El aspecto económico del matrimonio igualitario

Igualdad

El dinero no lo es todo; ¡¡Pero como ayuda!! Dicta la sabiduría popular.

Y sí. Está presente en todas las decisiones personales y también las colectivas.

Con el dinero se resuelven las necesidades básicas y quienes logran cubrirlas pueden declararse satisfechas, quienes no las cubren, obviamente no lo estarán y a quienes le sobra; periódicamente se darán un gusto o varios.

Obviamente, quienes tienen un mayor nivel de ingresos tienen un mayor bienestar y pueden declararse satisfechas con su vida, pero eso no los hace personas plenamente felices.

El dinero incluso molda comportamientos sociales individuales, por ejemplo recordemos la cita de uno de los mejores economistas de todos los tiempos y célebre también por sus geniales e ingeniosas frases John Maynar Keynes:

“Si yo te debo una libra, tengo un problema; pero si te debo un millón, el problema es tuyo”.

 

Obviamente, mientras más alta sea una deuda, el acreedor buscará por todos los medios cobrar el adeudo, si este es alto; poco le preocupará al deudor renegociar el adeudo, esto será responsabilidad de quien presta.

Para evitar que el deudor se olvide de la deuda por impagable, el acreedor recurre hasta lo inimaginable para recuperar su dinero.

Esto explica por ejemplo el acoso de los despachos de cobranza. Y en ello juega un papel destacado la sicología.

Si a nivel individual el dinero es importante, a nivel colectivo lo es de igual o más importante sencillamente porque tiene un efecto multiplicador.

Es decir si el dinero circula, es porque en una sociedad aumenta el consumo, la inversión y el gasto público.

Mientras el dinero circule sin problemas, seguirá teniendo más y mejor efecto multiplicador y la función del Estado, en un modelo económico neoliberal, es vigilar que el efecto multiplicador del dinero sea efectivo y también generar las condiciones necesarias para que esto ocurra.

Ahora bien: si a nivel personal el dinero es importante porque resuelve las necesidades colectivas, pero no lo es todo, -como decíamos al principio de este texto- y si a nivel colectivo (macroeconómico para los economistas) el dinero debe y se tiene que garantizar su efecto multiplicador: ¿Cumplen todas las sociedades del mundo con la garantía de darle al dinero su carácter resolutivo y multiplicador?

 

Claro que no. No se cumple.

Por ello es evidente que hay sectores sociales que evidente sufren la pobreza, la desigualdad, la falta de servicios básicos y un sinfín de condiciones que laceran su vulnerabilidad social.

Pero incluso, existen personas que teniendo la posibilidad de crecer financieramente o que tienen un status social alto, no siguen progresando o desarrollando exitosamente sus capacidades (dirían los teóricos del desarrollo) para beneficio propio y/o colectivo, porque algo invisible pero latente los detiene.

Eso es la discriminación, el prejuicio, el racismo, la falta de tolerancia y el poco respeto a la diversidad.

Ello, aunque usted no lo crea tiene su propio costo económico al igual que lo tiene la corrupción y la impunidad.

En Alemania después de la II Guerra Mundial; Walter Eucken y Alfred Müller-Armack, economistas y sociólogos los dos, configuraron teóricamente lo que se conoce como la “economía social de mercado” que Ludwig Erhard (canciller entre 1963 y 1966) se encargó de instrumentar políticamente.

Eucken y Müller-Armack eran unos firmes convencidos de que el Estado no debería dirigir los procesos económicos, sino que debería estar encargado de crear las condiciones para que los procesos económicos se encaminen correctamente.

En otras palabras, eran los alemanes -y tal vez lo europeos- más convencidos que no es la mano invisible del mercado, sino el Estado el que debe crear las condiciones vía un buen marco regulatorio para que en cualquier país existan libertades económicas.

Es decir se conviertan en un lugar donde que cada quien pueda hacer lo que quiera hacer y solo tenga por obstáculos sus propias competencias y ansias de aprendizaje.

