La tierra de los sueños
Muchas veces fui a recolectar leña en una montaña muy próxima a mi pueblo. En ese pequeño resguardo de árboles me daba el gusto de seleccionar de las ramas secas del chinte’, del xinichte’, del pomos, y del ch’ixte’, árboles que, según mi mamá, eran muy buenos para combustible, porque arden bien y dejan mucho carbón que sirve para cocer las tostadas. Ese pequeño bosque se encontraba en tierras comunales y, como son comunitarios, muchas personas entraban y salían sin problemas para recolectar leña y también para recolectar frutas o plantas que crecían de manera silvestre como el itaj, el xekol, el ch’aben que los ocupaban para comer.
Algunas veces, formábamos pequeños grupos de niños para ir por la leña, preparábamos la carga, y después recolectábamos las frutas silvestres que se daban en aquel lugar. En muchas ocasiones también las juntábamos y las llevábamos a la casa para compartirlas con nuestra familia, o simplemente nos metíamos al interior del bosque para jugar, porque en aquella montaña todavía existían muchos árboles con los cuales se podía jugar al escondite o a las competencias de quien subía más rápido a un árbol. Algunos años después, los bosques se fueron alejando del pueblo, y cada día fue más difícil conseguir leña. Eso porque algunos campesinos empezaron a cercar las tierras y otros tiraron árboles para cultivar pasto que serviría de alimento del ganado: su intención no era otra que la de privatizar las tierras comunales.
Las Tierras Comunales son un espacio geográfico muy importante para nosotros. Mi abuela me contaba que «las tierras comunales del pueblo fueron compradas a la corona española en Guatemala por ahí entre los 1700, en ese entonces se pagaron con monedas de oro. Todos tuvieron que aportar con algo para pagar las tierras». Pero, por muchos años no me quedaba claro del por qué mis ancestros compraron esas tierras aun siendo de ellos. Años después mi abuela me contó que sus antepasados ya vivían en esos territorios, pero para librarse de posteriores despojos y para tener donde trabajar, la tuvieron que comprar, aun siendo de ellos esas tierras pedregosas y montañosas, que los ricos en ese momento no le veían mucha utilidad.
Como nadie quería esas tierras, eso ayudó para que mis antepasados las lograran comprar y así poder permanecer en esos territorios. Lamentablemente, años después los ricos se dieron cuenta de que sí son buenas tierras. Fue cuando inició todo el proceso de despojo y hasta la fecha tratan de quitárnoslas. Así, me ha tocado ver muchas movilizaciones para detener el despojo, y ahora por los posibles saqueos de los recursos que guarda en su vientre. Durante la recuperación de las tierras, se han muerto muchas personas. Han matado niños, mujeres y, hasta la fecha, se encuentran desaparecidas algunas personas, entre ellas estudiantes que apoyaban el movimiento. Los maestros rurales que apoyaban la lucha del pueblo también fueron asesinados por los ricos, que ahora los hijos de ellos ocupan los puestos políticos del Estado.
Durante mi infancia, el vivir dentro de un territorio comunal fue lo mejor que me ha pasado, porque me sentía libre e íbamos a cualquier lugar y a cualquier parte con mi abuelo. No tuvimos que atravesar cercos ni tuvimos que cruzar propiedades privadas, solo terrenos llenos de milpas y montañas donde de pronto asomaban los señores o niños con machetes en mano trabajando la tierra, pizcando el maíz, recolectando el fríjol o la calabaza. Hasta algunas veces cuando iba con mi abuelo, regresábamos cargando calabaza, leña, frutas o alguna otra cosa que nos obsequiaban los campesinos o la misma madre tierra.
En estos últimos años, gracias a las reformas realizadas por los diputados y senadores, hemos padecido muchos problemas y conflictos al interior de nuestras comunidades. Algunos de ellos generados directamente por los programas sociales, que son manejados en campañas políticas o para controlar a la población. Así, con esos engaños, el Estado ha tratado de que las tierras se privaticen, utilizando los programas PROCEDE y después el FANAR, ofreciendo apoyos económicos, proyectos ganaderos, o apoyos agrícolas, todo eso con la intención de entrar al juego de la privatización. Todas estas acciones tienen un objetivo: dar libre acceso a las empresas mineras que el gobierno ha concesionado, en algunas partes, hasta por 50 años. Y ahora con las nuevas leyes que se plantean para el manejo del agua, posiblemente nos quitarán derechos de ese vital y sagrado liquido que justamente se encuentran en ese mismo lugar donde se han concesionado las minas.
Lo único que mantiene mi esperanza es que el pueblo siga manteniendo su propiedad comunal, que se mantengan unidos, que mantengan sus asambleas comunales, su organización tradicional, de no confiar en los partidos políticos, de no dar entrada a los programas de privatización de la tierra, de que la gente siga sembrando sus alimentos: el maíz, la calabaza, el chile, el fríjol y otros productos que se dan en esa tierra. Es importante también dejar de consumir los productos que las empresas venden, aunque sea difícil por que ya nos acostumbraron, pero será necesario regresar a la coa, al azadón, al machete, al trabajo en colectivo, al trabajo comunitario.
Por eso mis abuelos pensaron que las tierras son libres, es la Madre Tierra. Ella es la que nos da de comer. En su vientre sembramos nuestros alimentos. En su pecho es donde vivimos. La tierra al igual que el maíz tiene más de cuatro colores. Al menos en mi pueblo, tenemos los cinco colores de la tierra y son sagradas: ch’ul sakil lum, ch’ul tsajal lum, ch’ul ik’al lum, ch’ul k’anal lum y ch’ul yaxal lum. El ch’ul yaxal lum, que es el color verde o azul es la matriz, el centro de la vida y es la que nos conecta con el cielo, es el símbolo del fogón, del ombligo, del corazón, porque…
La Madre Tierra es protectora de los justos
Salmo I
Alegre su corazón la persona que no sigue la consiga de los políticos
Que no come de sus tortas ni bebe de sus refrescos
Que no recibe su gorra, que no recibe su despensa.
Alegren su corazón las personas que cuidan de su hermano:
que luchan por su pueblo, que exigen la justicia
que se respeten los derechos sexuales, los hermanos afrodescendientes.
Alegren su corazón las personas que tienen sueños y sed de amor
Los que cuidan la Madre Tierra, los que cuidan el agua
Los que piden libertad, justicia y dignidad
Serán como una ceiba en plena flor.
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