¡Prensa vendida!
En las marchas, caminatas y manifestaciones, ya sean de profesores, campesinos o ciudadanas, se escucha con frecuencia: ¡Prensa vendida! A la par de la ofensa viene también la solicitud y el deseo explícito de aparecer en los medios de difusión.
No es que no exista una prensa vendida, una prensa maniatada, como la he llamado en uno de mis libros, pero no toda la prensa es así, no todas, no todos los periodistas se ponen al servicio del Estado.
En Chiapas, en donde el poder gubernamental es tan asfixiante, es muy difícil realizar una tarea informativa ajena al gobierno.
Reporteros, reporteras, columnistas, cronistas y fotógrafos viven desamparados. En sus periódicos, estaciones de radio o de televisión, ganan bajos sueldos y casi ninguna prestación social.
El gobierno sabe de esta situación y se aprovecha. El PRI y el Verde, amén de la Coordinación Social de Gobierno del Estado, reparten mensualmente apoyos económicos a varios informadores. No todos, por supuesto, reciben la misma cantidad. Hay periodistas tres estrellas, mientras que otros apenas alcanzan el rango de media estrella, y tienen que esperar horas para recibir un sobre con algunos billetes.
El periodista, cobijado por el gobierno, no tiene otra opción que defender al Verde, al PRI, o al partido que esté en el poder, para no perder los apoyos que le otorgan por debajo de la mesa.
Pero no todos reciben estos apoyos. Y ahí es donde se equivocan quienes califican de prensa vendida a todos los periodistas.
Algunos no obtienen estos apoyos porque aún no han podido acercarse al director de comunicación social o porque de plano sus valores o sus medios no se los permiten.
Desarrollan, así, un trabajo profesional independiente al gobierno. El trabajo de estos periodistas es muy importante, porque transparenta el ejercicio público.
El problema es cuando son cooptados, porque entran en el inventario de medios uniformados por el Estado.
¿Qué hacer ante una situación de prácticamente indefensión de los hombres y mujeres de la información en Chiapas?
La única salida que veo es la creación de un Sistema Nacional de Periodistas, que funcionara igual que el Sistema Nacional de Investigadores. Es decir, que se otorgara apoyos públicos a los periodistas para que éstos desempeñaran una labor profesional.
No es algo nuevo. En algunos países europeos existe ya esta figura y los apoyos son conocidos como Ayudas a la Prensa. No se convierten en “chayos” porque no son entregados de forma subrepticia sino pública y a informadores que realizan con profesionalismo su tarea.
Claro, un periodista pagado por nuestros impuestos no trabaja como publicista del gobierno, sino como informador profesional de la sociedad. Su trabajo es transparentar la actividad pública y se somete a las leyes en caso de difamación y calumnia.
Mi amigo Pepe López Arévalo comentó muchas veces que para que este país cambiara era necesario que existiera una prensa fuerte y que se aplicaran las leyes: “Si un periodista califica de corrupto a un funcionario o lo señala de desfalco, alguien tendría que ir a la cárcel: el periodista o el funcionario. Solo así se ganaría credibilidad”.
Al gobierno no le interesa, por supuesto, crear un Sistema Nacional de Periodistas, porque es más cómodo entregar sobres con dinero a los periodistas leales a su causa y castigar a los beligerantes.
En estas condiciones, un periodista que no se convierte en vocero de las causas oficiales, es un verdadero héroe. Y me consta que en Tuxtla los hay, por eso me parece ofensivo corear: ¡Prensa vendida!
Si se grita Prensa vendida es por la Prensa vendida, no tienen por que sentirse aludidos todos los periodistas.