Definición de periodismo
En una mesa de cantina, ya con diez o doce envases vacíos de caguamas en el piso, Roberto preguntó: “¿Qué es el periodismo?”. Lanzó la pregunta como si estuviese en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Mario se apresuró a responder: “¡Es el oficio más chingón del mundo, dixit el Gabo!”. “No, ni madres, Gabo no usó la palabra chingón”, dijo Margarita, con un movimiento de mano acomodándose el cabello hacia atrás, un movimiento ya titubeante, más de bola que de mujer sensual. Roberto rebatió: “Bueno, bueno, es una traducción libre a la comiteca”, y alzó su vaso y bebió un sorbo de cerveza Indio. Rafaela propuso: “Déjense de boberas, mejor hablemos de Dios. Seguro que llegamos a un acuerdo más pronto”.
¿Qué es el periodismo? Todo mundo podría dar una definición. Una definición cercana a lo que parece, pero lejana a lo que en realidad es.
En otra cantina (¡ah, pucha, dirán que he pasado mi vida en aguajes!), Rosario Robles (homónima de quien ahora dedica sus esfuerzos a la Cruzada Nacional Contra el Hambre, de su familia) cuando alguien preguntó qué era el periodismo, dijo que lo sintetizaría en un sinónimo: Ansiedad. Todo mundo calló. Sólo, después de unos instantes, Margarita se paró y dijo que iría al “tocador”, pero, antes de comenzar a caminar, agregó: “La Chayo sabe de esto” y se fue. Raúl bromeó: “¿Por qué no aprovechamos y llevás la mía?” y luego dijo que Chayo, tal vez, había dicho eso en alusión al “chayo”, la prebenda que (según dicen) reciben muchos, muchísimos, periodistas en Chiapas. Esa tarde, la plática derivó en otros ríos y cada vez los temas fueron más nebulosos. Conforme el ringlero de envases vacíos se hizo largo así aumentó la confusión y todo fue como una niebla que dificultaba el vuelo.
Parece que todo mundo, Rosario incluida, olvidó el sinónimo que ella amarró esa tarde. Yo no. Desde entonces, siempre que alguien menciona la palabra periodismo, yo, en automático, pienso en la palabra que Rosario dijo y me pregunto por qué la echó sobre la mesa. El otro día, un muchacho universitario me preguntó por qué era yo periodista. No dudé. Aspiré, como si quisiera embeberme todo el oxígeno de un bosque, y dije: porque tengo ansias. Fue como un homenaje a Rosario. La a inicial la prolongué lo más que pude, me sirvió para dar cauce a tanto oxígeno inhalado. Fue, también, como si tuviese sed y pidiera agua, la a inicial prolongada, prolongada como río de agua limpia, impetuosa. El periodismo es ansia de querer colocar un ladrillo en donde sólo hay abismo; ansia de dar la mano a quien se sostiene apenas de un hilo deshilachado; ansia de señalar el camino por donde anduvieron los que amaron a la patria, por donde gatean los que la quieren. Ansia del anhelo más intenso de bordar un nuevo tejido.
¿Por qué los periodistas son periodistas? ¿Qué los lleva a estar en medio de una guerra, corriendo detrás de esos hombres que huyen de las bombas? ¿Qué impulsa a los reporteros a madrugar o desvelarse, en medio de la lluvia o en medio de las ruinas de un terremoto? ¿Por qué hacen lo que hacen? Tal vez Rosario sí tenga razón, el periodismo es ansiedad (con la a primera prolongada). La ansiedad hace que las personas no estén sosegadas. Hay una inquietud que obliga al espíritu a estar como venado en medio de un bosque que se quema. Nadie podrá decir qué incendia ese fuego, esa zozobra. Pero hay miles y miles de periodistas que ahí están ejerciendo su oficio. Muchos, como el personaje de Laco Zepeda, en “Los pálpitos del Coronel”, se esconden en un hueco y estiran la mano, pero otros, ¡Dios los proteja!, blindan su corazón y ensartan luz a mitad de la oscuridad.
¿Qué es el periodismo? ¡Es ansiedad! ¿De qué? Nadie puede dar una definición exacta.
Me ha gustado tu texto hermano. No cabe duda. La mano se asienta con el correr de la tinta entre los dedos. ¡Felicidades!
Gracias, Antonio. Que todo fluya.