A un año de la noche de Iguala. ¿Qué hemos aprendido?

#NoFaltan43 Foto: Leonardo Toledo

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Foto: Leonardo Toledo

10 cosas que hemos aprendido y ya sabíamos y 10 cosas que ya sabíamos y se nos habían olvidado a un año de la noche de Iguala

No digo que todo el mundo, claro. Pero incluso el equipo del presidente Enrique Peña Nieto aprendió cosas, ha cambiado de estrategia varias veces en el año haciendo uso del famoso método de ensayo y error. Habrá quienes no, habrá quienes sigan pensando que el México de septiembre de 2014 es el mismo de septiembre de 2015. Mi respeto para esas personas, aunque no las conozca.

 

10 cosas que aprendimos (que a decir verdad ya sabíamos):

  1. Que una gran cantidad de elementos de las policías, en sus diferentes niveles y jerarquías, están coludidos con el crimen organizado. Eso es algo que hasta sale en las series gringas de acción (en caso de que usted no salga a la calle y no lo haya podido descubrir con sus propios ojos).
  2. Que muchos funcionarios municipales, estatales y federales están coludidos con el crimen organizado. Que priorizarán sus negocios antes que las funciones que les fueron conferidas.
  3. Que en su gran mayoría, estos funcionarios-criminales librarán la cárcel y a lo mucho el castigo que recibirán será el exilio sexenal.
  4. Que tanto las dirigencias como las militancias de los partidos políticos son capaces de mentir y encubrir a sus colegas delincuentes con tal de no perder votos.
  5. Que aunque el priísta se vista de amarillo, priísta se queda.
  6. Que la prensa nacional —sea de izquierda o de derecha, lo que sea que sea eso— recibe la mayoría de sus recursos de gobierno federal y de los gobiernos estatales afines, y que no morderán la mano que les da de comer.
  7. Que la procuración de justicia es un chiste mal contado (mal integrado, para hablar en sus términos). Sobre todo si esa justicia no le conviene a todos los arriba mencionados.
  8. Que los noticieros de las televisoras contarán la versión que más le acomode al presidente. Quienes digan algo diferente serán silenciados ipso facto. (si no sabe cómo, pregunte por Raúl Cremoux en Canal 22)
  9. Que si el país está pasando por crisis de seguridad, económica, política, de representación, de valores, en fin, estructural, todo ello podrá posponerse algunos meses cuando empieza la temporada electoral. Luego todo sigue igual.
  10. Que la misma confusión entre “Estado” y “gobierno” la comparten periodistas, analistas e investigadores, quienes siguen discutiendo si fue o no el Estado. Van desde quienes creen que el presidencialismo es una especie de despotismo ilustrado (L’État, c’est moi); los fans de las dictaduras militares para quienes Estado y gobierno son la misma cosa (y mientras no sean ellos los detentadores, estará al servicio de la clase dominante, por supuesto); también están quienes creen en ese Estado regulador del bien común producto de un pacto entre individuos y comunidades. De ahí muchas de las confusiones.

 

10 cosas que aprendimos (o que creíamos no saber)

  1. Que cuando las dirigencias partidistas se hacen ojo de hormiga, cuando las organizaciones más importantes sólo se convocan a sí mismas, la sociedad civil desorganizada puede tomar las calles y llenarlas de gritos, de creatividad, de sincera indignación.
  2. Que esa indignación puede tirar —por complicidad, corrupción o ineficiencia— gobernadores, secretarios de Estado, asesores, procuradores… todavía no se sabe si también presidentes, pero de que puede cambiarles la agenda y la estrategia, es un hecho.
  3. Que cuando los medios tradicionales callan, esa misma sociedad civil desorganizada encontrará los canales, las vías, los mecanismos para hacerse de la información necesaria, para insistir en ella, para no olvidar y exigir que de entre todas las verdades en juego, la suya no pueda ser ignorada.
  4. Que somos muchos, que estamos en todos lados. Que no es necesario un gran contingente para marchar, que no es necesario marchar para exigir justicia, que una sola persona en Toronto puede decir lo mismo que cien en Tuxtla o que cien mil en la Ciudad de México.
  5. Que para manifestarnos no necesitamos acudir tres veces por semana a ampulosas reuniones de coordinación con ningún tipo de dirigencia, que lo único que necesitamos es manifestarnos (igual si llegamos más se nota más, pero también si lo hacemos con creatividad y con ganas).
  6. Que tres palabras, escritas en grandes letras en la plancha del Zócalo, pueden replicarse en todo el país, en todo el mundo, hasta cambiar el rumbo de la discusión, de las investigaciones, y probablemente, del país (y que pueden sonar más fuerte que todo el parloteo en medios electrónicos).
  7. Que la información acompañada de la palabra “científico” sigue siendo más fuerte que la verdad emanada del báculo de la autoridad en turno. Que la ciencia mexicana sigue en deuda con la sociedad que está ansiosa de respuestas, repleta de interrogantes urgentes.
  8. Que el fuego y la sangre también se alimentan de miedo, de nuestros miedos cotidianos, de nuestro temor a quedarnos solos, sin nada de qué asirnos. El Estado ausente, que siempre fue paternalista, nos deja en una orfandad que es urgente superar. Valernos por nosotrxs mismxs, dejar de gritar y exigir que nos alimenten, que nos cuiden, que nos vigilen… hacernos cargo.
  9. Que el dolor y la orfandad se convierte en rabia. Que la rabia puede ser la antesala para despliegues de valor, venganza y destrucción, pero que también ha dado pie a iniciativas de encuentro, compartencia y creación.
  10. Que hay momentos de arriar nuestras banderas, que podemos caminar juntos a pesar de saber que en el futuro estaremos en lados opuestos (o que lo estuvimos en el pasado). Que sostener viejas rencillas es de viejitos. Que pelear por cómo nos repartiremos el futuro es futil si no logramos detener el naufragio presente.
Foto: Leonardo Toledo

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Pero sobre todo hemos aprendido a contar, a contar con nosotrxs, contar entre nosotrxs. A contarnos y saber que nos faltan 43 normalistas, nos faltan más de 26 mil personas que están desaparecidas, saber que nos sobran víctimas, que nos sobran criminales y que sobran funcionarios corruptos e impunes.

¡Vivos se los llevaron y vivos los queremos!

 

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