Definición de secundaria
¡Ah, el lenguaje y sus torceduras! ¿Qué es una cosa secundaria? Según el diccionario puede ser algo de menor jerarquía. Y, sin embargo, en el sistema educativo nacional es el nivel que sigue a la primaria. Tal vez por esto mi sobrina Edith siempre reprueba sus materias, como si quisiera reafirmar que ella no le hace caso a las cosas menos importantes.
Sin embargo, el nivel de secundaria es definitivo en el desarrollo de los seres humanos: los amigos para toda la vida se hacen ahí y el desarrollo de las capacidades y el despertar de los impulsos asoma en esa etapa.
A mucha gente le disgusta la cultura norteamericana, pero habrá que aceptar que sus conceptos son más nítidos que los nuestros. Lo que para nosotros es secundaria, para ellos es high school, un poco como si dijéramos “escuela elevada”. Existe una gran diferencia entre decir que estudiamos el nivel secundario a decir que estudiamos en la escuela superior.
El nivel de primaria es un nombre correcto porque indica que es el fundamento, pero ¿por qué las famosas reformas no consideran otorgar nombres correctos? Una vez que ya se colocó el fundamento, ¿cuál es el siguiente escalón? ¿Algo secundario?
En un cuento de Hermisendo Arteaga, escritor nicaragüense, la educación se divide en nivel semilla, nivel árbol, nivel fronda y nivel cielo. Cuando los alumnos llegan al nivel fronda, todos los conocimientos están enfocados a las leyes del vuelo para que cuando lleguen al nivel superior no tengan problema alguno para desplazarse.
Sé que adoptar esta división es complicado para el Sistema Educativo Nacional, pero los genios debían hacer algo para evitar ese dislate que significa estudiar un nivel secundario; es decir, algo sin la importancia principal. Debemos recordar que somos lo que nombramos, lo que invocamos.
Darío, el niño protagonista del cuento de Arteaga, no tiene problema alguno en cursar con excelencia el nivel semilla, pero cuando llega al nivel árbol comienza a tener problemas, porque, a veces, se va de pinta a un tiradero de chatarra en donde juega a hacer esculturas de metal. Sus maestros comienzan a reportarlo y sus calificaciones oscilan entre el seis y el cinco. Los papás de Hermisendo reciben un citatorio y acuden a la Dirección del Colegio. La secretaria les ofrece un café y les dice que en breve los recibirá el Director. Cuando entran a la dirección, su hijo está sentado ya frente al Director. Los papás no dicen algo, se sientan y esperan que el Director los reprenda, como si ellos fuesen los alumnos. El Director se para, coloca las dos manos sobre la orilla del escritorio laqueado y les dice que sólo puede felicitarlos por el hijo que tienen. Ambos padres se sorprenden, no salen de su azoro, Hermisendo sonríe. El Director les pide que lo acompañen, llegan hasta el patio central y ven, a mitad del patio, un árbol hecho con retazos de metal. La mamá queda deslumbrada, cada pieza brilla como si estuviese hecha de luz. Y entonces el Director cuenta que recibió un reporte negativo del comportamiento escolar de su hijo, mandó a llamarlo, éste confesó que se iba de pinta a un deshuesadero para hacer árboles con piezas metálicas y cuando bajaron del carro para ver en qué perdía el tiempo el alumno, el Director quedó maravillado ante lo que observó: un árbol único en todo el universo, y había sido hecho por Hermisendo. En lugar de entrar a clase donde el conocimiento se multiplicaba, el niño había invertido su tiempo en crear una obra única.
Acá habrá que advertir que, así como Hermisendo no era un niño común, el Director también era un ser extraordinario, que comprendió a la perfección el sentido último de la educación. Bueno, en nuestro sistema educativo nacional, Hermisendo habría sido expulsado, pero como, gracias a Dios, el niño no estudiaba en nivel secundario, sino en nivel árbol, la historia tuvo un final hermoso, tan hermoso como el árbol que iluminó los espíritus de todos en el patio de aquella escuela de Managua.
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