El cine argentino de Cortázar
Casa de citas/ 226
El cine argentino de Cortázar
Héctor Cortés Mandujano
Mi obra de teatro Azar ha sido publicada por la editorial Azul Turquesa, que dirige la también dramaturga Damaris Disner. Esta es la segunda obra publicada por esta editorial y será presentada, en su formato de libro, el próximo jueves 2 de julio, a las 20 horas, en la Galería Rodolfo Disner (4ª. Norte Poniente 342) con las intervenciones de Jorge Zárate, Hilda Jiménez, Damaris Disner y el autor, moderados por María Eugenia Meza.
La obra, por otra parte, se presentará en La Puerta Abierta (4ª. Oriente Norte 542) el próximo viernes 3 y sábado 4 de julio, a las 20 horas. Los esperamos.
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Leo el Ebook Historia secreta de una novela, de Mario Vargas Llosa, donde cuenta la realidad que hay detrás de su gran ficción La casa verde, que trascurre básicamente en dos ámbitos peruanos: el desierto y la selva; en una de las experiencias personales que narra esta historia ya no secreta se enfrenta con actos de barbarie que hacían “patente el atraso, la injusticia y la incultura de mi país”, y al mismo tiempo se da cuenta de algo capital para su trabajo literario: “Por ese tiempo empecé a descubrir esta áspera verdad: la materia prima de la literatura no es la felicidad sino la infelicidad humana, y los escritores, como los buitres, se alimentan preferentemente de la carroña”.
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También en mi lector electrónico disfruto con el Ebook Atlas, de Jorge Luis Borges, con María Kodama, que es un resumen de sus múltiples viajes. Cito completamente “El desierto”, uno de sus breves textos perfectos: “A unos trescientos o cuatrocientos metros de la Pirámide me incliné, tomé un puñado de arena, lo dejé caer silenciosamente un poco más lejos y dije en voz baja: Estoy modificando el Sahara. El hecho era mínimo, pero las no ingeniosas palabras eran exactas y pensé que había sido necesaria toda mi vida para que yo pudiera decirlas. La memoria de aquel momento es una de las más significativas de mi estadía en Egipto”.
En muy famoso el primer poema que con el título “Los dones” escribió Borges; como en sus cuentos, repitió el tema, con variaciones, y en Atlas hay otro poema con título semejante; de allí me sedujo esta línea dicha, supongo que para sí, en tercera persona: “Le fue dado el amor, cosa terrible”.
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Recibo desde hace tiempo en mi correo, cosa que agradezco, la revista electrónica Topia, un sitio de psicoanálisis, sociedad y cultura, editada en Argentina. Regularmente leo algunos de sus artículos, que son irreprochables en cuanto a escritura y contenido.
En su número correspondiente a noviembre, 2013, “Tramas actuales del amor”, me hallé con un texto de Héctor J. Freire titulado “Cortázar a través del cine”. Pensé que de nuevo iba a referirse, como muchos, al ya manido asunto de la película Blow Up (1966), de Antonioni, basada en el cuento “Las babas del diablo”, de Cortázar. Y no.
Freire habla primero del matrimonio mal avenido entre la literatura y el cine, y en el apartado que llama “La experiencia local” aparece el nombre de alguien de quien yo no recuerdo haber oído antes, en este desconocimiento que en América Latina existe sobre los creadores locales: Manuel Antín, quien “durante la primera mitad de los años sesenta […] realizó la ‘trilogía cortazariana’, basada en cuatro cuentos del autor: La cifra impar (1961), sobre el texto Cartas de mamá. Circe (1963), sobre el cuento del mismo nombre. Intimidad de los parques (1964), trasposición de dos relatos: Continuidad de los parques y El ídolo de las Cícladas”.
Vi las tres películas casi al hilo (están gratis en YouTube) y una entrevista con el director, quien además es novelista, poeta y dramaturgo, y actualmente, según Wikipedia, director de la Universidad de Cine, en Argentina, que fundó en 1991.
