Juan Sabines, el premio a la corrupción

En lugar de estar en la cárcel por haber saqueado al estado más pobre del país, Juan Sabines recibió la semana pasada el premio a la corrupción con su nombramiento como cónsul en Orlando, Florida.

Enrique Peña Nieto paga, con este cargo, a su principal proveedor económico en su campaña para ganar la presidencia de la república.

Juan Sabines Guerrero dejó endeudado a Chiapas con 42 mil 200 millones de pesos, pero no todo fue a parar a su bolsa; repartió dinero a líderes sociales, dirigentes de partidos políticos, diputados, periodistas, empresarios de la información, senadores y a diferentes candidatos a puestos de elección popular.

Gasto total de Sabines en la promoción de su imagen: mil 61 millones 26 mil 909 pesos. Alrededor de 500 mil pesos diarios.

Gasto total de Sabines en la promoción de su imagen: mil 61 millones 26 mil 909 pesos. Alrededor de 500 mil pesos diarios.

El modelo Sabines, construido con encarcelamientos injustificados, saqueo al erario y ocurrencias desorbitadas, desgraciadamente ha permeado entre los jóvenes políticos. Y es un modelo bastante elemental: repartir dinero para comprar impunidad y obtener puestos públicos.

Televisa y Televisión Azteca, por el lado de los medios, fueron las empresas más beneficiadas. Tan solo por la vía legal, de acuerdo a datos proporcionados por la Secretaría de Hacienda del Estado, Sabines gastó en la promoción de su imagen mil 61 millones 26 mil 909 pesos en su sexenio, es decir casi medio millón de pesos al día.

Eso es lo que se puede comprobar, porque los dueños de agencias publicitarias, de estaciones de radio, de televisión y de periódicos, en especial establecidos en la ciudad de México, preferían –y prefieren– recibir parte de la cuota en dinero contante y sonante. Se podría deducir entonces que el ahora cónsul gastó por lo menos dos millones de pesos diarios para comprar espacios en Televisa, Televisión Azteca y periódicos como La Jornada y la mayoría de los medios locales.

Escuchaba a Mario Schettino, entrevistado por José Gutiérrez Vivó en el programa Silencio, que todas las entidades ubicadas al sur del Distrito Federal padecen el “raterismo de sus gobernantes”, lo que se traduce en pueblos pobres, con pocos empleos y mal comunicados; citaba el caso de Chiapas, Oaxaca y Guerrero.

Yucatán, dijo, no es la excepción, porque Yucatán está al norte del DF; muy cercano a los Estados Unidos, tanto que durante muchos años era más fácil para los yucatecos viajar a Miami que a la ciudad de México. No se sentían, además, identificados con sus vecinos derrochadores; crearon sus propios productos: cerveza, sal, aceite de uso doméstico, galletas, artículos varios, que fortalecieron su economía.

Los estados del sur, por el contrario, fueron gobernados por personajes enviados del centro a quienes no les preocupó el futuro de sus entidades; estaban de paso y regresaban en cuanto concluían su mandato local. Sus excesos, sin embargo, eran limitados por el presidente de la república.

Los gobernadores chiapanecos se sentían además empleados del mandatario de la república. Es vergonzosa aquella imagen de Absalón Castellanos Domínguez corriendo, como un guarura más, al lado del coche presidencial después de que Miguel de la Madrid pronunciara uno de sus informes de gobierno.

La llegada de la democracia erosionó el poder absoluto del presidente de la república. En contrapartida emergieron en diversas entidades gobernadores caciquiles que, sin contrapeso alguno persiguieron a sus enemigos políticos, acabaron con los partidos de oposición, se apropiaron de las finanzas y endeudaron a sus estados.

Juan Sabines Guerrero comprendió como pocos ese escenario inédito que le permitía gobernar sin rendir cuentas a nadie. Doblegó, con dinero o con amenazas, a líderes sociales, periodistas, dirigentes magisteriales y ciudadanos incómodos.

Sembró el terror y el miedo; destruyó las instituciones y endeudó al estado; guardó parte de esos recursos y el resto los distribuyó como piñata a los diversos personajes de la polaca y de los medios.

Hoy vemos que su sistema, que debiera exhibirse para que nunca más se repitiera, le ha dado frutos con el premio de un consulado y la protección absoluta del Servicio Exterior Mexicano y de Enrique Peña Nieto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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