¿Para qué sirven las elecciones?
Mientras más pequeñas sean las comunidades, elegir a sus gobernantes es una tarea que tiene cierto grado de simplicidad; por ejemplo en la escuela entre todo el aula se elige al jefe de grupo, en un equipo de futbol el capitán es aquel que tiene mayor antigüedad, el que muestra mayor amor a la camiseta o aquel que muestra mayor mesura al momento de reclamarle una mala decisión al árbitro; entre los vecinos de una colonia probablemente el representante es quien muestra siempre el mayor activismo para resolver los problemas comunes del lugar en donde le tocó o escogió vivir.
En todos los casos anteriores se escuchan opiniones, pros y contra, se debate y se participa activamente. Ese es el microcosmos de la convivencia ciudadana para la toma de decisiones colectivas; se llama consenso o democracia directa.
Prácticamente todos en alguna parte de nuestras vidas hemos experimentado la democracia directa. Pero a medida que participamos en grupos sociales más amplios, ejercer o practicar este tipo de democracia directa se vuelve más complicado.
Cuando aparece esta dificultad es el momento en el que emerge otro tipo de democracia; la denominada representativa, que es aquella en donde los miembros de la comunidad elegimos de manera indirecta a quien nos gobernará.
Entonces aparecen los partidos políticos, por medio de los cuales se expresan diversas formas de pensar y también de resolver los problemas comunes. Con los partidos políticos las distintas corrientes de pensamiento aprovechan el cauce de las elecciones para que sus militantes accedan a puestos políticos por medio de los cuales ocuparán los cargos públicos.
En la democracia representativa, un ciudadano ejerce su derecho al voto, eligiendo a sus gobernantes, los que ocuparán cargos públicos y lo harán por un tiempo determinado a través del mecanismo de las elecciones.
El problema es que a diferencia de la democracia directa, en una indirecta, los electores no conocen a quien eligen como su representante y mucho menos este representante responde a los intereses particulares de la comunidad. El elegido tiene el perfil de los intereses ideológicos de su partido político y particularmente, está sujeto a un grupo político.
En la democracia directa, así de sencillo como de eres electo representante, también eres destituido. Sin embargo en la democracia representativa, esta destitución es más complicada porque esta involucra otros aspectos que van más allá de la simple comunidad; por ejemplo los partidos políticos, las leyes y los grupos de poder.
En resumidas cuentas, en la democracia indirecta; las elites deciden quienes son los candidatos a los puestos de elección natural y nosotros los ciudadanos elegimos de entre estos candidatos, a quienes nos van a gobernar.
Como en las ciencias económicas, “el mercado no es perfecto” tiene distorsiones. De esta manera pudiéramos pensar que el “mercado político” en un país que se precie de democrático, debería estar conformado por políticos profesionales, políticos conscientes de que el electorado no los conoce y que tienen que profesionalizar su ejercicio.
Pero en México esto no ocurre
¿Cómo se hace democracia en un país con altos niveles de abstencionismo en las elecciones?
¿Por qué en nuestras elecciones se movilizan miles y miles de ciudadanos en épocas electorales y después ya no?
¿Elegir a los gobernantes que hemos elegido nos ha solucionado nuestros problemas?
¿Para qué nos han servido las elecciones?
¿Vale la pena seguir votando?
En México, a muchos ciudadanos sencillamente no les interesa votar, no quieren participar en un ejercicio que es en nuestro país una obligación y un derecho ciudadano a la vez.
Pero también en México, los partidos políticos son especialistas en movilizar sus estructurales electorales para eventos políticos, para que estos acudan a votar en masa por el candidato que las elites eligen y hacernos creer a todos que son políticos populares, que tienen carisma y arrastre, cuando detrás de ellos hay múltiples recursos financieros públicos e incluso de procedencia dudosa.
En México hemos confundido la alternancia política con la verdadera democracia. Técnicamente una alternancia implica la llegada de otro proyecto político al poder, de otra visión y también de otro tipo de políticos. Sin embargo, el panismo no logró arrancar los múltiples intereses políticos y económicos del régimen anterior.
En consecuencia de lo anterior, de alguna manera muchos vicios políticos de antaño sobrevivieron y crecieron; tanto que el PRI recuperó el poder doce años después de perderlo.
Es decir, el régimen y los clanes políticos sobrevivieron, como también lo hizo la pobreza, la desigualdad mexicana y la falta de oportunidades de millones de mexicanos.
Si han sobrevivido los mismos clanes políticos y económicos a la alternancia política, si no han logrado detener la pobreza y la desigualdad se ha ensanchado:
¿Para qué sirve votar?
Si a todo ello, hay múltiples trabas a las candidaturas independientes. Las cuales pudieran ser una vía -dentro de la democracia representativa- para que sean actores centrales en la toma de las decisiones nacionales, personajes que no respondan a los intereses de grupos de poder.
Recordemos que probablemente solamente en México tengamos una “telebancada” y también una “juniorbancada”.
