De Madres y Madrecitas Parte II
Igual ocurre con las expresiones adjetivadas: “madre hermosa”, “madre chula”, “madre linda”, “madre mía”, “mami pinche” y “mama mía” que endilgamos a nuestra progenitora, aunque bien es cierto que con ellas adjetivamos también a la novia, a la amiga, a la “amiguita” y hasta a la querida; si bien todas por igual se sienten divinas con los piropos. Con aquellos con que los hombres las llaman “mamis”, “mamitas” y hasta… “mamacitas” si son bonitas, o “mamasotas” si son galanas. Aunque muy cosa aparte ¾dignas de una reflexión separada¾ son las expresiones: “madre pura”, “madre casta”, “madre santa” y “madre santísima”, entresacadas de la tradicional letanía católica que los creyentes cantan a su “virgen y madre”, la Señora del Rosario.
Pero… ¿Qué tal cuando “madrean” a un prójimo? Sí, porque hasta un alegórico verbo regular tenemos en el inventario de nuestras maternales palabras derivadas, y ella es Madrear (yo madreo, tu madreas, vos madreás, el madrea, nosotros madreamos, ustedes madrean, ellos madrean): terrible y sacrosanta palabra que deriva en “madrina” y a veces en “madriza”, cuando en las cantinas el cliente se pone rijoso; palabra que prefigura la paliza que reciben algunos abusivos, misma voz que en ocasiones se convierte en “madriar”, o lo que es igual: “dar en la madre”, dar a alguien “en su madre”, “en la mera madre”, “en toda la madre”, en su pinche madre” y hasta “en su chingada madre”.
De ahí que madrear a alguien, o asestarle una madriza al mismo, implica, además: “romperle la madre”, “quebrarle la madre”, e incluso “partirle la madre”, “su” madre y hasta “su puta madre”. Naturalmente, cosa aparte es cuando un sujeto “se da en la madre”, pues en este caso media la voluntad (aunque no siempre). Regularmente hace referencia a al trasnochado que va “hasta la madre” de borracho y se accidenta en la calle; o al otro, al que por ir “a raja madre”, es decir, a alta velocidad o “a rompemadre”, es detenido e infraccionado por una mujer policía y entonces, más de alguno murmura cuando le observa: “anda cabrón, ¡Ora sí encontraste a tu madre! O bien, ¡a tu mera madre!”.
Pero aquí no para el folklor del habla popular de los chiapanecos, pues “madrazo”, por ejemplo, es un golpe fuerte, un golpazo; el mismo que se dan las personas al tropezar, el mismo ante el cual nos solazamos: ¾Jo… ¡qué madrazo se pegó! ¾diría cualquier mirón¾ y nos referimos a aquellos golpes, en ocasiones contundentes, que provocan expresiones de incredulidad: “¡Ah… su madre!”, e incluso “¡Ah… su puta madre!”. Claro que cuando las cosas van bien o salen inmejorables ¿recuerda cómo decimos?… Exacto: “¡A toda madre!”, “¡A todisísima madre!”, o bien, festejamos al hábil e industrioso con un: “¡Te salió de poca madre!”, o sencillamente “¡Está de poca madre!”. Todo lo contrario de aquellas situaciones adversas que nos hacen prorrumpir: “¡Puta madre!”, “¡En la madre!”, “¡Chingue su madre!, “¡Puta que la parió!” y hasta “¡Su reputa madre!”.
Por lo demás, “¡Ni madres!” me dijeron algunos amigos cuando negaron que el verbo “mamar” fuese derivación de mama o de mamá, que para el caso es lo mismo, pues mamas, chichis, senos o pechos sólo tienen las mamás, aunque también nuestras “mamacitas”… y aunque ellos argumentaban que la expresión se derivaría de “amamantar”, se contradijeron: ¿Qué acaso amamantar no es sino dar de mamar? Y por esta razón decidí apuntarlo aquí, junto con otros vocablos engendrados a partir del verbo aludido, entre ellos: “mamada” entendida como conducta o actitud que raya en la torpeza, pero también como producto de mamar e incluso de beber o tomar, como en la expresión: “¿Cuál tranquilos? ¡Mamando trago están!”, de donde se derivan: “mamadera”, “mamazón”, “mamey” y “mameyito”, cuyos significados seguramente son de su dominio.
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