Primer aniversario de la tragedia de Iguala
Hace casi exactamente un año de que en México no se habla de otra cosa que de la tragedia de Ayotzinapa.
Esa tragedia acabó con la construcción de una imagen nacional e internacional de estadista que quiso -o se le quiso- construir al presidente Enrique Peña Nieto.
Después de la aparición de los alumnos de la Normal de Ayotzinapa; Guerrero, el panorama político mexicano se fue desdibujando y los escándalos de corrupción se han sucedido uno a otro y seguramente irán apareciendo muchos más.
No hay ya credibilidad en la clase política nacional y para complicar las cosas la comunidad internacional ve con desconfianza absoluta al presidente y al grupo compacto con el que toma las decisiones políticas y económicas.
Como un binomio perverso que le explotó en la cara al gobierno federal, ahora corrupción e impunidad son el sello característico de la administración Peñanietista y esa percepción es también sentida en el extranjero.
Podrá decirse que México es libre y tiene derecho a la autodeterminación y que entonces la comunidad internacional resuelva sus problemas y que los mexicanos resolvamos los nuestros. La “Doctrina Estrada” y el “Respeto al Derecho Ajeno” nos los enseñaron en la escuela; pero resulta que el mundo globalizado e interdependiente, requiere que una nación tenga la confianza de la comunidad internacional para que las inversiones extranjeras fluyan en su territorio.
Por eso la comunidad internacional ha dado innumerables muestras de falta de confianza en los gobernantes mexicanos. Eso impacta en los niveles de inversiones internacionales por más que queramos mostrarnos nacionalistas.
Irónicamente, la plataforma política que era la insignia del proyecto de gobierno de Peña Nieto es lo que ahora falla: “El Gobierno Eficaz”.
Ni puede castigar la corrupción, porque esta forma parte de las más altas estructuras de gobierno como se puede evidenciar con los temas de “La Casa Blanca”, la “Casa de Malinalco” y los demás que se han acumulado como el escándalo de las empresas OHL e Infraiber.
Sobre este último caso, un dato interesante es aportado por la columna del politólogo Leo Zuckermman, cuando afirma que las acciones de OHL comenzaron a subir el día que Enrique Peña Nieto ganó las elecciones de la presidencia de la república.
Y además que OHL empezó a ganar licitaciones de importantes obras públicas del gobierno federal, tan pronto como el Presidente Peña Nieto toma posesión como presidente de México.
Lo cierto es que a la empresa OHL le comenzaron a aparecer grabaciones en audio donde sus directivos eran pillados en componendas con autoridades del Estado de México, sobre una obra que fue construida en los tiempos de Enrique Peña Nieto como gobernador de este estado.
Pero el asunto escala más porque en algunos audios -disponibles en internet- se afirma que el presidente recibió a los directos de OHL, los cuales le pidieron que deshiciera la sociedad OHL con Infraiber.
Vino después el escándalo de la detención del abogado de la empresa Infraiber y la “siembra” de un arma por agentes ministeriales.
El escándalo de OHL e Infraiber se suma a la deficiente -por no decir patética- investigación que sobre la casa de Malinalco hizo el Secretario de la Función Pública Virgilio Andrade. Escándalo que derivo en cero sanciones para el Delfín Peñanietista Luis Videgaray.
Se suma también al despido de los colaboradores de la periodista Carmen Aristegui por el asunto de la Casa Blanca y a la poca sensibilidad con la que el gobierno de la república trató el tema.
Desde los trágicos acontecimientos de Ayotzinapa, los escándalos de la clase política nacional han aparecido uno tras otros y dos elementos son dignos de mencionar:
- La falta de sensibilidad política con los que han sido tratado y;
- La falta de mecanismos nacionales que castiguen de manera ejemplar la corrupción y la impunidad con que se mueven nuestros políticos.
Después de Ayotzinapa y hasta el escándalo OHL e Infraiber se han acumulado por lo menos los siguientes casos:
La renuncia del director de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), David Korenfeld por el uso para fines particulares del helicóptero oficial de la Dependencia.
The New Tork Times reveló como parte de una serie de reportajes que el ex gobernador de Oaxaca y su hijo Alejandro Murat, titular del Infonavit eran dueños de propiedades en Utah, Texas, Florida y Nueva York.
Que decir de la espectacular fuga del Narcotraficante mexicano más famoso de todos los tiempos y probablemente de todo el mundo; el Chapo Guzmán.
En cualquiera de ellos existe una característica digna de mencionar: la falta de respuestas institucionales para detener la corrupción e incluso la falta de operatividad de las dos ramas restantes del sistema político mexicano que en teoría deberían de ser un contrapeso para el ejecutivo: el Poder Judicial y el Congreso Nacional.
Claro está que el caso más grave es el relacionado con los estudiantes de Ayotzinapa, porque además de la corrupción y la impunidad que hicieron posible la tragedia; también está presente el crimen organizado jugando un papel preponderante en la zona que no puede atajar el estado porque no ofrece una alternativa más digna y más clara que el sencillo “plata o plomo”.
Ayotzinapa representa la encrucijada final de un sistema político presidencialista que se niega a morir. Ya lo dijo Fidel Velázquez: “A tiros llegamos y solo a tiros nos sacarán”.
Hasta ahora el sistema político de los monopolios y de la “amigocracia” de alguna manera como el gatopardo, se adapta a los tiempos, pero se le agotan los argumentos. Por ejemplo, ¿qué hubiera sido del régimen de Miguel de la Madrid que tuvo una inflación acumulada de casi mil 500 por ciento, si en esa época hubieran existido las redes sociales?
Hoy como ayer, para evitar los tiros están las leyes y el marco legal. El problema es que ese marco legal no es respetado por el aparato gubernamental nacional y ese hecho es lo que indigna a la población.
Hoy existen más herramientas para inconformarse por vías pacíficas, porque todos sabemos que nuestra clase política no duda en hacer uso del monopolio de la fuerza cuando lo cree necesario y ese uso político de la policía e incluso de las fuerzas armadas tiene un costo político que tarde o temprano se paga.
Pero la construcción de la ciudadanía en México está en marcha, mientras que el gobierno de Peña Nieto se sigue hundiendo. El México, real, ese que se niega a ver es el que le pide cuentas y el que no le da tregua en las redes sociales.
Es cierto, en México la indignación es en gran parte en las redes sociales, pero es insensible e insensato pensar que allí se quedará. Todo se mueve y también la indignación nacional se moverá.
Peña Nieto se dejará se sentir intocable y tendrá que demostrar la sensibilidad que hasta ahora no se ha visto. Si no lo hace pasará a la historia como el presidente que el país y el mundo le perdió la confianza.
La tragedia de Ayotzinapa cumplirá un año y es la hora que México no sabe con entera precisión lo que ocurrió y los porqués de la noche fatídica del 29 de septiembre en Iguala, Guerrero.
Curioso es que en el principio y el fin del régimen autoritario, monopolista y unipersonal, jóvenes estudiantes dieron su sangre para provocar cambios políticos y democráticos en México; los primero fueron en Tlatelolco 68 y los segundos en Iguala en el 2014.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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