Definición de meme

Luis Miguel Valdés, La larga marcha de la humanidad, 2009.

Mi papá decía “Voy a hacer meme”. Lo decía después de tomar café y antes de entrar a su recámara. Meme era sinónimo de dormir. Y sí, ahora, los memes tienen esa función: nos mantienen adormilados. Los memes, que ahora son tan frecuentes en las redes sociales, funcionan como sedantes, nos adormecen. Es triste ver cómo medio mundo espera un suceso para, dos segundos después, realizar un meme, ingenioso, mordaz, irónico. Son las válvulas de escape que hoy contribuyen a que la sociedad no reflexione, no actúe.

¿De dónde mi papá sacó eso de meme como sinónimo de ir a dormir? No lo sé. Mi papá, hombre generoso y honesto, tomaba muchas palabras que los españoles usan con frecuencia. Debe ser porque el tío Víctor, un abarrotero exitoso, decía esas palabras. Mi papá siempre dijo: “Ande yo caliente, ríase la gente”. Mi papá nunca supo que este dicho proviene de una letrilla de Góngora y Argote. Mi papá tampoco se enteró que, en este siglo XXI, meme es una imagen acompañada por un texto que ridiculiza una determinada acción. El término es más complejo (según las teorías de la comunicación), pero nosotros (mexicanos después de todo) lo hemos banalizado.

La gente disfruta los memes. ¿Perdió la selección? ¡Va meme! ¿Se escapó el delincuente más buscado? ¡Va meme! Estos memes, entonces, funcionan de maravilla para la consolidación del Sistema. El hecho no es el distractor, el distractor y válvula de escape, es ¡el meme! Ante un hecho relevante, que exigiría una reflexión seria, aparece, como de la nada, un meme que hace polvo cualquier intento de análisis. El meme provoca risa, a veces alienta la carcajada. ¿El peso se devalúa? ¡Riamos! ¿El gobierno nos ahoga en ríos de corrupción? Riamos.

Mi papá jamás imaginó que “ir a hacer la meme” era sinónimo de continuar narcotizados. Mi papá, después de hacer la meme, se levantaba a las seis de la mañana, del día siguiente, y se ponía a trabajar, como siempre lo hizo, ¡con honestidad! Ahora, la mayoría de gente hace memes a cualquier hora y por cualquier motivo. Imaginar la escena es aterradora. Millones y millones de mexicanos, como borregos, con la cabeza gacha, caminan con rumbo al desfiladero. De vez en vez alguien toca una campana, los millones levantan la cabeza, leen el meme, ríen, dan balidos como si fueran piedras rodando por las laderas, bajan la cabeza y continúan su camino. El campanero infla la panza, mete los dedos gordos en los bolsillos del chaleco y ríe, ríe mucho. Él no duerme, él no hace la meme, jamás, él sólo “hace memes” para que los millones de cabras no se vuelvan cabrones.

El nazzi Gobbels y Adolfo Hitler jamás imaginaron el poder de los memes. Pero nosotros sí podemos hacerlo (por desgracia). Si ahora mismo, millones y millones de personas estuvieran siendo aventadas a los hornos, en los campos de concentración, júrenlo que más de dos estarían subiendo memes a las redes sociales. No faltaría el que diría: “Nosotros no necesitamos vomitar, somos bulímicos por naturaleza”. No sería causa de risa, pero millones y millones, darían balidos como si fueran piedras rodando por la ladera, y seguirían, felices, ante la pantalla de su computadora.

Y por hoy me despido. Disculpen, son las ocho de la noche y, como decía mi amado padre: “voy a hacer la meme”. Quédense ustedes con los memes, engendros paridos por mentes Gobbelianas y Hitlerianas.