Quinto aniversario del famoso FAR
Primera de dos partes
Hoy, a cinco años del deceso de don Fernando Alegría Ramírez, vuelvo a referirme a él, pues su legado periodístico no ha de olvidarse jamás. En especial esa herencia asociada a la crónica policíaca, a la de los bajos fondos, por si algo de ello hubiese existido durante los años de su mayor producción radiofónica y periodística, el período de 1970 a 2009. 39 años durante los cuales don Fernando fue mejor conocido como “El Famoso Far”, “Don Far” y “El Far” a secas. Período largo en el que deambula entre los mercados de Tuxtla Gutiérrez, los hospitales y la Cruz Roja, la radio, el ¡Es! Diario Popular, su casa en el barrio de La Lomita y sus camaradas reporteros de la fuente policiaca, nota roja.
Don Fernando está presente en la memoria no sólo de los comunicadores de información sino de los tuxtlecos en general; conejos auténticos y advenedizos. Por su decir desenfadado, por la violencia de sus epítetos y adjetivos, por la crudeza de sus palabras, e incluso por el humor negro, en ocasiones desbordado, que caracterizan típicamente sus textos y alocuciones. Aunque… se le ha de recordar sobre todo, por su expresión diáfana y transparente, sus crónicas y su dicción casi mimética, su discurso absolutamente coloquial. Como si el escribidor, el cronista del diario y el radiófono, sus lectores y audiencia fueran una sola y misma familia.
Fue don Fernando Alegría entonces, un verdadero personaje típico-popular. De los que distinguen y aportan sensiblemente a la identidad cultural de los pueblos. Practicante original y auténtico de las tradiciones y el modo de ser de la antigua Tuxtla de ascendencia zoque. Eficaz hablante del español característico de una de las regiones lingüísticas más importantes de Chiapas. En donde se incluyen los municipios que forman parte de la vertiente meridional del río Grijalva, desde Cintalapa y San Fernando, hasta La Concordia, Jaltenango y Montecristo de Guerrero.
Así que voy a referirme a él y a refrescar su memoria —la de él y la suya, amable lector— mediante la recordación de una entrevista entrañable, probablemente la mejor de las tres o cuatro que aparentemente le hicieron casi al final de sus días. Dos publicadas por medios impresos y una o dos, presumiblemente difundidas a través de la radio y la televisión, mismas que desconozco. Me refiero a la que con el título “Entrevista a Fernando Alegría Ramírez FAR” fue publicada el 26 de agosto de 2003 por la periodista Leticia Bárcenas González, en el tabloide catorcenal X Medios Comunicación y Sociedad; en el número tres del mes de septiembre de 2003, joya que aún conservo.
Se infiere que la entrevista fue realizada en su propia casa, a mediados del mes de agosto, en la más plena euforia de su personalidad y ante la perspectiva de su experiencia vasta. No conozco a la entrevistadora, aunque se deduce —por la información disponible en la red virtual—, su inclinación por las entrevistas de semblanza, los personajes de la vida cotidiana, la crónica periodística, su formación profesional en el ámbito de la comunicación, aunque ella misma asevera desempeñarse como “periodista cultural”. Intentaré una transcripción no textual sino algo modificada, para permitir mayor precisión a las palabras del entrevistado; nada a las expresiones, comentarios y conexiones discursivas de la periodista, sino tan sólo algunas, casi imperceptibles, variaciones en el sentido, contexto y oralidad característica de la dicción del personaje. Los subtítulos agregados van con la intención de facilitar su lectura.
De práctica y originalidad
Identificado por su estilo peculiar de dar la nota roja, Fernando Alegría Ramírez, mejor conocido como FAR, es un hombre alegre, positivo y orgulloso de su origen zoque. Confiesa que a sus casi setenta años, cree estar a punto de cerrar su ciclo vital. Sin embargo, él, que ha dado a conocer innumerables casos de accidentes y decesos, no le gustaría que su muerte fuera registrada por los periódicos. La razón es que si su encuentro con la huesuda se diera mientras disfrutara su comida favorita, correría el riesgo de que se escribiera: Al FAR ¡Lo mató una nuca de jolote! Además, “alegría” no es sólo su apellido, él es la viva representación del vocablo.
Y es que las charlas con “el FAR” no tienen desperdicio. El sello FAR en la información policíaca es inconfundible. ¿Qué lo lleva a contar las historias de la forma en que lo hace? Pues… comencé en la nota roja desde 1968 y hasta ahorita… como decimos los tuxtlecos, ya llovió. Pero aún seguimos en pie de lucha. Me decía don Gervasio: ya nunca vas a dejar de escribir, hijo. Vas a querer dejar y no vas a poder, la misma máquina te va a llamar, y es cierto. ¿Se considera heredero de las enseñanzas de [don] Gervasio Grajales? No mucho, pero sí. Le agradezco algo de lo que él me enseñó, y que Dios me iluminó para acertar. Hasta’orita vamos sin tropiezo, gracias a Dios.
¿Por qué cuenta las historias en esa forma tan, digamos [tan] cómica? ¿Eso de que le partió la cabeza, le quebró el hueso, la canilla? Hmmm… las frases que utilizo en todos mis artículos de nota roja y en todas mis notas para la radio, y en todas mis participaciones en que publico, las hago con términos tuxtlecos, porque esos términos entendemos. La gente a quien yo le escribo no entiende términos sociales y menos términos médicos. Por eso, cuando hay un muerto y voy por los datos y me dice el médico o el socorrista: lo encontramos de cúbito ventral, yo entiendo qué es “cúbito ventral”, pero el que me lo va’oír o leer no sabe qué es; entonces yo le digo cómo es: ¡Embrocado!
Por eso le digo: El cadáver estaba embrocado como Gabino Barrera… porque según el corrido, Gabino Barrera cayó embrocado como besando la tierra. Pero para escribir todo eso a conciencia… creo quee… se debe a quee… anduve mucho tiempo pasiando. Cuando era bohemio… porque yo era de cantina —ahorita ya no bebo pero cuando era joven tomé desde los catorce hasta la edad de 38 años—. Y ese trayecto también me enseñó mucha experiencia. O sea que a Usted, ya no se le atraviesa ningún Tucán… No. No se me puede atravesar ningún Tucán y mucho menos una de Etiqueta Roja, porque ya está más cara. Entonces ¿ya se le amampó el alma? Ya se me está queriendo amampar…
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