad; el PVEM y el PRI avasallan sin recato alguno y lo harán desde las cámaras de Senadores y Diputados, el PAN no parece tener rumbo y con López Obrador, lo más seguro es que todas las instituciones políticas se aglutinen en su contra mientras vaya dejando atrás los “negativos” de su figura -como dicen las empresas de encuestas- y acumule “positivos” mientras se deterioran más las condiciones económicas mexicanas.
Desde Ayotzinapa se nota una ruptura del Estado mexicano con sus gobernados y los signos más evidentes vienen de la desconfianza social y de la falta de efectividad del programa de gobierno, pasando por los escándalos de corrupción.
Por el eso el camino es solo uno: primero fortalecer el estado de derecho y a partir de entonces tendrán que venir cambios estructurales; pero para todos.
Hoy en México todos protestan, en las calles o vía redes sociales y cada vez se unen más y más mexicanos.
Si los políticos no se dan cuenta, pronto en México reinará el caos y las protestas se harán más virulentas.
No hay salida. El camino no es el que ha elegido la clase política. El rumbo está en el consenso restaurando nuestra democracia y transformando nuestro sistema político. Cada vez más gente tiene voluntad política de cambio y cada vez se hacen más evidentes las resistencias de la clase política de encabezar un cambio.
Es cierto, persisten todavía viejas prácticas y mañas -sobre todo entre la clase política y la empresarial- pero nuevas formas de entender la política están asomándose, por ejemplo las candidaturas ciudadanas y la vigilancia de los procesos electorales vía las redes sociales. Todavía conviven esas dos fórmulas, pero inevitablemente una se impondrá sobre la otra.
Se necesita transformar el sistema político nacional y buscar la manera de hacerlo plural, equilibrado y de competencia leal. Para eso están las leyes y estas se tienen que cumplir para fortalecer el estado de derecho.
Es necesario ciudadanizar el poder. Todo México lo pide a gritos, si la clase política no quiere darse cuenta, la ruptura con la sociedad será evidente y habrá que empezar de cero para construir un nuevo México.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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