Matar al mensajero
El día en que Gary Webb amaneció muerto de dos balazos en su departamento, las autoridades norteamericanas se apresuraron a afirmar que se había suicidado.
Hoy, a diez años de aquella muerte, muchos dudan de que el periodista que denunció el financiamiento de la CIA a los contras nicaragüenses, se haya disparado los balazos que destrozaron su rostro.
Gary Web, el periodista incómodo y difamado por el Estado norteamericano, documentó a través de una serie de reportajes publicados en San José Mercury News la protección que la CIA brindó a grupos de narcotraficantes para que vendieran droga en los barrios afroamericanos de Estados Unidos.
Con las ganancias obtenidas por la venta de cocaína, que inundó Los Ángeles por su bajo costo, se compró armamento para combatir a la naciente revolución del país centroamericano.
Entrevistado por Alan Goodman en 2005, Webb habló de los resultados de su investigación que se publicaron bajo el título de Dark Alliance: «Logramos demostrar dónde la cocaína se vendía, o sea, principalmente en los ghettos de Los Ángeles. Y demostramos las consecuencias: la horrible epidemia de ‘crack’ que surgió en Los Ángeles y que en los años siguientes se regó a centenares de ciudades por todo el país. Creo que eso es lo que más enfureció».
Un periodista enfrentado a un monstruo, como la CIA, no podía salir ileso. Pronto fue víctima de ataques de sus propios compañeros de oficio y de campañas dirigidas desde las oficinas del Estado norteamericano. Algo similar a lo que vive hoy en día Carmen Aristegui y su equipo de investigación periodística.
En la película Kill the Messenger (Matar al mensajero, 2014), un reportero que también había denunciado a la CIA, lo previene: “Cuando te metes con ellos, te crean un historial de esquizofrenia, eres un mentiroso, eres gay, eres un pedófilo. No importa si nada es verdad. El punto es que nadie se acuerde del verdadero tema. Estarás loco, dejarás de existir”.
Gary Webb vivió ese calvario de desprestigios. Incluso su propio periódico The Mercury News le dio a la espalda al publicar una carta abierta en donde se disculpaba por presentar datos falsos en el reportaje Dark Alliance. En respuesta, el reportero de investigación se vio obligado a renunciar. Era 1997, y desde entonces, hasta su muerte, ocurrida el 10 de diciembre de 2004, Webb no pudo conseguir trabajo como periodista.
El libro que publicó posteriormente y que se tituló Alianza oscura: la CIA, los Contras y la explosión de la cocaína, lo escribió sin el apoyo de ningún medio y, aunque recogía los trabajos iniciales publicados en San José Mercury, proveía más información en torno a la estrategia de la CIA por brindar protección a grupos criminales para distribuir droga en barrios marginales de Estados Unidos, en un momento en que el gobierno de Reagan repetía el estribillo de Di no a las drogas.
Webb, al recibir el reconocimiento como mejor reportero del año, dice en la película: “Pensé que mi trabajo consistía en decirle la verdad al público. Hechos lindos o no. Y que la publicación de esos hechos haría una diferencia en cómo las personas ven las cosas. Esa es mi culpa”.
Después de publicar Dark Alliance, Webb fue acosado, perseguido y, presumiblemente asesinado. ¿Cómo es posible, se preguntan sus defensores, que alguien pueda dispararse dos veces en el rostro con una pistola calibre 38? Argumentan, por tanto, que no hubo suicidio sino asesinato.
La película recién estrenada Matar al mensajero rinde un homenaje merecido a este reportero de investigación ganador en dos ocasiones del prestigiado premio Pulitzer.
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