La crisis del sector educativo

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No soy dueño de la verdad absoluta; es más, creo que no existen verdades absolutas. Pero intento explicarme y explicar los acontecimientos sociales, políticos y económicos a partir de su observación y reflexión.

En ese tenor, explicar el fenómeno de la lucha magisterial es polémico porque depende mucho del punto de vista desde el que se analiza.

Los funcionarios gubernamentales lo explican -o lo entienden- desde el punto de vista institucional (aquel que dicta que el gobierno tiene la razón y que quien se opone será aplastado), los que hacen planeación observan la presión al gasto de la abultada nómina, los pocos resultados del estratosférico egreso en educación y la mínima capacidad de potencializar el gasto de inversión que impulse la infraestructura educativa.

Para los políticos, el magisterio es el culpable del atraso educativo porque los maestros carecen de preparación y más aún; se oponen a cualquier evaluación que acredite su capacidad laboral.

Los comerciantes y empresarios trinan de coraje cuando las marchas y plantones amenazan la imagen de sus negocios y los bloqueos desaminan a la clientela salir de sus casas para realizar compras; porque ello evidentemente se traducirá en pérdidas monetarias para sus negocios y el probable cierre o despido de empleados.

Los trabajadores se indignan ante el caos urbano de las marchas y plantones porque seguramente es más difícil llegar a su centro laboral con una ciudad en caos por las acciones magisteriales.

Que decir de los padres de familia, a quienes se les trastoca el esquema laboral y familiar diario antes de las vacaciones obligadas.

Pero los luchadores sociales seguramente se alegran de la capacidad de movilización magisterial y de la forma como le arrancan concesiones a los sucesivos gobiernos.

Algunos más reconocen el caos que se genera con las acciones magisteriales, pero celebran que los maestros hagan válido su derecho a la protesta; cuando casi ningún otro gremio o asociación lo realiza de manera permanente.

Todas estas opiniones tienen un poco de razón, y la tienen porque el problema magisterial es complejo. El sector magisterial en Chiapas, Guerrero, Oaxaca y un poco Michoacán es altamente cohesionado y lo es en torno a la disidencia, es decir no al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) sino a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE); por eso sus acciones tienen un alto impacto político. Nótese que estos estados son los más pobres de la República.

La lucha de la disidencia magisterial se incuba en Chiapas hace 36 años cuando la irrupción de PEMEX en el norte del estado trastoca las relaciones económicas encareciendo el costo de la vida y ampliando la brecha de la desigualdad social.

De entonces a la fecha los maestros dejan de tener un salario pobre y a la fecha tienen uno más o menos digno (si se compara con el de otros sectores sociales de un país donde predominan las actividades informales, es decir; donde muchos de sus habitantes viven al día).

Tienen además el incentivo de heredar la plaza y disfrutar de una pensión; -algo de lo que muchos mexicanos no podemos presumir de heredar o de disfrutar- por lo tanto el aumento salarial anual está garantizado.

Es cierto, 36 años después de la incubación de la lucha magisterial las condiciones monetarias del magisterio están mejor y las conquistas del gremio son indiscutibles.

Siguen protestando entre otras cosas porque el deterioro de la vida no se ha detenido y son un gremio con capacidad de movilización.

El problema es que los dineros con los que se les paga son públicos; -es decir de todos los mexicanos, quienes además exigimos una educación de calidad- y por tanto el gobierno debe y puede incidir sobre los temas educativos; porque un sistema educacional eficiente es el soporte básico para la modernización de un país.

 

Entre los intentos gubernamentales por incidir en el sistema educativo, y la defensa de los intereses y conquistas gremiales, el asunto se complica.

El gremio no cede y el gobierno negocia porque el sindicato es demasiado grande.

Hasta finales de la década de 1980, el sistema educativo mexicano se centraba en el rol enseñante del magisterio, pero a partir de la década siguiente, aparecieron en el lenguaje magisterial temas como calidad, eficiencia y rendimiento; es decir aspectos que abarcaron no solo el rol enseñante, sino también las condiciones en las que se enseña y también las condiciones mismas de quien aprende.

