¡Crear o morir! de Oppenheimer

Andrés Oppenheimer vuelve, con ¡Crear o morir! (Random House, 2014), a lo suyo: a recordar que en medio de la selva global de competitividad, América Latina tiene posibilidades de crecer pero deberá, ante todo, innovar. Lo tiene claro: los países más exitosos no son los que más petróleo, agua o soya poseen, sino aquellos que invierten en la formación de las mejores mentes.

Anclarse en el pasado y pensar que las materias primas son nuestra salvación, es vivir en el error. La agricultura representa hoy solo el 3 por ciento del producto bruto mundial, la industria, el 27%, y los servicios, el 70%. ¿A qué apostarle entonces? Corea lo sabe: registra anualmente 12 mil 400 patentes internacionales, mientras que México apenas llega a 230 y Cuba a 9.

El problema es que a los materias primas no le agregamos ningún valor. El petróleo de nuestro país se va a Estados Unidos para su refinación y de allá importamos la mayor cantidad de gasolina que consumimos.

El periodista chileno descarta que nuestra mala suerte y nuestro estatismo se deba a la “maldad de los países ricos” o la intervención excesiva del gobierno. Algo hay de eso, indica, porque mientras que para abrir una empresa en Venezuela deben realizarse 17 trámites, en Argentina 14, en Brasil 13, en México 10, en Estados Unidos se puede echar a andar un negocio con solo seis trámites.

 

Empujamos al fracaso

 

A lo largo de las 330 páginas de ¡Crear o morir! se constata que no es la mano larga del Estado y el exceso de trámites administrativo lo que veda el camino de la competencia, sino a la falta de una cultura tolerante con el fracaso. Es decir, antes de llegar a ser un innovador exitoso la mayoría ha atravesado por un calvario de derrotas, pero que no los nulificaron, sino, al contrario, los prepararon para la competencia y el triunfo final.

En nuestros países se empuja a la bancarrota y al fracaso, y aunque es fácil establecer un negocio en México o en Chiapas, lo verdaderamente complicado es mantenerlo. Las autoridades (del IMSS, Conciliación y Arbitraje, Hacienda, Profeco) actúan con verdadero dolo para que el emprendedor –que aún empieza a respirar después de hipotecar su futuro–, comience con trámites infinitos, pagos legales y sobornos que convertirán su vida en un suplicio.

En México no solo no perdonamos a los que fracasan, sino que tendemos todas las trampas posibles para que el emprendedor no logre su objetivo y salga derrotado y arrepentido para no iniciar nunca una nueva aventura empresarial.

Lo mejor es quedarse al margen, buscar empleo en el gobierno (porque es la única empresa que no quiebra), convertirse en asalariado o beneficiario a perpetuidad de los programas asistenciales.

Para que subsista un emprendedor que no tiene como cliente al gobierno, debieran dejarlo en paz por lo menos cinco años. Después de ese periodo estaría ya en condiciones de pagar impuestos, seguro social, reparto de utilidades y cuantas erogaciones más deban hacerse.

 

Crear ecosistemas de creatividad

 

Una de las causas de nuestro atraso, corroboradas por Oppenheimer, es concentrar y crear mentes creativas. Eso de fundar universidades públicas con las mismas carreras por todos lados nos lleva al fracaso. Urge crear polos de desarrollo con especialistas que se involucren con las empresas y que activen la innovación. ¿Para qué ofrecer la licenciatura en administración en Pichucalco, Comitán, Arriaga, Tonalá y Tapachula, como lo hace la Unach? ¿Por qué no ofrecer en cada zona de Chiapas, con vocaciones especiales, disciplinas que incidan en el desarrollo y la competitividad? Propiciar un ecosistema especial de creatividad, un entorno colaborativo, para cada zona y para cada disciplina. “Los innovadores tienden a juntarse entre sí”, escribe Oppenheimer, pero el gobierno y la sociedad deben propiciarle los espacios.

La creatividad no proviene del gobierno, sino de la presencia en un lugar de gente capaz y propositiva que crean un ambiente especial. Richard Florida, un especialista en el tema, dice en el libro: “Los lugares más propicios para la innovación son aquellos donde florecen las artes, las nuevas expresiones musicales, donde hay una gran población gay, donde hay buena cocina, además de universidades que pueden transformar la creatividad en innovación”.

En estos lugares, dice Andrés Oppenheimer, se glorifica más el talento que el dinero; más la capacidad de innovación que el coche deportivo. De esos ambientes han surgido drones, vehículos no tripulados, impresoras en 3D y modelos de “escuelas al revés”.

En América Latina, argumenta el periodista chileno, están egresando de las universidades demasiados filósofos, sociólogos, psicólogos y poetas, pero muy pocos científicos e ingenieros. Nos encaminados, de manera desproporcionada a las ciencias sociales, con un alejamiento evidente en matemáticas. No es de extrañar, por eso, que los primeros lugares de aprovechamiento en esta materia lo ocupen estudiantes de China, Singapur, Hong Kong, Corea del Sur y Japón. Muy atrás aparece México en el lugar 53, seguido por Argentina, 59, y Perú, 65.

Aunque me dedico al periodismo, no dejo de reconocer esta desproporción en las tradicionales disciplinas duras y blandas. Nos inclinamos en exceso por estas últimas. Sin embargo, estudiar una ingeniería no es garantía de empleo, porque no se apoya la investigación ni la innovación. Nuestro presupuesto en esta rama es de apenas el 0.8 por ciento, mientras que en países europeos rebasa el tres por ciento.

 

Las claves de la innovación

 

oppenheimerlibroEn ¡Crear o morir! desfilan innovadores latinoamericanos. Inicia Gastón Acurio el chef peruano que ha dado a conocer la comida andina por el mundo; continúa el mexicano Jordi Muñoz, el creador de drones; sigue el neurólogo español Rafael Yuste, Pep Guardiola y Emiliano Kargieman, el argentino que empieza inundar el espacio con minisatélites.

Oppenheimer entrevista a innovadores latinos, norteamericanos, ingleses, sudafricanos, hindúes, para demostrar que en medio de la jungla global es posible ser competitivos e innovadores, pero para lograrlo hay que cambiar el chip del gobierno y de la propia sociedad.

¿Cuáles son esas claves?

Andrés Oppenheimer cierra el libro con la enunciación de las cinco claves para el progreso, que se resumen en: 1) Crear una cultura de la innovación, 2) Fomentar la educación para la innovación, 3) Derogar las leyes que matan la innovación, 4) Estimular la inversión en innovación, y 5) Globalizar la innovación.

No es que ¡Crear o morir! no tenga defectos, y lo que más irrita es su postura eficientista, pero también es cierto que debemos reflexionar por qué no avanzamos, en qué estamos fallando, y en ese aspecto Oppenheimer acierta, sobre todo cuando vislumbra que las nuevas generaciones deben crear su propio empleo, a diferencia de nosotros, que debimos tender nuestras redes para encontrarlo.

 

Referencia:

 

Oppenheimer, Andrés (2014). ¡Crear o morir! La esperanza de América Latina y las cinco claves de la innovación. México: Penguin Random House Grupo Editorial.

 

 

Sin comentarios aún.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Comparta su opinión. Su correo no será público y será protegido deacuerdo a nuestras políticas de privacidad.