El hijo del presidente de la canaca

Casa de citas/ 228

El hijo del presidente de la canaca

Héctor Cortés Mandujano

 

En Cien obras maestras de la pintura (Biblioteca básica Salvat, 1982), de Marcial Olivar, con claras reproducciones y textos ilustrativos, dice que el “cuadro” fue durante mucho tiempo exclusivamente religioso y (p. 5) “no comenzará a tratar temas profanos (bajo el estímulo de ciertas circunstancias) hasta el siglo XV”. El libro tiene, pues, muchas páginas de arte sacro, pero llega (después de pasar por lo figurativo y lo abstracto) hasta las propuestas de quienes el autor considera los tres grandes revolucionarios: Malevich, Kandinsky y Mondrian. El primero inventó el suprematismo en 1914, y (p. 21) “al suprimir el espacio y el objeto por él creado con su presencia, llevó la pintura a la pura percepción”; Kandinsky “trató de hallar los valores pictóricos puros partiendo del color, hasta ‘olvidar’ toda conexión entre lo pintado y la objetividad, es decir, hasta producir pintura sin ningún valor representativo”, y Mondrian trató de hallar la pureza plástica (p. 21-22) “en la construcción de las líneas del cuadro, con sistematización absoluta geométrica y cromática”.

El único mexicano escogido para formar parte de los autores de una obra maestra es José Clemente Orozco, de quien Olivar cita estas palabras (p. 181): “Ciertamente, hemos de ponernos en fila y aprender nuestra lección de los maestros. Si hay otro camino, aún no ha sido descubierto”.

 

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Dicen Raúl Zermeño y Armando Casas para responder a la pregunta qué es un actor, en Dirección de actores (UNAM, 2004: 9): “A nuestro entender, el actor es aquel que es capaz de crear la máscara [persona], no ponérsela”.

Ilustración: Luis Villatoro

Ilustración: Luis Villatoro

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Quedé muy complacido con la lectura de 20 años de dramaturgia. Jóvenes creadores del Fonca (Conaculta, 2010), selección e introducción de David Olguín, porque en las 14 obras publicadas puede notarse la enorme riqueza intelectual y dramatúrgica de nuestro país. Qué buenas y buenos son casi todas y todos las/los autoras/autores (línea dedicada a la dificultad de escribir con acatamiento a los nuevos cánones de género). Muchas historias, muchas ideas, muchas líneas me quedaron dando vueltas, sólo citaré algunas.

En “1822 (El año que fuimos imperio)”, de Flavio González Mello, el Padre Mier y Miguel Ramos Arizpe hacen antesala esperando que los reciba Iturbide. Ramos Arizpe dice a Mier (p. 33): “Acuérdate que uno de los dos verbos de la política es ceder…

“MIER: ¿Y el otro?

“RAMOS ARIZPE: Esperar…

“MIER: Pues ya llevamos tres horas haciendo política aquí. ¿Por qué no nos vamos?”

Y en la misma obra dice Santa Anna ante el Congreso (p. 73): “Errar es de humanos, señores; y robar, más”.

En “Kasperle o la trágica historia del doctor Fausto”, de Maribel Carrasco, se queja Caronte, el barquero de la muerte (p. 159): “Hoy día ya no hacen almas como las de antes”.

En “Fedra y otras griegas”, de Ximena Escalante, pregunta Fedra a Tiresias (p. 224): “¿Yo tengo un destino en mi cuerpo?

“TIRESIAS: Trabaja en ti como un reloj. Segundo a segundo cumples con él.

“FEDRA: ¿A qué hora llega?

“TIRESIAS: ¡Ah!, no te preocupes: es puntual.”

En “Güera es la patria (o los empleados insumisos nunca ganarán)”, de Édgar Chías, dice Ruvalcaba a Jim (p. 290): “Jimi, nosotros trabajamos para la gente. La gente, trabaja para nosotros, tal vez es más justo. Pagan sus chingados impuestos, la mitad se tira a la basura en campañas, de acuerdo, pero la otra es para que el aparato funcione, Jimi, y nosotros somos el aparato. Nosotros”.

