Chiapas, 20 años sin crecimiento: Luis Videgaray
En esas disertaciones triunfalistas a las que son dados los funcionarios, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, hablaba del “crecimiento sostenido” de México, del futuro prometedor y de lo maravilloso que está resultando el gobierno de Enrique Peña Nieto en materia económica.
Todo iba muy bien, hasta que reconoció la existencia de un país dicotómico, de uno armador de alta tecnología y otro, de violencia; de un sector pobre y de otro rico.
El rico, explicó el funcionario el viernes pasado, empieza en el centro y termina en el norte; el pobre, abundó, se desparrama por el sur.
Y siguió: Chiapas, por ejemplo, no ha crecido en los últimos 20 años. Es un estado asistencial, dependiente del presupuesto y el que registra la pobreza más alta del país.
El problema, aunque no lo dijo, es que hay pocas perspectivas de crecimiento. Hemos perdido 20 años, y con estos gobernantes, el futuro se ve poco esperanzador.
Para el Verde, el Panal, el PRI, el Partido Mover a Chiapas y para Unidos por Chiapas el mejor escenario es contar con un alto porcentaje de pobres, vulnerables a cambiar su voto por despensa y vales de comida.
De ahí que la preocupación de esta generación de políticos que nos gobiernan y que tienen como característica común su pésima preparación académica, su poca experiencia y sus afanes por amasar fortunas en poco tiempo, sea conservar el número de pobres (7 de cada 10 habitantes chiapanecos sobreviven en la pobreza y la pobreza extrema).
Hay, además, un descaro por violentar las leyes a plena luz del día: Todos aquellos que pagaron cuotas extraordinarias por publicitarse (Fernando Castellanos, Fidel Álvarez Toledo, Carlos Penagos, etc.) serán candidatos en las próximas elecciones locales. Es decir, al delincuente se le premia, y al inocente, por su pobreza, se le castiga.
El futuro para Chiapas, como dijo Luis Videgaray, es de un reto mayúsculo, y por lo visto imposible, si quienes nos gobiernan tienen sus propios y mezquinos intereses.
No veo, desgraciadamente, líderes que vengan con otras propuestas; hasta las organizaciones sociales que en los setenta y en los ochenta eran contestatarias y propositivas, hoy han desaparecido o se han plegado a los intereses gubernamentales. Como dice mi amigo, el antropólogo Miguel Lisbona, ¡qué porvenir!
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