La crisis del sistema político mexicano: Atrapados y sin Salida

Nini

 

El sistema político mexicano no da para más.

Es necesario rehacer la forma como en México se hace política y de paso refundar también la ética y la moral de nuestros políticos porque la espiral del desgaste de nuestro sistema político es mucho más grave de lo que la mayoría de los mexicanos percibimos y además nos afecta a todos.

Incluso, a pesar de que las actividades productivas siguen su marcha estás también se tambalean, sobre todo en su manejo macroeconómico por los bajos precios internacionales del petróleo.

Esto provoca una crisis fiscal por los bajos niveles de recaudación, -que de hecho se ha estancado desde hace cuatro años- lo increíble es que como un reflejo fiel de las acusaciones populares de ser un gobierno que apoya a la oligarquía, las autoridades fiscales nacionales aprietan las tasas impositivas a los contribuyentes cautivos, es decir a quienes tienen un empleo o una empresa en la economía formal; no aumenta el número de contribuyentes cautivos y lo peor: condona impuestos a las grandes empresas como ya se ha documentado.

El sistema y los políticos están atrapados y sin salida en temas económicos y fiscales; responden a una oligarquía que les exige trato privilegiado y les cumplen. Poco importa que las pequeñas y medianas empresas generen siete de cada diez empleos formales en el país, constituyan el 99 por ciento de las unidades económicas y generen el 52 por ciento del Producto Interno Bruto nacional, según datos de la Secretaría de Economía.

En temas sociales, el sistema oligarca y monopólico no puede detener la enfermedad mexicana; la desigualdad, que junto con la pobreza hacen que a pesar de aumentar cada año los recursos presupuestales destinados a los programas sociales para que disminuya la pobreza; esta aumenta.

Siempre se encuentra a la alza porque los cuantiosos recursos destinados al gasto social, no vienen acompañados con inversión productiva, también porque no hay municipio o estado en donde los políticos en aras de sostenerse en el poder, los usan para fines electorales.

Triste destino, mientas más pobres seamos; más necesitamos de la ayuda social y esta condición de pobreza que persiste y se reproduce, afianza el sistema político y claro está; también a los políticos.

Atrapados y sin salida porque no pueden -nunca han podido- sacar de la pobreza y de la desigualdad a los mexicanos que suman millones por generaciones con el sueño de una vida mejor. Hoy casi el 54 por ciento de los mexicanos sufrimos por lo menos una de las tres dimensiones de pobreza (alimentaria, de capacidades o de patrimonio)

México es un país en el que, según la Organización de Cooperación para el Desarrollo (OCDE) el 10 por ciento más rico del país gana 29 veces más que el 10 por ciento más pobre. Incluso, La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) dice que en México la indigencia alcanza a ya poquito más del 14 por ciento de la población.

Pero eso sí, tenemos para orgullo de muchos (no me incluyo entre ellos) al hombre más rico del mundo. Cuya riqueza está caracterizada por las prácticas monopólicas.

Atrapada y sin salida la clase política porque no cuenta con instrumentos legales eficientes para terminar con esas prácticas a pesar de la nueva ley de telecomunicaciones, porque además el poder fáctico de la televisión se suma a los monopolios mexicanos.

Si el sistema y la clase política mexicana están atrapados y no ofrecen soluciones en lo económico y lo social, tampoco lo ofrecen en lo político.

El desgaste es ya de años, pero explota con fuerza desde los trágicos acontecimientos en Iguala, Guerrero; donde miles de mexicanos han salido desde entonces a las calles a manifestar su hartazgo con los políticos y la forma como hacen política en México.

El sistema está atrapado y sin salida porque se evidenció que la separación de la delincuencia organizada con los políticos locales en muchas regiones de México es casi tenue.

En las ciencias económicas, una crisis siempre lleva implícita en su gestación problemas de confianza. Si esa falta de confianza es en los mercados, el gobierno rápidamente instaura medidas que aminoran los efectos de la crisis; pero si la desconfianza es en las instituciones, las medidas de restauración son más complicadas, porque los inversionistas no creen en la capacidad del gobierno para salir de la crisis.

Algo parecido sucede con los actuales problemas mexicanos. Cada vez son más los ciudadanos los que ya no tienen confianza. No la tienen no solo a su gobierno, sino también a la forma en la que se hace política en México.

¿Porque? Porque desde la alternancia democrática del año 2001 al perderse la disciplina partidista del PRI (que tampoco era un sistema de control efectivo) se abrieron nuevas opciones de participación política. Los políticos que antes saltaban cual chapulines de una cámara a otra, se iban “a la banca” o entraban a la administración pública.

