Definición de clip
Hubo un tiempo en que no hubo necesidad de que alguien inventara el clip. Los antiguos, si deseaban enviar una carta, tomaban una piedra y esculpían una estela o, los más ilustrados, pintaban los mensajes en papiros. Estos papiros eran bellos, porque si el mensaje era largo bastaba costurarle un metro más. Los lectores de esos tiempos se divertían, más que con el mensaje, con el acto de desenrollar los soportes. Hubo algunos lectores que comenzaron leyendo el mensaje sobre la mesa, se hincaron y, como si fueren niños, siguieron el mensaje del rollo que caía sobre la escalera y, por fortuna, terminaba justo donde terminaba la banqueta. Los historiadores aseguran que si dichos papiros hubiesen sido más largos habrían terminado a mitad del sendero y los lectores habrían terminado muertos, atropellados por una carreta.
Un día, a Romualdo se le ocurrió escribir un mensaje en una hoja de papel, escribió por un lado, luego por el reverso y se quedó con la tinta en la plumilla porque vio que aún le quedaban cosas por decirle a su amada y, además, faltaba ¡la posdata! Su primo Epigmenio le dijo que no se mortificara, tomó otra hoja y alargó su brazo. El primo también se estiró, desde su secreter, tomó la hoja en blanco y escribió con soltura la conclusión de su carta. Al terminar volvió a rascarse la cabeza. ¿Y ahora?, preguntó Epigmenio. Romualdo manifestó su desconcierto porque su mensaje estaba dividido. “Ah, no te preocupés”, dijo Epigmenio, se levantó, tomó las dos hojas, las dobló y dijo “¡Listo!”. No, no, dijo Romualdo, puede suceder que a la hora que mi Esportania (así se llamaba su amada) abra la carta, una de las hojas caiga y se pierda para siempre. Si se extravía la primera, ella pensará que soy muy escueto y economizo palabras para manifestarle mi amor; por el contrario, si se pierde la segunda, ella no se enterará del agregado amoroso que le expongo en la posdata. Epigmenio se rascó la cabeza (ya contagiado del tic de su primo) y dijo: “Ah, fácil, ponele un clip para que no estén separadas las hojas”. Romualdo (ya se sabe qué tic hizo) pensó que esa era una gran idea, pero ¿qué era un clip y dónde lo obtenía? Epigmenio, al ver la cara del enamorado, dijo: “Ya sé, ya sé, de seguro no sabés qué es un clip. Un clip es una pinza pequeña que detiene los papeles.” Como en ese tiempo aún no existían los clips tan simples y hermosos que el día de hoy se encuentran en todas las oficinas, Epigmenio se paró, fue hasta la ventana de la cocina y tomó uno de los cangrejos muertos que serviría para el caldo de pigua que Roselinda prepararía más tarde. Le quitó una de las tenazas y regresó hasta donde estaba su primo. Tomó las dos hojas y las metió en la abertura del extremo de la tenaza. ¡Listo!, dijo. Romualdo puso una cara de papagayo en medio de la lluvia. ¡Era un invento fantástico!, pensó, así sus hojas no se perderían. Hizo el envío postal y esperó la respuesta. Esperó un día, dos, ocho, treinta y cuatro, noventa y seis. El día noventa y siete, su primo Epigmenio entró a la casa y le dijo que tenía malas noticias: su novia había recibido su mensaje, gracias al clip las dos hojas no se habían extraviado, así que Esportania se había enterado del inmenso amor que cabía en el corazón de su amado, pero, un segundo después de terminar la lectura, había aventado la carta en el basurero, mismo que pidió a sus sirvientes lo llevaran a la montaña más lejana y lo enterraran en el hoyo más profundo. Esportania ya no tuvo la delicadeza de enviar una misiva con su determinación, pero ésta era la cancelación total de relaciones. ¿Qué había sucedido? Los lectores inteligentes ya coligieron el hecho lamentable. ¿Qué mujer puede soportar una carta con olor a pigua? Por ello, cuenta la historia, el inventor del clip desechó la idea de hacerlo con huesos de rana y decidió fabricarlo con metal inoxidable.
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