La evanescente felicidad
Casa de citas/ 239
La evanescente felicidad
Héctor Cortés Mandujano
Me encontré este texto en una de mis exploraciones por los mil laberintos en los que tenía convertido los archivos de mi computadora (según yo ya medio los ordené).
Hace quién sabe cuánto, en uno de los muchos talleres que doy, con el grupo de ese tiempo jugamos a construir verso tras verso un soneto colectivo que abarcara de los ojos a los pechos de una mujer. Fue divertido porque no hubo uno solo, una sola que no cooperara con una palabra, un verso, un ajuste de sílabas. Con la métrica y la rima propios del género, este fue nuestro resultado
Tu rostro, tu cuerpo
(Soneto colectivo)
Fragmentos son de color, veloces,
cristal primigenio, espiral de arena,
filtro de pureza, suspiro, escena
del rostro señal, de olores goces.
Casa del beso, génesis de voces
brillantes perlas, luz de luna llena
óvalo cabal de mujer serena
territorio frecuente de mis roces.
Esferas inconclusas, esperanzas,
deseo del amor insatisfecho,
camino de mi mano en sus andanzas,
no se escape tu cuerpo de mi acecho
ni victima sea yo de tus mudanzas
y respire el perfume de tu pecho
***
Leo el eBook brevísimo (publicado unitariamente) Biografía de Tadeo Isidoro Cruz, de Jorge Luis Borges, cuyo tema (un hombre descubre que es otro) ya ha emprendido en varias narraciones. Dos ideas me encantan. La primera se refiere al pasado; en la historia Tadeo, como todos, no sabe lo que pasará en su futuro: “En aquel tiempo debió considerarse feliz, aunque profundamente no lo era”. Es decir, la idea es de Sófocles, nadie diga que ha sido feliz, sino hasta el momento de su muerte.
Y ésta, que resume la historia: “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”.
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