De esta manera, culpar al magisterio de la pobreza de la enseñanza mexicana es ver solo un lado del problema, lo es también el gobierno federal mexicano y los estatales quienes no asumen a totalidad su parte que le corresponde en asuntos como por ejemplo el desarrollo de la infraestructura educativa.

Los maestros, no son los culpables de la crisis del sistema educativo mexicano, ni deben ser los chivos expiatorios del sistema; o en su caso no son los únicos culpables, es el gobierno el que ha abandonado sus obligaciones para con la educación por ejemplo en materia de infraestructura.

Este abandono de responsabilidades educativas por parte del gobierno, ¿Atenta contra el necesario rasgo liberador de la educación como diría Freire?. Recordemos que podremos estar contra ellos; pero al menos el magisterio disidente dice que asume el compromiso de ser parte del cambio social.

 

De manera que los maestros no son los culpables de la crisis educativa, o por lo menos no los únicos culpables. Sin embargo, siendo tantos nos podemos preguntar ¿porque no han logrado construir un proyecto de educación alternativa como lo pregonan en sus marchas y bloqueos?.

No creo que sea falta de capacidad, más bien puede deberse a que necesitan a Némesis para confrontarse, es decir al gobierno a quien le echan en cara su falta de compromiso con una educación liberadora.

Ahora bien, es innegable que el contexto mundial en el que vivimos es de competitividad y productividad, y lo es en muchos sentidos.

Si no hay productividad no hay competitividad y para conocer quien es o no es productivo es necesario evaluar su desempeño laboral. Esto sucede con todos los trabajadores en todos los sectores económicos en mayor o en menor escala, aunque muchos no nos demos cuenta.

El taxista si no lleva la “cuenta” es despedido por el patrón. Si el empleado no llega a tiempo a cubrir la jornada laboral, acumula faltas y las reiteradas representan la posibilidad de no seguir siendo contratado y así en cada situación y en cada trabajo.

El magisterio se niega a la evaluación o al menos no la acepta en los términos que le dicta el estado, alegan que los exámenes son estandarizados y no toman en cuenta las diferentes condiciones de cada entidad ni de cada región.

A los que se niegan rotundamente a la evaluación, si vivieran en un país comunista y se negaran a evaluarse, probablemente los responsables de evaluarlos los acusarían de traidores a la patria y tendrían cárcel o paredón.

Si vivieran en Estados Unidos o Inglaterra, lugares donde la “meritocracia” es una realidad, probablemente sus esperanzas de mejorar económicamente quedarían canceladas para siempre.

Quienes no se oponen, pero exigen condiciones especiales porque la evaluación es estandarizada, lo que tendrán es que se seguirán evaluando eternamente de manera especial, porque los problemas externos -que también impactan a la educación- son de pobreza y marginación y ello seguirá existiendo y no se ve para cuando un estado como Chiapas salga de esa trampa de la pobreza.

Es decir, la evaluación es necesaria y urgente. Pero también el gobierno debe evaluar su desempeño en materia de política educativa, por ejemplo en infraestructura. No solamente el magisterio debe estar obligado a evaluarse.

En ese sentido; ¿Evaluar para qué? Si el Estado no cuenta con un modelo educativo en donde los mexicanos verdaderamente aprendamos y lo hagamos en condiciones dignas.

El magisterio no es el único culpable del desastre educativo mexicano (últimos lugares de la OCDE), lo es también el gobierno mexicano que no encuentra un proyecto educativo de calidad y que solo busca someter a un poder fáctico como lo es el magisterio.

Al final de cuentas el conflicto se arreglará como se arreglan muchas cosas en México, con carretadas de dinero, porque en política como dicta la tradición mexicana: todo lo que se puede arreglar con dinero es barato.

Lo urgente, lo de fondo, la búsqueda de una educación transformadora, quedará postergada y ahí las Némesis (gobierno y magisterio) comparten la culpa.

Twitter: @GerardoCoutino 

Correo: geracouti@hotmail.com

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