En “Si una noche o algo así”, de Luis Enrique Ortiz Monasterio, dice el hombre a su mujer infiel, frente al miembro caído de un prostituto contratado exprofeso (p. 299): “Me cambiaste por una verga. Eso es lo que pasa. ¿De qué sirve el cariño? La confianza. Confiar en una perra mentirosa es tan estúpido como confiar en un anuncio de revista para jotos. Me cambiaste por treinta centímetros de verga. […]

“—Eso no mide treinta centímetros.

“—¿Te vas a hacer la matemática? ¿Esa es tu solución? ¿Ya se la mediste? […] Un hombre no es lo que mide su verga. Para que me entiendas. En los hombres honestos la verga se mide de la cabeza al cielo.”

En “Riñón de cerdo para el desconsuelo”, de Alejandro Ricaño, también se habla de infidelidad, de amar a quien no nos ama. Dice Gustave a Marie (p. 386): “Es ridículo, Marie. Todo este… asunto. Tú me amas, yo amo a Lucía, Lucía al vulgar irlandés y el vulgar irlandés tiene el corazón atascado en el culo. Debemos habituarnos a lo que nos toca. Tú, por ejemplo, Marie, eres como mi puta de consuelo. ¿Te gusta el título?”

 

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Hubo un hombre, cuya fama efímera fue el resultado de ser detenido borracho y alegar él que era influyente, que era “el hijo del presidente de la canaca”. Esa historia ridícula me llegó a la mente leyendo Los mitos de Cthulhu (Editorial Tomo, 2003), de H. P. Lovecraft, donde en “La sombra sobre Innsmouth” se habla de uno de los tantos pueblos de monstruos llamados “los canacos”. Tal vez de allí venía el borracho, pensé, y por eso murió atropellado muy poco después de decir que era hijo del presidente de la canaca (los canacos buscan siempre la oscuridad, la clandestinidad) y que lo habían amarrado “como un puerco”.

Lovecraft, como es sabido, es uno de los más importantes maestros del terror. A veces se distrae y escribe párrafos profundos, como éste de “La llamada de Cthulhu” (p. 43): “Sospecho que no existe en el universo mayor dicha que la incapacidad de la mente humana para vincular entre sí todo lo que ella contiene. Estamos morando en un islote de grata ignorancia, circundados por las aguas negras del infinito, y no nos está predestinado emprender largas travesías”.

 

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“El amor por la vida se contagia”, dice la joven doctora de músicos ancianos en Cuatro notas de amor (Quartet, 2012), primera incursión como director del gran actor Dustin Hoffman.

 

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Autobiografía, de Jorge Luis Borges (aquí lo llaman con su nombre completo: Jorge Francisco Isidoro Luis Borges), es el primer libro (eBook) que he leído en mi lector electrónico, regalo de mi querido amigo Sarelly Martínez. En la presentación dice que “escrita originalmente en inglés, con la colaboración de Norman Thomas di Giovanni, fue publicada por primera vez en 1970 en la revista The New Yorker”.

A uno de sus abuelos, cuenta Borges en mi eBook, lo mataron a los 41 años, con dos balas de Remington. “Fue la primera vez que esa marca de rifle se usó en la Argentina, y me fascina pensar que la marca que me afeita todas las mañanas tiene el mismo nombre que la que mató a mi abuelo”.

Su madre, ya viuda, dice Borges, aprendió a traducir e hizo “algunas de las traducciones de Melville, Virginia Woolf y Faulkner que se me atribuyen”.

Enumera sus primeras lecturas y luego dice: “Todos los libros que acabo de mencionar los leí en inglés. Cuando más tarde leía Don Quijote en versión original, me pareció una mala traducción”.

Y hacia el final dice: “Cada vez que leo algo que han escrito contra mí, no sólo comparto el sentimiento sino que pienso que yo mismo podría hacer mucho mejor el trabajo. Quizá debería aconsejar a los aspirantes a enemigos que me envíen sus críticas de antemano, con la seguridad de que recibirán toda mi ayuda y mi apoyo. Hasta he deseado secretamente escribir, con seudónimo, una larga invectiva contra mí mismo”.

 

Contactos: hectorcortesm@hotmail.com

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