Discriminación a indígenas: doble moral de la clase política

 

Habitantes de los pueblos originarios, Chiapas. Foto: Moysés Zúñiga Santiago

Habitantes de los pueblos originarios, Chiapas. Foto: Moysés Zúñiga Santiago

 

Las expresiones de racismo hacia los indígenas por parte del presidente del Instituto Nacional Electoral, revelan una triste realidad: la discriminación persiste y permea en todos los niveles, estratos sociales y formación educativa. Refleja, además, la doble moral frente a los indígenas, que se manifiesta en varios niveles, pero en particular en la clase política.

Veamos si no. Seguramente muchas personas han vivido la experiencia de ver que algunos hoteles, restaurantes, agencias de viajes, universidades, oficinas de gobierno, entre otros, suelen adornar sus espacios con pinturas o fotografías de indígenas. Una indígena frente al telar, otro cargando leña, lacandones posando, niños o niñas en harapos, pidiendo limosnas, en fin, una variedad de imágenes con que se pretende sugerir que los indígenas están presentes, se les admite en la sociedad.

Ahora también pretende imponerse como moda el vestido indígena, aunque esto represente una apropiación de la cultura. Algunas personas pretenden mostrarse bien fashion con una camisa, blusa o vestidos indígenas. Una señora, que se caso hace poco, presumía que su vestido de novia había sido bordado por indígenas.

Pero la realidad es otra. De la pared a la vida real, las cosas son muy diferentes. En los hoteles y restaurantes los indígenas no tienen un lugar, pueden estar en harapos en la fotografía o pintura que adorna el lugar, pero no pueden entrar tal cual son a estos espacios, no se les permite cruzar la puerta. A las universidades tampoco entran los indígenas, si no, veamos cuántos están en ellas. Bueno, si pueden entrar a una, a la UNICH.

En las oficinas de gobierno, la situación es aún peor. Atender a los indígenas representa un sacrificio para el funcionario. Para comenzar la comisión de indígenas debe ser mínima, siempre en español, nunca he presenciado una audiencia en palacio de gobierno, en que se cuente con interprete. Ahí tienes que hablar español, o no hablas. Además, en cuanto termina la audiencia, el funcionario corre a lavarse las manos, aplicarse todos los geles antibacterianos que sean posibles y a purificar la sala de juntas.

En la vida diaria, el racismo y la discriminación afloran de múltiples formas. Frunciendo la nariz ante el olor diferente, del que llega del campo, de la marginación; burlándose de quien, no siendo su idioma materno, intenta hacerse entender en el idioma dominante con el cashlan; puerilizando el trato con los indígenas o tuteándose con el anciano indígena, aunque este sea una autoridad en su comunidad; utilizándoles para escenografías políticas, y más recientemente para bodas; marginándoles de la distribución de los recursos públicos; negando el reconocimiento a la forma propia de organización política, a sus formas de administrar justicia.

Son tantas y tan sutiles las formas en que se manifiesta la discriminación y el racismo, que el episodio de Lorenzo Córdova, presidente del INE, resulta claramente explicable: es una expresión más del racismo de un funcionario público con doctorado en Italia, que protestó cumplir con la Constitución mexicana, incluyendo los artículos primero y segundo, que establece los derechos humanos de todas las personas, prohibición de discriminación y la composición pluricultural de la nación mexicana.

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