Los poderes extralegales de Leticia Coello
La presidenta del DIF estatal, Leticia Coello Garrido, rindió su segundo informe de actividades. Lo hizo en grande, a la medida del poder que detenta en el gobierno de su hijo Manuel Velasco Coello. Estuvo precedido de un gran despliegue plublicitario, digno de una “mandataria” en ascenso y sabedora de su creciente influencia. La escenografía no desentonó: a sus espaldas un enorme escudo con la leyenda “Gobierno del estado de Chiapas”; afirmada por doble partida con su nombre en mayúsculas y flanqueada por la bandera estatal y la de México.
El público que la escuchó fue acorde con su jerarquía. Asistieron el gobernador y su futura esposa, y varios exgobernadores chiapanecos; integrantes del gabinete, funcionarios federales, presidentes municipales y los representantes de los poderes Legislativo y Judicial. Además, las presidentas de los Sistemas DIF de los estados de Aguascalientes, Baja California Sur, Campeche, Chihuahua, Hidalgo, Oaxaca, Querétaro, San Luis Potosí y Yucatán.
No obstante, el discurso de Leticia Coello fue intrascendente. Enalteció la política asistencialista que prioriza la dádiva, se regocijó en las cifras triunfalistas y se agotó en los lugares comunes. “Estoy convencida de que ese es el camino que debemos seguir y no vamos a escatimar esfuerzo alguno para seguir avanzando; esa es la ruta que ha trazado el gobernador de todos los chiapanecos; a él toda nuestra gratitud y reconocimiento por ser nuestro mejor aliado en esta gran causa por Chiapas”, dijo ante su selecta concurrencia.
Queda claro que ante lo insustancial del mensaje, el informe de actividades sólo fue un pretexto para el lucimiento personal y para afianzarse como poder paralelo al instituido constitucionalmente. Esta circunstancia, sin embargo, no debe pasarse por alto por sus efectos nocivos y por los riesgos que conlleva. Lo que pudiera apreciarse como un acto de generosidad del gobernador hacia su madre por el importante papel que ésta jugó para fortalecerse en la titularidad del Ejecutivo al principio del sexenio, en realidad constituye un factor pernicioso en el ejercicio institucional del poder.
Que haya dos líneas de mando reconocidas, la legal y la informal, distorsiona los mecanismos formales de la toma de decisiones que puede derivar en instrucciones confusas y hasta contrapuestas. No son pocas las veces que los funcionarios se han visto en el dilema de qué órdenes acatar, si las de Manuel Velasco o las de Leticia Coello, y eso impacta en la eficacia de la respuesta gubernamental. Otros de plano asumen como su jefa inmediata a la mamá del gobernador o buscan estrechar su relación con ella para mantenerse en el puesto y para obtener su anuencia en negocios desde el poder.
Otra repercusión negativa de ese poder bicéfalo tiene que ver con la imposibilidad de garantizar una auténtica rendición de cuentas, en el hipotético caso de que el DIF incurra en irregularidades administrativas o malversación de recursos. Si de por sí es práctica habitual que el Ejecutivo consienta las corruptelas de sus secretarios del gabinete, es difícil creer que eventualmente se pudieran fincar responsabilidades a la madre del gobernador que en la práctica se ostenta como “vicegobernadora”. Cuando el poder se ejerce fuera de los cauces institucionales y en una lógica de “patrimonio familiar”, con facilidad se puede caer en el abuso y generar redes de intereses que se aprovechen de esa “zona gris” que garantiza niveles confiables de impunidad.
Bajo estas circunstancias, a dos años de gobierno velasquista el factor Leticia Coello se ha constituido en un elemento distorsionante de la de por sí frágil institucionalidad chiapaneca. Y una muestra de ello podría darse pronto cuando Manuel Velasco contraiga nupcias con su prometida Anahí. Tradicionalmente quien preside el DIF es la esposa del gobernador, pero en este caso resulta difícil pensar que Coello de Velasco quiera ceder el puesto; el discurso de su informe no dejó entrever esa posibilidad; al contrario, se infirió que habrá de seguir al frente. Para no entrar en confrontaciones, Anahí quizá se limite a participar en específicas labores protocolarias y a impulsar su fundación “Sálvame”.
La presidenta del DIF ha demostrado que le gusta estar en el poder y ejercerlo (el nuevo rector de la Unach es considerada una posición ganada por ella), y en ese sentido hay que señalar que ha ido construyendo plataformas políticas que le permitan fortalecer su influencia. La punta de lanza es el partido Mover a Chiapas, gestionado al amparo del gobierno por el exdirector del Icatech, Enoc Hernández Cruz. Desde ahí Leticia Coello podrá impulsar candidaturas que la consoliden como factor real de poder y, ¿por qué no?, construir la suya a un puesto de elección popular en el 2018.
¿Hasta dónde llegarán los poderes de la presidenta del DIF? ¿Qué repercusiones institucionales y políticas tendrá el ejercicio de un poder paralelo al del gobernador? Poco a poco se irán conociendo y se puede dar por descontado que no serán positivas.
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