Definición de pretexto
El pretexto es, de acuerdo con la definición del diccionario: “motivo que se alega para excusarse de no haber ejecutado algo”. El pretexto es, por lo tanto, la puerta de escape del incumplido. El pretexto es una excusa, la mayoría de veces ¡es una mentira!
El maestro Juan tiene una libreta llena de pretextos que los alumnos dicen cuando llegan tarde o no llegan. De este muestrario, dos han llamado mi atención. Uno le sucedió al maestro Juan. El maestro le preguntó a Alicia por qué no había llegado el día anterior, Alicia, la niña de diez años dijo:
–Porque me quebré la pierna –y se levantó el pantalón y mostró su pierna vendada.
–Ah, te quebraste, ¿y por qué hace rato saltabas en la cancha?
–Bueno, maestro, lo que sucede es que mi papá siempre nos ha dicho que los Gómez nos doblamos, pero no nos quebramos. Así que yo, al ver mi pierna quebrada le dije: a ver, vos sos Gómez o no. Definite de una vez, porque los Goméz nos doblamos, pero no nos quebramos. Así que mi piernita, como es Gómez, está como nueva.
El otro pretexto que llamó mi atención fue el de María, alumna del primer grado de primaria. La niña de seis años llegó cuarenta minutos después de la entrada a clase. El papá se disculpó con la maestra. Su pretexto fue un hecho real, dijo que se les había hecho tarde, porque, a la hora de abrir la cochera, un carro estaba estacionado frente a la puerta. El papá perdió tiempo tratando de ubicar al dueño del auto, al final debieron tomar un taxi. María entró, se sentó en su pupitre, abrió su mochila y sacó el libro de lecturas que el grupo leía. La maestra se acercó para ver si María estaba en la página correcta y la niña pensó que debía explicar su tardanza. “Lo lamento mucho. Es que ya estábamos a punto de salir cuando mi mamá me dijo que estaba manchada. Me vi y noté que ya me había llegado la menstruación”.
Hay pretextos que son creíbles y otros son increíbles. Es clásico el pretexto jocoso del empleado que en dos ocasiones ha “matado” a su mamá como justificación de una ausencia laboral. Asimismo es disfrutable la anécdota que aparece en un cuento de Eduardo Galeano. El autor cuenta que en una ocasión, don Gastón De la Vega se paró y golpeó el escritorio a la hora que Godofreda, la encargada de la limpieza de la oficina, limpiándose los ojos con una punta de la bata, dijo que le perdonara la ausencia del día anterior, que no llamó por teléfono para pedir permiso porque había perdido el habla. ¿Qué dices?, preguntó don Gastón y volvió a golpear el escritorio. Le dijo a Godofreda que inventara otro pretexto. Entonces, la muchacha se llevó las manos a la garganta. Don Gastón ya no pudo tolerar esto. Estaba a punto de golpear de nuevo el escritorio, pero su coraje se diluyó en un ataque de risa. Ahora vas a decir que de nuevo enmudeciste, ¿verdad?, le dijo a la mujer y la agarró de un brazo. La mujer abría la boca y, con las manos, señalaba que, en efecto, había vuelto a perder el habla. Don Gastón llamó a su secretaria por interfono y cuando ésta entró le pidió que retirara a Godofreda, pero la secretaria se llevó las manos a la garganta y no pudo articular palabra alguna. Don Gastón, ahora sí, completamente enojado, volvió a golpear sobre la superficie del escritorio y cuando quiso gritar que salieran ambas, con estupor se dio cuenta que la voz no salía de su boca, se llevó las manos a la garganta. Al día siguiente, en el noticiario de la mañana el conductor dijo que un virus desconocido había atacado a la mayoría de la población de Ergástula, población a orillas del Río Grande de Chiapas. El virus atacaba las cuerdas vocales.
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