De esta manera, en un contexto global en donde es imperante la libertad económica, la discriminación, el racismo, la falta de tolerancia y el poco respeto a la diversidad son conceptos que no caben en las sociedades modernas, sencillamente porque atentan contra la libertad individual y obstaculizan el desarrollo personal.

 

Imaginemos:

¿Cuantos negros existen viviendo en países considerados de mayoría blanca?

¿Cuantos se asumen indígenas en un país donde la mayoría se considera mestiza o criolla?

¿En un país cuántos discapacitados pueden ser productivos laboral o intelectualmente y no se les otorga una oportunidad de ganarse la vida como se la ganan los demás?

¿Cuántos homosexuales viven en un país donde sus habitantes se consideran heterosexuales?

Todas las minorías anteriores, ¿son felices?

¿Aportan sus capacidades personales al 100 por ciento en países donde se necesita que todos aportemos a la misión de multiplicar el dinero y por ende la riqueza?

Todos ellos pueden estar satisfechos materialmente, pero le aseguro que no son felices.

Sufren lo que recientemente los americanos llaman “Minority stress” o estrés de las minorías.

Esta definición describe los altos niveles de estrés que presentan los miembros de grupos minoritarios estigmatizados y que según los economistas, sociólogos y sicólogos americanos es causado por diversos factores que sufren los grupos minoritarios como la falta de apoyo y comprensión social y el bajo nivel socioeconómico.

 

Pero en el fondo, quienes son especialistas en este tema dicen que es condicionado por el prejuicio y la discriminación que se traducen en estrés y que a la larga conduce a una mala salud mental y física.

El Minority stress tiene varios detractores, pero los estudios se centran en minorías raciales y sexuales. En ellos se han encontrado las mayores tasas de suicidios, drogadicción y enfermedades crónico degenerativas relacionadas con el estrés. Se han incluso elaborado estadísticas de los costos sobre el sistema de salud y las jornadas laborales perdidas por este tipo de problemas.

Por ello, si el Estado debe garantizar el bienestar individual, el efecto multiplicador del dinero; tiene que encontrar la fórmula de lograr la convivencia plena y respetuosa de las mayorías con las minorías, porque estas últimas también contribuyen a la economía y lo hacen muy bien si se les libera del Minority stress.

En Estados Unidos han entendido muy bien lo que tienen que hacer.

Por eso el presidente Obama impulsó ante la corte suprema de su país el proyecto para que dicha corte avalara en todo el territorio americano el matrimonio igualitario o entre personas del mismo sexo.

Con ello Estados Unidos se convirtió en el país número 20 del mundo que avala esta medida, pero además es el país más poblado que lo hace legal.

El asunto es que desde el 2003 y hasta antes de la aprobación nacional, más de 30 estados de la Unión Americana aprobaban esta medida en una lucha que empezó en 1970.

Más allá del triunfo jurídico, la comunidad homosexual de Estados Unidos estaba poco a poco gran protagonismo económico con los casamientos entre ambos sexos y los estados que lo autorizaban, elevaban su recaudación.

Por ejemplo, datos oficiales de las comunidades gay americanas refieren que la derrama económica continuará incrementándose; por ejemplo serán 111 millones de dólares que recibirá Massachusetts en cinco años por la medida de la igualdad matrimonial; en California la cifra se elevará a 684 millones y 2,200 puestos de trabajo, 1.2 millones adicionales recibirá Rhode Island, y así; cada estado americano comienza a realizar sus propias proyecciones.

UCLA dice que en tres años, los ingresos gubernamentales serán de 184.7 millones en ingresos fiscales y habrá 13 mil nuevos empleos en las economías de los estados. Además de que los beneficios indirectos serán de 2 mil 600 millones de dólares en los próximos tres años.

Estas cifras demuestran que se puede alcanzar el bienestar y la satisfacción personal y que ello también contribuye a generar riqueza colectiva, siempre y cuando abramos nuestra mente a aceptar al que consideramos diferente.

Si las minorías son productivas, la economía en general es más productiva y ello le conviene a todos, no solo a los que se consideran la mayoría dominante.

 

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

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