Antín dice que hizo estas películas, y otras, por admiración a los autores; que para no plagiarlos decidió reescribirlas en imágenes, en cine; dice también que más que influencia de otros cineastas la suya es una influencia literaria, es decir, sus filmes buscan ser literarios. Y eso, me parece, hace que su trabajo tenga una impronta personal. Por ejemplo, y esta es una de sus constantes, los personajes salen o entran en una puerta en una repetición de tres o más veces, o con una o más variantes; también conversan y parecen estar en un mismo lugar, pero no es así (en La cifra impar, las escenas que parecen continuas están filmadas en París y en Buenos Aires; en Circe en las salas de dos casas distintas, por citar dos de muchos ejemplos); parecen estar en el mismo tiempo y no es así (como en el caso de La intimidad de los parques o de manera mucho más acentuada en Circe, donde la protagonista habla con uno de sus novios muertos y le contesta el novio vivo, o está preparando un regalo mientras canta y el novio ya tiene entre las manos el regalo mientras ella sigue cantando: tiempos simultáneos, actos sucesivos. “Pero si siempre es la misma vez”, dice Delia, la protagonista).
No pienso que siempre acierte con estas mezclas de escenas repetidas, tiempos y lugares. Aun así, que lo haya hecho me parece un gran ejercicio de libertad, un buscarle tres patas al gato, un modo de encontrar su propio estilo narrativo. Me gusta.
Lo otro tiene que ver con los finales. La cifra impar es la más convencional es esto (y es la que más éxito crítico y de público ha tenido, es más “limpia”); Circe, en donde por cierto el propio Cortázar es coguionista, y La intimidad de los parques no terminan cuando formalmente deben (en la resolución digamos, en el final redondo), sino con escenas agregadas que corresponden al antes del final; si las hubiera quitado habría tenido más éxito: qué bueno que no lo hizo, aunque incluso a mí me parece que desdibuja los finales para el espectador que no conoce los cuentos. En fin, conocer a Antín me ha encantado.
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De joven leí Siddartha, Demian, Bajo la rueda, El lobo estepario… de Hermann Hesse, Premio Nobel de Literatura 1946; muchos años más tarde, por recomendación de un amigo, me escabeché una novela genial: Narciso y Goldmundo. Siempre creí que este hombre era espiritual, alejado de las pasiones humanas hasta ahora que leo Fabulario (Editorial Tomo, 2004) y me enteró que se casó tres veces y que en la adolescencia (p. 5) “intentó suicidarse por una pena de amor”.
Fabulario es una colección de relatos. En “Los dos pecadores” dos hombres se retiran del mundo para alcanzar la paz, pero deben ir a la ciudad para abastecerse y allí uno de los dos se halla una mujer, quien le dice (p. 34): “Dame una de tus monedas y te mostraré mi belleza. Pero si me das las dos podrás acostarte conmigo.
“Aquellas palabras fueron para aquel hombre, acosado por los deseos, como un cálido viento del desierto. Desde el momento en que aquella zorra le acarició la mano y acercó los ojos a los suyos, no pudo pensar ya en nada más. Tembloroso le dio sus dos monedas…”
En “La muerte del hermano Antonio” escribió esta imagen clara, dicha por el hombre moribundo (p. 82): “Yo soy ya un vaso quebrado, por cuya incurable rajadura se escapa mi vida”.
De “El narrador” es esta confesión (p. 125): “Yo no tenía ninguna experiencia y no sabía que todos en el amor, aun el más afortunado, necesariamente comienzan por un fracaso”.
En “El enano” un hombre cuenta una historia (p. 139), “historia de fidelidad e infidelidad, amor y muerte, cosas de las cuales tratan, a la postre, todas las aventuras e historias, así viejas como nuevas”.
En “una noche en casa del doctor Fausto”, cuento de 1927, los protagonistas van al futuro y escuchan música (p. 168), “una música en verdad indecorosa, perversa, extrañamente indecente”; los instrumentos “aullaban y chillaban con gran furor” y el cantante “más que cantar, aullaba palabras o versos”; uno de ellos dice: Es (p. 169) “nuestra descendencia […] la que emitirá esos espantosos alaridos y recitará esos idiotas versos tan absolutamente incomprensibles”.
En “Interior y exterior” un hombre explica a otro (p. 252): “Invoca al pasado, invoca al futuro: ambos están en ti. Hasta hoy fuiste esclavo de tu interior. Aprende a ser su señor. Eso es la magia”.
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