José Cruz, la esencia de Real de Catorce
Casa de citas/ 240
José Cruz, la esencia de Real de Catorce
Héctor Cortés Mandujano
Mi relación más cercana es con un gato
José Cruz,
en “Un largo rato”
En una comida, en el DF, a la que nos invitó mi querido amigo y director de cine, Jaime Ruiz Ibáñez, me regaló Voy a morir. Biografía de José Cruz, fundador de Real de Catorce (Lectorum, 2013), de Juan Pablo Proal, amigo de mi amigo y, entre otras cosas, colaborador de la revista Proceso desde 2005.
Debo haber ido a unos diez conciertos de Real de Catorce (a mí, que no me gustan las aglomeraciones) y me sé de memoria muchas de las canciones de José Cruz. Por eso, como a muchos, me dolió la terrible enfermedad (esclerosis múltiple) que padece desde hace años este gran artista y también la forma (con pleitos y demandas) en que la agrupación dejó de existir. Su último concierto como grupo fue el 25 de noviembre de 2006, el día que al llegar al concierto (p. 183) “José bajó del vehículo como si fuera un anciano. Subió las escaleras paso a paso, como si cada pierna le pesara más de diez bultos de cemento. Ni siquiera pudo quitarse la chamarra de piel”.
En la parte más terrible de la enfermedad, sufrió catoptrofobia, miedo a los espejos, y entre otras cosas no sabía reconocerse. Su hermana le pone el DVD Desierto azul y él ve al cantante (p. 19):
“—¿Soy yo?
“—Sí.
“—¿Toco la guitarra?
“—Sí.”
El libro es una confesión sincera, a veces muy descarnada, de la vida de José, contada por él mismo, que no esconde pasajes escabrosos: cómo fue violado durante años por un primo mayor, la violenta relación que tuvo con su padre, las drogas, las infidelidades… José Cruz es, ahora, alcohólico anónimo, tiene dificultades para hablar (aunque en el canto se nota menos) y continúa en silla de ruedas haciendo conciertos. Su abuela amada y sus padres han muerto, su última mujer lo dejó. Su vida es la de un hombre valiente, sumamente talentoso, fuerte ante las adversidades (p. 22):
“—¿Soy yo?
“—Sí.
“—¿Canto?
“Georgina asentía.
“Él lloraba.”
Yo quiero mucho a José Cruz, porque su arte me ha hecho quererlo, y leer sobre lo dura que ha sido la vida con él me causa dolor, tristeza, pero también el sentimiento de tocar a un ser humano que tiene la capacidad de seguir de pie, cuando muchos ya se hubieran tirado a llorar. El libro duele, sangra.
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