Pero ahora, siguen siendo chapulines, pero no solo de puesto en puesto, ahora también saltan de un partido político a otro sin ninguna pena. Así se han eternizado y por si fuera poco, también aprovechan el fenómeno chapulín para impulsar la carrera política de sus hijos sin recato alguno.

En ese sentido, el gobierno mexicano está atrapado y sin salida, porque a la crisis económica, a la crisis social, habrá que sumarle la crisis de confianza en la que se encuentra.

Las dos grandes preguntas que un servidor se hace ante todo este escenario, son si los políticos que componen nuestro sistema se dan cuenta del embrollo en el que están metidos y si lograrán cambiar.

La respuesta a la primera interrogante es si. Yo sí creo que se dan cuenta de ello. El problema es que; para contestar la siguiente pregunta: No lograrán cambiar su accionar político a menos que se les obligue.

No estamos ni siquiera a poquito de ver aquellos cambios que describía tan bien Jesús Reyes Heroles; “hay que cambiar todo para que todo siga igual”.

Más bien vemos a un gobierno que está atrapado en múltiples complicidades y que teme que esta crisis de confianza por lo menos continué por más tiempo. Por eso se protege; por eso comentaron “Ya Me Cansé”, por eso el propio presidente llamó a “superar Ayotzinapa” y cuando sus comentarios causaron más indignación nacional, exclamó “Ya sé que no aplauden”.

La crisis no cede, sencillamente porque ya no hay confianza.

Y sin embargo el sistema se niega a morir, porque entonces se acabarán los privilegios.

Lo más patético lo vimos el día de ayer con la designación de Eduardo Medina Mora como nuevo Ministro de la Suprema Corte de Justicia.

Medina Mora recibió un nombramiento a pesar de posición de 50 mil mexicanos en las redes sociales. Lo recibió a pesar de que fue evidente que su designación fue por instrucciones del presidente Peña Nieto.

Su nombramiento fue desde los Pinos, hacia la Suprema Corte, autorizado por el Senado de la República.

A pesar de la indignación nacional; ¿Funcionó la separación de poderes? Claro y absolutamente que no funcionó, sencillamente porque esta no existe.

Esa designación a modo, provocó un repudio social, como nunca antes se había dado en México. La mano presidencial como nunca antes se vio dura e insensible, pero aun así no retrocedió. Como nunca antes también se vio el repudio social a una designación que conocemos como “dedazo”.

Imaginemos por un momento que esa indignación pase del terreno virtual al local. Es decir a la calle y se desate el repudio a tanto presidente municipal “palomeado”, a tanto funcionario que se eterniza en su puesto, a tanto servidor público que accede a un puesto solamente porque pertenece a un grupo político.

Francamente México probablemente arderá y despertará de su letargo social.

Mal comienza el nuevo ministro, porque su caso es un precedente documentado, mala decisión del presidente Peña Nieto, porque sus decisiones políticas se están volviendo costosas para el pueblo mexicano y mala actuación del senado de la república porque –como otras veces- agachó la cabeza y por eso no hay un contrapeso opositor en México.

Claro que nunca lo ha habido, pero ahora con la crisis de confianza, esa sumisión de la Cámara se nota más.

Crisis social, crisis económica y crisis política en México se han entrelazado. El denominador común es la falta de confianza en nuestros políticos y en nuestro sistema. Cada vez son más los mexicanos que no creemos ya en quienes nos gobiernan y la forma en la que lo hacen.

El sistema está atrapado y sin salida porque ya no ofrece opciones. Cada decisión es ya muy costosa para la población.

Pero lo más probable es que ningún cambio venga de arriba. Solo veremos paliativos para que la clase política conserve privilegios. Por eso no hay salida con el sistema político actual.

¿Cómo salir de este dilema si la estructura política es controlada por los políticos del sistema?

¿Cómo provocar cambios políticos y sociales en México sin que se tenga que recurrir a la violencia?

Evidentemente que ningún proceso social se da de forma espontánea. Pero el camino parece irreversible: La salida a nuestras encrucijadas es desde abajo. El régimen se descompone y el mexicano -o muchos mexicanos- le han perdido el miedo y muchos hoy desde distintas trincheras construyen ciudadanía, ese es el nuevo camino para reconstruir México.

Porque como dijo Salvador Allende:

“Tengan fe. La Historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen… sigan ustedes, sabiendo, que más temprano que tarde, de nuevo, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

Un comentario en “La crisis del sistema político mexicano: Atrapados y sin Salida”

  1. Tite D.
    10 marzo, 2017 at 9:21 #

    Realmente admiro este trabajo y al autor de este, tanta verdad sobre tanta mentira política. Más personas como esta necesita el país para poder lograr el cambio.

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