Algunas reflexiones sobre la deuda griega
Son ya prácticamente cinco años en los que el mundo debate como salvar a Grecia del colapso económico y como acabar con esa pesadilla que no deja dormir a Europa entera.
En ese tiempo ha habido manifestaciones, violencia de estado contra la ciudadanía, ha caído un gobierno democráticamente elegido y ha ascendido al poder otra coalición gubernamental de tendencia izquierdista prácticamente inexistente hace un lustro.
El mundo se sacudió con el desplome de Wall Street en el 2008 y lo volvió a hacer en el 2009 cuando Grecia anuncia que sus cifras macroeconómicas no eran las correctas; es decir que las había falseado.
Tan pronto ocurre el anuncio, la comunidad financiera internacional duda de la solidez de las finanzas griegas y excluye al país cuna de la democracia occidental de los préstamos bancarios.
El asunto es que esta exclusión orilló a Grecia -un país de 11 millones de habitantes- a la bancarrota y al mundo a una nueva crisis financiera.
Pero el mundo tenía que tener dinero circulante para restaurar la confianza de los ahorradores, por eso la llamada “troika” -El Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea- emitieron el primero de los dos rescates internacionales para Grecia, que junto con el segundo otorgado tiempo después, suman 264,000 millones de dólares.
Los rescates vinieron con condiciones. La troika impuso una austeridad verdaderamente draconiana, lo que requiere profundos recortes presupuestarios combinados con un aumento de impuestos en un pueblo deprimido y ahogado por la crisis.
El asunto es que ni con el rescate Grecia salió de la crisis, su economía se redujo en una cuarta parte en cinco años, y el desempleo está por encima de 25 por ciento. Una cifra bastante escandalosa para un país con 11 millones de habitantes.
No salió Grecia de la crisis, porque el dinero de los rescates se utilizaron para pagar los préstamos contraídos con anterioridad y no para impulsar macro proyectos de inversión que alentaran la creación de empleo productivo e impulsaran la economía.
Es decir, los préstamos no tuvieron un beneficio tangible para el pueblo griego.
Ante esta situación el primer ministro griego, Alexis Tsipras dice que su país vive una crisis humanitaria. Pero sus acreedores creen que Grecia es un país despilfarrador y debe de pagar lo que ha gastado.
Finalmente se vencieron los plazos y no hubo acuerdo entre la “troika” y Grecia y claro está, sucedió lo inevitable: ese país no pagó el vencimiento de un crédito al Banco Central Europeo.
A cambio el primer ministro Tsipras convocó a un referéndum nacional para conocer si el pueblo griego aceptaba las condiciones de sus acreedores.
En su mayoría, los griegos dijeron que NO.
Lo hicieron porque estaban hartos de la austeridad que sufren desde hace cinco años y las negociaciones para encontrar una salida a una deuda impagable y a unos acreedores que quieren su dinero, continúa.
El asunto que resulto de hecho es un embrollo económico porque cuando los que prestan dinero -ya sean países, empresas o particulares- no pagan sus deudas a tiempo, están en default. Es decir es un cliente incumplido.
Si el deudor es un país o una empresa que se dedica a actividades estratégicas, las repercusiones para la economía del país deudor son graves y su falta de pago contamina a otras naciones.
Además de la profunda crisis económica en que está sumida Grecia, esto afecta también su entorno social y político y obstaculiza varios esquemas de pago:
Por ejemplo, en la Unión Europea el poder de decisión se distribuye en los 28 gobiernos nacionales, estos gobiernos deben entregar cuentas a sus habitantes y contribuyentes, los cuales de manera obvia no quieren que se utilice su dinero para rescatar a un país que acusan de despilfarrador.
Además de ese poder de decisión colectivo, habrá que tomar en cuenta que desde 1999 existe la moneda “euro” en 19 naciones europeas, pero cada presupuesto nacional está en manos de los políticos y los especialistas de cada país.
Otro asunto que dificulta el alcance de un acuerdo es que desde el inicio de la crisis helénica, los bancos internacionales y los inversionistas privados, vendieron sus bonos; por eso Grecia solo le debe a la “troika”. De manera que los bancos privados ya no son vulnerables a la crisis griega y la “troika” no tiene presión externa.
Por eso el riesgo de contagio mundial no es tan elevado; exceptuando claro está si eres un país en vías de desarrollo, porque los inversionistas se pondrán nerviosos y llevarán su dinero a los mercados de los países desarrollados donde la estabilidad económica y social asegura y garantiza una ganancia.
Eso explica la presión actual del dólar sobre el peso.
Ante ello, la clase política griega acorralada presiona en donde tiene que presionar; en evitar que la austeridad que plantean los acreedores siga ahogando a un pueblo que definitivamente en las condiciones actuales no podrá darle la vuelta a una deuda que se antoja imposible de pagar.
Los escenarios que se manejan para Grecia son varios; que puede abandonar el euro, que puede cobijarlo Rusia o China y que Estados Unidos presiona a Europa para lograr un acuerdo.
Fuera de la eurozona y con una nueva moneda ¿qué país confiaría en hacer negocios con ellos?
Sería menos traumático para Grecia; el mundo y Europa que la patria de Sócrates no abandone Europa.
Pero la experiencia griega tendrá de alguna manera u otra efectos macroeconómicos y microeconómicos que no tardaremos en ver; seguramente endurecerá los controles sobres los préstamos a una nación, a inversionistas y a personas; es decir los hará más estrictos.
Sencillamente porque en una operación de crédito siempre hay corresponsabilidad. El que presta debe estar seguro de la capacidad de pago de quien recibe el crédito y el que recibe los recursos debe de estar consciente de su capacidad de pago y de los sacrificios que tendrá que hacer para cubrir en tiempo y forma el crédito.
Probablemente ya no veremos en el mundo borracheras crediticias. Se acabaron los créditos irresponsables y también el endeudamiento irresponsable.
Una cosa si es bastante clara; el NO del referéndum le otorga al pueblo griego un bono de independencia hacia lo que viene, que lo necesitará, porque la austeridad que probablemente le imponga la “troika” será más draconiana que la que ahora sufre.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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