La renuncia

Manuel Velasco Coello. Foto: Archivo

Manuel Velasco Coello. Foto: Archivo

Uno esperaría que en tres años un gobierno que en los números obtuvo el 70 por ciento de los votos estuviera fortalecido, política e institucionalmente empoderado, con el impulso suficiente para transitar la segunda mitad del sexenio sobre una nave con rumbo y puerto seguro. Sin embargo, lo que se percibe en Chiapas es un panorama sombrío e inestable donde los factores políticos, económicos y sociales no registran cambios significativos que auguren un futuro medianamente promisorio para un estado con tantas carencias y conflictos.

Existen problemas ancestrales y de raíces profundas, de compleja solución, pero también otros de origen menos remotosobre los cuales se pueden incidir con mayor éxito si existe genuina convicción de querer transformar nuestra lacerante realidad. El desaliento, la desazón obedece a que en ningún caso se ven muchas expectativas para avanzar y en gran medida eso se debe a que la administración de Manuel Velasco Coello ha renunciado a ejercer su encargo público a cabalidad.

Ha renunciado a desprenderse plenamente del sabinismo que lo prohijó al mantener a Raciel López Salazar en la Procuraduría General de Justicia del Estado, institución clave para proteger al exgobernador y a sus excolaboradores de cualquier intento de investigación judicial sobre irregularidades en el gobierno anterior. Y qué más elocuente indicio de la tutela sabinista que tener en la oficina contigua a Héctor Luna García, también exsecretario particular del hoy cónsul de México en Orlando, Florida. Las veces que Velasco ha intentado sacudirse la influencia de Juan Sabines Guerrero ha fracasado. El último episodio que trascendió los muros palaciegos sucedió durante el proceso electoral de julio. En el fragor de la campaña por la alcaldía de Tuxtla Gutiérrez, Velasco mandó un mensaje al exgobernador a través de su candidato a la presidencia capitalina: Fernando Castellanos Cal y Mayor presentó ante la Procuraduría una denuncia contra el exalcalde Yassir Vázquez —incondicional de Sabines— por desvío de recursos, fraude y corrupción en la ejecución de las obras del programa “Qué viva el centro”. Desde Palacio se impulsó la información para que apareciera en medios impresos y tuviera un mayor impacto; sin embargo, la noticia no llegó a los lectores;al día siguiente muy temprano, los principales diarios fueron “levantados”en bloque de los puestos de periódicos.

Ha renunciado también a promover una investigación sobre el inmoral y desmesurado endeudamiento de la administración anterior por 42 mil millones de pesos que dejó prácticamente en la quiebra al estado, pero sobre todoha claudicado en dar a conocer cómo se usaron esos cuantiosos recursos públicos. El porqué y el uso de la deuda no es algo que preocupe al gobierno, para él es una anécdota incómoda a la que hay que edulcorar con enfoques optimistas: en vez de informar puntualmente sobre su estado (monto, intereses, amortizaciones), sólo nos dice que Chiapas tiene finanzas sanas, que en este año se redujo 754 millones de pesos y que además en lo que va de su sexenio no se ha pedido un solo peso a préstamo. Sin embargo, la agencia calificadora Fitch Ratings contradice esa afirmación, pues en su reporte de calificación sobre Chiapas de octubre de 2014, afirma que en el proceso de reestructuración de su deuda directa, el año pasado el gobierno estatal “contrató cuatro créditos: tres con la banca comercial y uno con la banca de desarrollo, por un monto en conjunto de MXN11,676 millones…” (Banorte 2 mil 181.3 millones; BBVA Bancomer 1,000 millones; Santander mil 250 millones; y Banobras 7 mil 244.3 millones).

Ha renunciado a construir una gobernabilidad duradera que reduzca la conflictividad social y política que permanentemente vulnera la convivencia pacífica y no pocas veces deriva en violencia. La falta de planeación, la operación política ineficaz y el enfoque partidista en el proceso institucional de solución de conflictos, han resultado perniciosos pues si bien en algunos casos momentáneamente logran contener la protesta, al poco tiempo vuelve a resurgir con mayor fuerza debido a la respuesta superficial que se les da a los problemas de naturaleza compleja, como el transporte, la exigencia de plazas magisteriales, los conflictos religiosos, o bien los diferendos poselectorales o el incumplimiento de obras prometidas. Los incesantes bloqueos a carreteras o a importantes arterias viales de la ciudad, son la expresión más acabada –y que más resiente la población— de la incapacidad gubernamental de prever, atender y dar respuesta a las demandas –remotas o coyunturales— de diferentes sectores de la sociedad. No es circunstancial que en menos de tres años de administración velasquista haya habido tres secretarios de Gobierno: Noé Castañón León, la cuña que dejó Sabines para protegerle las espaldas y que hoy aún incide en algunas decisiones políticas desde la representación de Chiapas en la Ciudad de México; Eduardo Ramírez Aguilar, expresidente municipal de Comitán y efímero diputado federal, que desvirtuó la naturaleza de la institución usándola bajo criterios partidistas y como escaparate político para promocionar su imagen de “delfín” para la sucesión del 2018 (qué mejor ejemplo de ese pernicioso mimetismo gobierno-partido que haber dejado la Secretaría de Gobierno tres meses antes de las elecciones para ser designado dirigente estatal del Partido Verde Ecologista de México); y Juan Carlos Gómez Aranda, exsecretario de Planeación, Gestión Pública y Programa de Gobierno, que hoy enfrenta numerosas protestas y brotes de ingobernabilidad, así como pugnas con otros colaboradores cercanos del gobernador (léase Ramón Guzmán Leyva) que han tenido que intervenir por el vacío de poder causado por la inoperancia de la secretaría encargada de la política interior del estado.

