Tuxtla, el gran simulacro electoral
A Beatriz Cárdenas Zárate, in memorian
En circunstancias democráticas sólidas, Tuxtla Gutiérrez sería en los próximos comicios el escenario de una ejemplar contienda electoral. Más allá de su importancia estratégica por ser la capital de Chiapas y sede de los poderes estatales, la cita con las urnas significaría la oportunidad de saldar cuentas con la alcaldía fallida del sabinista Samuel Toledo Córdova, encumbrado por la alianza PRI-PVEM; sería el momento para tomarle el pulso a una ciudadanía ofendida por la tiranía de la obra pública mal planeada; y podría someterse a juicio popular los “usos y costumbres” de la clase política que desafían la legalidad en materia de promoción y precampañas electorales.
Sin embargo, todos estos factores que podrían influir en la elección de un candidato con determinado perfil, en el diseño de la estrategia de campaña y en el alineamiento racional de las preferencias del electorado, seguramente quedarán rebasados por el gran “simulacro electoral” que se tiene preparado para el 19 de julio.
El escenario político tuxtleco está dominado por las cartas oficialistas a la alcaldía que poco reflejan el sentir ciudadano y tampoco auguran una competencia democrática auténtica. Ya sea Luis Fernando Castellanos Cal y Mayor por el Partido Verde Ecologista de México, Bayardo Robles Riqué por el Partido Revolucionario Institucional, Carlos Morales Vázquez por el Partido de la Revolución Democrática o cualquier otro por Mover a Chiapas o por Chiapas Unido e incluso por Movimiento Ciudadano, serían candidatos ligados al Ejecutivo estatal. El primero por pertenecer al partido gobernante, el segundo y el tercero por ser funcionarios del gabinete (secretario de Infraestructura y de Medio Ambiente, respectivamente) y los restantes por representar a partidos gestados desde la matriz gubernamental o bien por la cercanía de los dirigentes con el gobernador Manuel Velasco Coello.
Bajo estas condiciones, quienquiera que resultara ganador de los comicios, no sería la opción de cambio que la ciudad necesita después de una década de desastres gubernamentales que han puesto a la capital al borde del colapso por la ineficiencia de sus funcionarios, por el abandono al que sometieron a los ciudadanos en los servicios básicos urbanos, por flagrantes actos de corrupción como el caso del proyecto “Qué viva el centro” en la administración de Yassir Vázquez y por la complicidad de quienes lo sucedieron por no investigar las irregularidades de esas obras fallidas o bien por no deslindar responsabilidades sobre onerosos préstamos cuyo destino nunca se conoció con claridad.
Cualquiera de ellos significaría el continuismo de un sistema depredador, omiso ante sus responsabilidades y sería la extensión del poder del Ejecutivo estatal, sin la autonomía suficiente para encabezar un proyecto ciudadano auténtico que plantee un gobierno democrático, honesto y eficaz en sus tareas políticas y administrativas.
Frente a este escéptico panorama, surgen algunas opciones opositoras. Una se está gestando dentro del Partido Acción Nacional y la encabeza el exalcalde Francisco Rojas (1999-2001), quien inusitadamente ha despertado muchas simpatías entre los tuxtlecos cansados del desastre y la inocuidad de las administraciones municipales en la última década. Otra la están conformando un grupo de ciudadanos que buscan impulsar candidaturas independientes para generar un cambio en la forma de gobernar la capital a través de prácticas políticas democráticas.
El camino a transitar de estos movimientos no será fácil. Para ser aspirante de su partido, Rojas tendrá que vencer las resistencias internas del panismo que abandonó su responsabilidad opositora y se entregó a los gobernadores Juan Sabines y Velasco, mientras que los segundos tendrán que enfrentar la dificultad de cumplir con los requisitos que les impone la ley electoral así como las limitantes económicas y organizativas para una elección que se llevará a cabo en casi 4 meses.
Salvo que el 19 de julio se geste una rebelión ciudadana que embarace las urnas de votos críticos, hastiados de lo que representa la clase política actual, lo previsible es que se imponga uno de los representantes del status quo, de lo establecido. Los que detentan el poder están trabajando para que así sea, para que no se altere el sistema que les permite perpetuarse y continuar con sus privilegios. Si el más adelantado de sus alfiles estuviera en riesgo, vendrán las alianzas de último momento para “acuerparlo” y salvarlo de la derrota.
El simulacro electoral ya está en marcha; y los mecanismos de cooptación y manipulación oficiales, también.
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