Definición de chiste

Imagen: www.toxel.com

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“¿Dónde está el chiste?”, decía tío Arturito cada vez que alguien le recriminaba su forma inmoderada de beber alcohol. Como ya sabía lo que le dirían, él siempre tenía una lámpara de mano en su buró, al lado de la pachita de trago. Tomaba la lámpara, la prendía y el haz lo pasaba por todos los rincones, incluso en el cuerpo de quien había lanzado su discurso moralizante y repetía: “¿Dónde está el chiste?”. Todos reíamos. Él lograba su objetivo, abría la botella, le daba un trago y con un ah de satisfacción decía: “¡Ah, ya lo encontré! ¡Acá está el chiste de la vida!” y volvía a brindar. Había más lección en la actitud del tío que en los “rollos” de los demás. Para el tío, el chiste de la vida estaba contenido en la botella. La lección era que cada uno debe buscar el chiste de su vida. Tal vez los otros, los metiditos, como no habían hallado el chiste de sus vidas mediocres trataban de compensar tal carencia con el deseo de formar vidas ajenas.

El chiste, en su primera acepción es el relato de algo gracioso; pero, al menos en esta parte de la tierra, también se emplea como sinónimo de hallazgo. Quien cuenta un chiste tiene la pretensión de hacer reír al otro, tal vez por esto, la palabra chiste se prolonga en la oración “el chiste de la vida”; tal vez el chiste de la vida consiste en pasarla bien, sin, necesariamente, revolcarse de la risa. Los verdaderos humoristas no son los que cuentan chistes baratos sino los que, como Chaplin, entran en una categoría inteligente de reflexión acerca de la condición humana. Entonces, tal vez, el chiste de la vida, consiste en hallar el equilibrio perfecto para entrar en un estado de armonía donde la bufonería barata está excluida.

El chiste barato está plagado de palabras altisonantes que siempre aluden al sexo y basa su efectividad en el final sorpresivo. En cambio, el chiste inteligente abre ventanas por donde circula un aire que otorga vida.

Los comediantes han hecho relaciones de chistes por temas. Tienen chistes de monjas, de locos, de borrachos, de prostitutas, de gangosos (ah, estos son buenísimos) y hasta de Papas y de Presidentes de las Repúblicas o integrantes de Monarquías. Todas las culturas tienen chistes locales que aluden a personajes específicos. ¿Cuál es el chiste del chiste? Hay personas que se especializan en contar chistes y son requeridos en todos los festejos, porque son como la sal para el buen cocido. Rafa, cuando era joven, llevaba siempre una libreta pequeña donde tenía apuntados los chistes que debía contar. Como él tiene una gracia especial era un deleite sentarse a su lado. La tarde estaba garantizada con su compañía. Tengo algunas amigas que insisten en tener parejas que las hagan reír. Martha no tuvo suerte, porque eligió a una pareja muy simpática, pero como decía Eugenia, el marido le resultó de “chiste corto”.

Una tarde de julio, como dijera el poeta “con aguacero”, murió el tío. Murió en su ley, con la botella en mano, de una cirrosis fulminante. La tía cuenta que pidió, ya a punto de morir, que sus dos hijas lo acompañaran, ellas llegaron hasta su lecho y escucharon la voz del viejo: “Me voy a morir, me voy a morir, sin despejar la duda: “¿En dónde está el chiste, niñas, en dónde?”. La tía cuenta que Herlinda se echó a llorar y besó una y otra vez la mano huesuda de su papá, y a Hermisenda le dio por hacer un chiste y tomó la lámpara de mano, la prendió y la movió de un lado para otro. El tío, sin hacer algún gesto que celebrara la ocurrencia de Hermisenda volvió la cara hacia la pared, cerró los ojos y, como pajarito, trincó el pico.

El chiste puede ser una explosión de vida, una catarsis completa provocada por Polo Polo o por Teo González, pero también puede ser la búsqueda infinita de la razón de esta pausa que llamamos vida.

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