El Ejecutivo ha renunciado asimismo a combatir de fondo el problema de la pobreza extrema, el principal lastre de Chiapas. No es éste un pendiente que se resuelva en tres años, en un sexenio o en una década, sin embargo, la política social del gobierno del estado carece de una estrategia sólida en ese sentido, pues sus acciones se han quedado en el plano del asistencialismo. La entrega masiva de despensas y otros pequeños apoyos como aves de traspatio o artículos de labranza, en nada contribuye a generar una dinámica económica que saque del atraso a los pobladores de comunidades marginadas. En vez de generar cadenas productivas y mercados fuertes para la comercialización, o gestionar fuentes de empleos mejor remuneradas, lo que se ha fortalecido es la dependencia de los programas gubernamentales y el uso político de éstos con fines electorales. Sumarse a la estrategia federal de la Cruzada Nacional contra el Hambre tampoco ha dado buenos resultados, ya que a tres años de haberse puesto en marcha con millonarios recursos, no ha incido en el mejoramiento de la calidad de vida de los más pobres del país. De acuerdo con el último estudio del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en los últimos dos años el número de mexicanos en pobreza creció en dos millones de personas pasando de 53 a 55 millones. En el año en que la Organización de las Naciones Unidas cierra el programa global de los Objetivos del Desarrollo del Milenio, y del cual Chiapas formó parte importante, los pobres en el estado siguen siendo pobres, han incrementado su número y no existen expectativas de mejoría sustancial. Las dependencias estatales encargadas del combate a la pobreza, como la Secretaría de Desarrollo y Participación Social, la Secretaría del Campo o la Secretaría de Economía, hoy mueren de inanición porque su presupuesto se agotó durante las campañas de la pasada elección y los únicos recursos que ejercen son los federales.

Manuel Velasco ha renunciado también a ser el conductor indiscutible de su gobierno, el cual parece transitar en dos mundos paralelos, el del Chiapas real y el de su universo mediático. Cuando Velasco era senador y buscaba ganar presencia en los medios de comunicación, cualquier tema era una buena oportunidad para emitir una opinión, una postura política; sin embargo, desde que asumió la gubernatura, raras veces se ha pronunciado sobre temas de interés locales o nacionales, o en coyunturas relevantes de la política interna en las que se esperaría su posicionamiento. Su ausencia en negociaciones sobre conflictos importantes para la gobernabilidad, lo hacen ver como un gobernante ausente, distante y desinteresado de los problemas que aquejan a diversos sectores chiapanecos. Dicho de otra forma, no se ve la mano del gobernador en el ejercicio cotidiano de la política. Quizá sus veleidosas aspiraciones presidenciales, lo han hecho preferir los actos oficiales donde puede lucir sus relaciones con altos políticos y donde puede darle proyección a una imagen de popularidad arrasadora, para lo cual son manipulados los beneficiarios de los programas sociales, sobre todo mujeres.

En este contexto, Chiapas padece un gobierno desdibujado, despersonalizado, renuente a darle forma y fondo a la investidura del Ejecutivo. Pero sobre todo, deja la percepción de vacíos de poder que los grupos de interés, los grupos fácticos e incluso colaboradores cercanos o familiares, están llenando con una agenda propia, fuera del interés público y con miras a consolidar o ampliar sus cotos de poder.

Las consecuencias de este estado de renuncia se traducen en una crisis de expectativas, pues a mitad de sexenio se percibe un gobierno agotado, sin objetivos claros que alcanzar, sin ambiciones de trascender más allá de lo mediático. Algo tiene que cambiar en Chiapas porque de lo contrario, de permanecer las actuales circunstancias, el futuro inmediato puede estar lleno de episodios funestos.

 

 

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2 Responses to “La renuncia”

  1. RUI DA LUZ
    13 septiembre, 2015 at 21:14 #

    EN MI TIERRA SE DIJE LADRONES,Y DE LOS BAJOS.SI CLASSE.

  2. Rodolfo Robles
    11 septiembre, 2015 at 10:28 #

    muy acertado comentario. felicidades

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