El crimen y la nada
Casa de citas/ 230
El crimen y la nada
Héctor Cortés Mandujano
Leo Los muertos indóciles. Necroescrituras y desapropiación (TusQuets, 2013), de Cristina Rivera Garza. En uno de sus apartados (“Las poéticas de la O”) habla de dos libros (uno en inglés, otro en español) en los que los autores escriben ficciones usando exclusivamente una vocal por vez. Christian Bök publicó Eunoia que es, al decir del autor (p. 160), “la palabra más corta que, en inglés, contiene todas las vocales. Su significado es ‘pensamiento hermoso’ ”; en México, Óscar de la Borbolla publicó Las vocales malditas, que es de los dos el que he leído.
De inmediato me saltan a la cabeza un título con todas las vocales y cinco breves historias que usan sucesivamente sólo una vocal. Las escribo a troche y moche, aquí están.
Eustaquio
(el mujeriego)
1
Amar a Sara, amar a nada.
Sara, mal.
Sara = alas van, van, van…
Bah,
habrán más damas aladas,
más camas amadas.
2
Eres, Mercedes, célebres seres:
eres de sed, de ver, de tener, de perder.
Vuelve,
veme,
tenme.
3
Iris,
sí,
difícil sin ti.
4
Yolo:
Hoy soy oso.
O Sollozo.
Moro solo.
Voy mocho, choco, roto.
5
Ruth,
tu luz…
Tú, luz.
***
En una entrevista dice Juan Villoro que la movilidad de tiburón (dicen que hasta dormidos se mueven) que tenía Carlos Fuentes lo llevó a entregarnos libros poco recomendables, flojos; a esa estirpe corresponde Vlad (Drácula viene a México y el narrador pese a los colmillos, la mansión tenebrosa y los mil tics sabidos por todos jamás supone que sea un vampiro), que leí en eBook. Lo que más me llamó la atención de esta novela fue el epígrafe, porque al menos yo nunca había escuchado esta versión que Fuentes asume como “Canción infantil mexicana”:
“Duérmase mi niña, que ahí viene el coyote; a cogerla viene con un gran garrote…”
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Los griegos decían que el nombre es destino: elegir un nombre para un recién nacido era elegir su suerte. En El doble… ¿cómo funciona? (Editorial Rexconocerse, 2012), de Lucile y Jean-Pierre Garnier Malet, el protagonista, que es el propio Jean-Pierre, dice que (p. 159) “Caín, en griego, significa matar”. Con ese nombre qué se podría esperar de él; si además Abel, según Wikipedia, significa “aliento, nada, efímero”, el asunto estaba hecho. Qué buenos eran Adán y Eva para poner nombres: matar a uno y nada a otro.
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Dice mi admirado Jorge Drexler, en su canción “Corazón de cristal”: “Por la misma senda que el amor abrió, la pena camina”.
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En Ruda de corazón. El blues de la Mataviejitas (Ediciones B, 2006), de Víctor Ronquillo, no sólo se explora la vida de varios asesinos, especialmente de la famosa a la que alude el título, sino el abandono en el que están los ancianos: cualquiera puede acercarse a ellos con engaños y robarlos, matarlos.
Es, parece, por lo que dice Ronquillo, una actividad delincuencial a la que derivan quienes se dedican al asalto, al robo fácil. Cuando la noticia saltó a las primeras planas los técnicos en criminalística informaron que, para 2006, eran ya 33 las ancianas muertas (p. 15): “Trece murieron en el 2004, diez en 2005 y otras diez en el 2003”.
Juana Barraza Samperio fue vendida por su padre, a los doce años, a un hombre que la violó sistemáticamente y del que se presume tuvo su primer hijo; tuvo después dos más de dos hombres distintos. Se volvió luchadora, ruda, y se autodenominó “La dama del silencio”. El padre de su última hija le hizo ver lo fácil que sería robar a viejitas, fingiéndose enfermera o masajista o trabajadora de un programa de asistencia; el asesinato se dio por añadidura.
Tuvo cómplices y ayudantes, en varios momentos: una mujer, “la comadre Leticia”; un comandante de la judicial, “el comandante Núñez”, y un taxista, “el Frijol”, quien también fue su amante. Dejó sus huellas digitales en once crímenes y fue atrapada por su ansia, tal vez, de seguir burlando a la policía: ya tenía dólares suficientes hallados en la casa de su última víctima, ya sabía que la buscaban con base en un retrato hablado (tenía los recortes en su casa), ya tenía 48 años.
Dice Ronquillo (p. 129): “¿Se convirtió en asesina gracias a la impunidad con la que pudo actuar durante mucho tiempo? Impunidad que fue resultado de la ineficacia de las autoridades que no pudieron detenerla antes de que el número de ancianas estranguladas aumentara hasta llegar a cuarenta y nueve, desde 1998 hasta su captura el miércoles 25 de enero de 2005”.
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Dice Francisco Hernández en La isla de las breves ausencias (Almadía, 2009:49):
“Un pezón, a la distancia, es una isla.
Después de acariciarlo es un volcán.”
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