Definición de falta
Pareciera una palabra común, ¡no lo es! Es una palabra relevante, porque asoma siempre en el último instante y puede ser definitoria. Pensemos en el viajero que debe tomar un vuelo a París. La pregunta que le hace su pareja, casi en el dintel de la puerta, es: “¿Te falta algo?”.
Todos los seres humanos tenemos carencias. Nadie está completo. La falta, entonces, es algo consustancial a nuestra naturaleza. Bien puede jugarse con el dicho: “Dime qué te falta y te diré quién eres”.
Pero falta no sólo es carencia, también es una transgresión. Los mexicanos sabemos de esto. En cada partido de fútbol soccer, más que goles, se anotan faltas. Estas faltas son sancionadas con tarjetas amarillas, rojas o con expulsión.
No es un exceso decir que México es un país faltista, un país lleno de faltas. Los alumnos faltan a clases, los maestros faltan a sus labores, los futbolistas cometen mil y una faltas. Estos últimos tienen la costumbre de tocar el balón con las manos. Se sabe que en este deporte sólo el portero es capaz de tocarlo con ambas manos sin recibir sanción. En este país no hay políticos que jueguen al fútbol, por eso ignoran las reglas del juego: todo mundo toca el balón con ambas manos, pero acá, el código de sanciones no se aplica y todo cae en el territorio de la impunidad.
La pareja pregunta: “¿Te falta algo?”, y el político recuerda que ya es el último año de la gestión administrativa. En México tenemos un refrán que alude al último minuto de juego: “Año de Hidalgo, tonto el que deje algo”. Es una pena que nuestras faltas tengan como abanderado el apellido ilustre de un independentista.
A veces, la impotencia popular alienta a dar respuesta a la pregunta: ¿Te falta algo? Brincan las palabras que desean treparse a la azotea y volar; dan ganas de decir: Sí, me faltan muchos amaneceres limpios, manos sin mancha de sangre, caminos sin obstáculos, abrazos solidarios.
A las personas siempre les hacen falta más nubes para que lluevan sobre los sembradíos donde está la esperanza. ¡Ah!, estamos llenos de vacíos.
Tal vez el ideal del hombre no es otro más que llenar esos espacios producidos por todo aquello que nos falta. Siempre tenemos carencia de espíritus con aroma de menta.
Basta pararse a mitad de la plaza, debajo de la sombra de un pino, y preguntar al caminante que le falta para darse cuenta que es más la carencia que la posesión. Incluso, el político que, de manera cínica, toma el balón a cada rato, incluso él tiene carencias. Jamás logra saciar su hambre, su deseo. Si el millonario tiene faltas ¿qué puede decirse del miserable? ¿Qué puede decirse del niño descalzo que debe abandonar la escuela, porque en la casa hay falta de dinero?
De la palabra falta se deriva faltante. Faltante, de igual forma, es una palabra definitoria. No es un exceso decir que México es un país de faltantes. Algunos dicen que nos falta corazón, otros dicen que nos falta coraje (lo dicen con otra palabra). Lo cierto es que en este país, qué pena, abunda la falta y esto es contradictorio, porque, se sabe, falta es ausencia, es carencia, es vacío. ¡Qué pena!
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