A todo ello, habrá que agregarle la tragedia de Ayotzinapa, el escándalo de la Casa Blanca y la falsa de sensibilidad de un gobierno federal que confunde una administración con el Estado. Las administraciones van de paso, el Estado se queda.
¿Pero como se fortalece la democracia en un país en donde la ciudadanía ya no tiene confianza en quienes manejan sus instituciones?
¿Cómo se ejerce democracia en un país en donde un error o un acto de corrupción no se castigan con la separación del cargo?
¿Por qué no funcionan los mecanismos anticorrupción? ¿Por qué no hay castigo para “peces gordos”? Porque nuestras instituciones están en manos de político que responden a intereses de grupo, no a los de la mayoría.
Con este escenario, para castigar a un político de altos vuelos o un grupo político por actos deshonestos, tendremos que esperarnos hasta las elecciones para “ejercer un voto de castigo”. ¿Pero realmente eso pasa?
¿En Chiapas, habrá castigo para el Verde Ecologista por actos anticipados de campaña? Doble contra sencillo que no y que arrasará en las elecciones locales realizando alianzas con todos los partidos políticos para garantizar el “carro completo”.
¿A quién le sirven las elecciones en este país entonces?
A los grupos políticos en el poder, que sirven para legitimar sus acciones y sus intereses, así sea en contra del interés de las mayorías.
Muchas gentes en México se están haciendo estas preguntas. En el fondo hay ya una total desconfianza en nuestros gobernantes que crece y no se detiene. Aun así todo indica que la primera minoría en las próximas elecciones será de nuevo el PRI.
¿Eso sirve para destrabar los actuales problemas del país o para empeorarlos?
Todo se definirá en las próximas elecciones
Definitivamente México -sobre todo sus ciudadanos- tendrán que encontrar la fórmula para fortalecer su democracia. Porque al gobierno -que se cree el Estado mismo- lo que le interesa es cuidar los intereses de grupo.
La democracia representativa en México colapsa, no sirve, se agota, urge como dice Elena Poniatowska, que los ciudadanos rebasemos a los partidos políticos.
No más unas elecciones que sirvan para legitimar a los poderosos, mejor como buenos ciudadanos razonemos nuestro voto, abstengamos de votar si desconfiamos. Pero hagamos vida cívica. Seamos ciudadanos comprometidos con nuestras ciudades, con unirnos para presionar a las autoridades a mejorar los servicios públicos por ejemplo.
Solo así crearemos una verdadera agenda ciudadana.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
¿Para qué sirven las elecciones? Vale la pena ir a votar?
Preguntas muy pertinentes que nos pone sobre la mesa Gerardo Coutiño en su contribución en Chiapas Paralelo
Estas preguntas me han requerido una reflexión personal que me exigen posicionar mi postura.
1.- En principio me parece que debo respetar que cada cual hace de su sufragio lo que quiera en el ejercicio de su derecho; por lo que yo no estoy llamando al sí o al no voto; por una cuestión elemental de respeto.
2.- El derecho al voto libre es una lucha histórica por el que han muerto muchas personas. Recuerdo amigos míos que cayeron y fueron encarcelados en la lucha por «la democracia». Muchas y muchos durante años luchamos y creímos en ella, y apostamos por ella.
3. Hoy sabemos que «la democracia» en abstracto no existe, sino que esta es una construcción social-cultural, en cada contexto nacional-regional-local. Y que los contenidos que adquiere se lo da la relación sociedad-Estado-partidos. La calidad de la ciudadanía es la calidad de la democracia y viceversa.
4.- En lo personal no comparto las opiniones dicotómicas en una posición de movimiento Vs. elecciones. Dentro de tres años seguirán estando los mismos actores. Probablemente ellos serán más fuertes y nosotrs más débiles. El Congreso se llenará de diputads y senadors que criminalizarán (MAS AUN) la lucha social, la manifestación libre de ls ideas, la Internet; etc.
5.- He decidido que YO no voy a contribuir a eso. Que YO no voy a renunciar a mi derecho al voto, por el que he luchado toda mi vida; que YO no me voy a sumar a la manipulación de amarrarme a una silla por un partido de football que tiene un claro propósito desmovilizador.
6.- Por esta razón YO he decido que SI VOY A SALIR A VOTAR el próximo 7 de junio y también en las elecciones locales.
7.- No me voy a afiliar a ningún partido político; pero pienso que es MI DEBER como CIUDADANA, hacer CONTRAPODER, frente al PODER. Y lo único que tengo en mis manos en contra de ese monstruo empoderado, es mi credencial de elector(a).
8.- Estoy de acuerdo con que hay que ir más allá de los partidos políticos; por supuesto que sí; pero NO de una manera dicotómica: ¿movimiento o partido?. No, creo que ahora el punto sea a allí.
9. Por esa razón yo voy a VOTAR AHORA por las personas honestas, que me inspiran confianza y seguiré desde mi espacio local, haciendo ciudadanía.