¿Dónde está el problema económico mexicano?

Crisis

 

Por si andaban en la luna, el 2014 fue quizá uno de los años más difíciles para la economía mexicana en dos décadas porque cae estrepitosamente el precio internacional del petróleo. Lo que es peor, en este año y el siguiente veremos un cambio totalmente radical en la forma en que el gobierno hace política económica.

Esto impactará en la vida diaria de todos los mexicanos porque los tres niveles de gobierno son un pilar o motor económico. Los distintos gobiernos pagan sueldos, generan y venden servicios, y además crean infraestructura. Claro está que los otros motores también son la iniciativa privada -pequeños, micros y grandes empresarios- y el sector social. Pero no puede soslayarse la importancia de la inversión pública porque esta llega a sectores que la iniciativa privada no encuentra prioritarios y porque el gobierno es el que genera las condiciones para que los otros motores de la economía funcionen.

Para el 2014 el gobierno federal estimó un crecimiento de 3.9 por ciento; cifra que fue bajando y bajando, hasta que este año el INEGI dio a conocer el porcentaje final, siendo este de solamente 2.1 por ciento.

Conocer los niveles de crecimiento económico de un país es esencial porque se trata de documentar el comportamiento de la producción de bienes y servicios en un periodo generalmente de un año, para conocer la salud de los sectores económicos nacionales y tomar las decisiones de política económica pertinentes para su impulso futuro.

De manera que se tiene que saber qué y cuanto consumen las familias, cuanto y en que invierten las empresas, cual es el nivel de gasto gubernamental y cuales son las acciones y proyectos que impulsa entre otros aspectos; para que el gobierno diseñe medidas que fortalezcan sus programas y logre planear el gasto con asertividad, para que las familias decidan si pueden comprar una propiedad y para que los empresarios y emprendedores decidan si es momento de invertir o no es momento.

Como un círculo virtuoso, unos niveles de crecimiento alto de la economía, generan confianza a todos los agentes económicos, estos producen más, crean más empleo y existe más bienestar.

A la inversa, si el crecimiento económico es nulo, negativo o con niveles porcentuales mínimos, la confianza se cae y reconstruirla es una tarea que requiere recuperar dicha confianza de los agentes económicos para volver a generar las condiciones de crecimiento.

En México, si el 2014 tuvo un escenario con un crecimiento a la baja, para este año la expectativa es de entre 2.5 y 3 por ciento. Cuando en el 2011 y el 2012 crecimos 4 por ciento. Sin embargo el crecimiento económico mexicano los últimos 30 años ha sido en promedio de solamente dos por ciento, un nivel raquítico para un país que requiere crecer al seis por ciento cada año.

La pregunta no es ¿por qué en el 2011 y 2012 crecimos más?, y tampoco ¿por qué considerando el pobre desempeño económico de los 30 últimos años, creemos que la expectativa de 2.5 o 3 por ciento es débil?.

La verdadera pregunta de fondo es ¿Por qué la economía mexicana crece tan poco?. O tal vez incluso ¿Cuál sería la clave para que la economía mexicana crezca y además lo haga de manera sostenida?.

La respuesta no está en Estados Unidos. Se ha dicho que si a Norteamérica le da un resfriado, a México le da pulmonía. Este dicho describe la relación asimétrica entre las dos economías, pero la evidencia señala que después de la crisis financiera americana, esa economía muestra signos de recuperación, el asunto es que esa recuperación no se reflejado en México. Ello a pesar de que el 80 por ciento de nuestro comercio exterior se realiza con nuestros vecinos, también de que el 50 por ciento de la inversión extranjera directa en México es americana.

El asunto no está en reforzar la industria petrolera -al menos como está actualmente- ya que la baja de los precios internacionales, por lógica deben de reflejarse en una gasolina más barata. Pero en México no sucede así puesto que vendemos crudo al exterior, pero compramos gasolina, es decir el producto acabado.

Tampoco está en las reformas estructurales que van a encontrar a un país desigual, con estados que están vinculados a la economía de la exportación y que crecen económicamente y que seguramente crecerán más con las reformas precisamente porque están vinculados con los requerimientos globales. Pero se contraponen con las características de otros estados -entre ellos Chiapas- que viven de las transferencias de recursos federales vía subsidios e incluso de las remesas de la diáspora.

Sin un estado de derecho sólido, las inversiones productivas no llegarán a estos estados para complementar una estrategia de desarrollo que junte inversión productiva y subsidios para lograr crecimiento, se irán a los que tienen industrias y servicios acordes con la globalización. Por ejemplo el sector automotriz y electrónico.

Las reformas estructurales, seguramente ahondarán la brecha que separa a los estados ricos con los estados pobres de México, porque la desigualdad los hace a unos más ricos y a otros más pobres. Estas reformas aumentarán la velocidad del ensanchamiento de esta brecha.

El asunto es la inversión; específicamente la calidad y la cantidad de la inversión que es la que genera la apertura de empresas, crea bienes, servicios, fomenta el empleo y por ende, genera empleos y para ello se necesita que el aparato productivo haga bien su trabajo. Es decir se requiere que el gobierno sea capaz de gastar bien y generar las condiciones de confianza para que los empresarios, los inversionistas y los innovadores creen empresas, sean estas chicas o grandes; pero que tengan expectativas de crecimiento.

Dos cosas que se complementan una a otra son las que faltan para que la economía mexicana despegue: generar confianza y crear un estado de derecho. Confianza para las inversiones federales y un estado de derecho que proteja al inversionista, al emprendedor, al empresario; pero también al trabajador y al obrero.

El verdadero problema económico es que no existe un verdadero y real estado de derecho en México y no hay confianza en nuestros políticos. Así no creceremos y esa es una condición esencial para lograr el desarrollo.

Crecimiento y desarrollo, dos palabras que pronuncia mucho la clase política mexicana, pero que no conoce el camino para llegar a ellas. A cambio de ello son especialistas en recetarnos crisis recurrentes que ahondan las desigualdades y la pobreza mexicana.

Cuando lo que necesitamos es confianza y estado de derecho para lograr inversiones; racionales y estratégicas en el caso de la gubernamental y más numerosas en el caso de las privadas.

Twitter: @GerardoCoutino 

Correo: geracouti@hotmail.com

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