Emilio, el ilegítimo; Chiapas, voto del hambre
Emilio Salazar Farías ganó en el Distrito Electoral IX (Tuxtla-Oriente) con el 42 por ciento de la votación válida emitida, producto de la suma de los votos registrados a favor del PRI, del PVEM, o de la alianza de ambos. Sin embargo, el empresario y político expriísta y expanista, no debe vanagloriarse. Aparentemente, el exdiputado local arrasó en los comicios federales en un distrito de la capital chiapaneca, pero lo cierto es que será el diputado más ilegítimo del estado (y habría que ver si no uno de los más rechazados del país). En la demarcación donde triunfó el que se hacía fotografiar entre multitudes, se registró el más alto abstencionismo (71%) y el más alto porcentaje de votos nulos (12.75%). De casi 86 mil votos depositados en las urnas, incluidos los sufragios anulados, sólo obtuvo 36 mil, ni la mitad de los que alcanzó en el Distrito VI (también de Tuxtla), su compañera de partido Sasil de León Villard.
Pese a la profusa propaganda electoral desplegada y no obstante el respaldo gubernamental en medios, Emilio Salazar fue también el candidato menos rentable, pues de los 12 aspirantes del PRI-Verde fue el que menos votos aportó a esos partidos con sólo 3.5 por ciento. Obtuvo 19 mil votos menos que Samuel Chacón (Tapachula) y 25 mil votos menos que Diego Valera (Tonalá), los otros dos candidatos con menor votación recibida. Comparado con Leonardo Rafael Guirao Aguilar (Palenque), el que más sufragios recibió en la jornada del 7 de junio, la diferencia abismal es de 66 mil votos.
¿Qué legitimidad política y social puede tener un diputado que sólo logró captar el respaldo del 12.5 por ciento de la lista nominal de electores que asciende a 293 mil 436 ciudadanos con credencial para votar? ¿Defenderá en el Congreso federal los intereses de esa desencantada mayoría de tuxtlecos a los que no convenció o promoverá sólo los de aquellos que le dieron la candidatura? El caso de Salazar es uno de los ejemplos más emblemáticos de nuestra tullida democracia. Ganó por abanderar a los partidos en el poder, por la inercia del voto duro y por la compra e inducción del sufragio con recursos públicos. Por más que intentó hacerse pasar como un candidato popular, la mayoría de la gente lo rechazó, no pudo conectar con los ciudadanos porque nunca ha estado cerca de ellos. Emilio se irá tres años a disfrutar de los privilegios de legislador y esa distancia no disminuirá.
A pesar de haber ganado la curul, el diputado deja una derrota simbólica al Partido Verde Ecologista de México y al Partido Revolucionario Institucional. Lejos de aportarles una inercia positiva para las elecciones locales del próximo mes, les hereda un déficit que puede resultar perjudicial en los comicios para alcalde y diputados locales. En el sector oriente de la ciudad, la raquítica victoria de Salazar deja un filón de votos muy apetecible para la oposición partidista o los candidatos independientes que buscan romper la hegemonía PRI-PVEM apelando a una ciudadanía crítica e inconforme con los actuales gobernantes de la capital.
Salazar recibió su recompensa política por su abyección con los gobernadores en turno, a cuyas órdenes e intereses se ha plegado con vehemente convicción desde el Congreso o el gobierno municipal; seguramente tiene el beneplácito del grupo gobernante pero no el respaldo de los tuxtlecos.
EL VOTO DEL HAMBRE.- La naturaleza fraudulenta de la elección puede observarse con nitidez en la circunscripción federal de Bochil. Ahí se registró la más alta afluencia de electores, 59 por ciento de la lista nominal, 12 puntos arriba del promedio de participación nacional y 13 puntos superior a la estatal. La alianza gobernante (PRI-PVEM) obtuvo ahí 77 por ciento de los votos emitidos. Uno podría inferir que semejante interés por acudir a las urnas se daría en zonas urbanas donde hay ciudadanos mejor informados, participativos y habituados a los ejercicios democráticos; sin embargo, resulta que ese comportamiento electoral se registró en el II Distrito de Chiapas, el cual está localizado en la zona de los Altos y está conformado por los municipios de Aldama, Bochil, Chalchihuitán, Chapultenango, Chenalhó, Francisco León, Huitiupán, Ixhuatán, Jitotol, Larráinzar, Ocotepec, Pantelhó, Pantepec, Pueblo Nuevo Solistahuacán, Rayón, San Andrés Duraznal, San Juan Cancuc, Santiago el Pinar, Simojovel, Sitalá, Tapalapa y Tapilula, 14 de los cuales están considerados entre los más pobres del estado. Este inquietante fenómeno tiene una sencilla explicación: triunfó el voto del hambre, la compra del voto, el sufragio clientelar asegurado a través de los programas “sociales” que no son otra cosa que limosnas gubernamentales materializadas en despensas e insignificantes apoyos para la gran masa de chiapanecos en la pobreza.
Y esos votos fueron comprados con el dinero nuestro. Igual sucedió con todos los candidatos de esta delincuente alianza.Los ciudadanos conscientes de su voto, nunca darían el suyo a estos bucaneros de la política