El camino nupcial del Conde Verde y su princesa caramelo

cuarto reich

1. El Marqués de Piloncillo, al enterarse que habría boda real, se dió a la tarea de limpiar el castillo, lo limpió todo, del piso al techo, con su lengua.

Siempre me pregunté la clase de persona que sería ese Marqués, sorprendido por su capacidad de auto-degradación para limpiar todo un castillo con su propia lengua. Da igual que las torres fueran de membrillo o sus patios de almendrita, la humillación aunque sepa a turrón, es humillación.

2. En “Heliogábalo o el anarquista coronado”, el poeta y dramaturgo Antonin Artaud hace una investigación acerca de quien fuera el más joven de los emperadores romanos (18 años), de quien se dice mandó asesinar a su consejero y tutor por conminarlo a vivir “mesurada y prudentemente”. También logró que su madre y su abuela fueran nombradas senadoras, y se decía que eran las mujeres más poderosas del mundo. Artaud se detiene con mucha precisión a dar cuenta de sus excesos, en particular con el despilfarro que acompañaba cada una de sus celebraciones públicas (tuvo siete matrimonios en su corta vida, cinco con mujeres, dos con hombres, Hierocles y Zotico, a quienes nombró en cargos públicos importantes).

“No se conoce la fecha exacta de su coronación, pero se conoce el precio que sus generosidades le costaron aquel día al tesoro imperial. Y fueron capaces de comprometer su propia seguridad material, y de endeudar sus finanzas por todo el resto del tiempo que reinó.” dice en su libro Antonin Artaud.

3. «Josef von Stemberg fue uno de los más importantes directores de cine del expresionismo alemán. Dirigió la película “Capricho Imperial” en 1934, en donde su musa Marlene Dietrich hace el papel de la princesa Sofía Federica de Prusia, a quien la emperatriz rusa Elizabeth manda llamar a sus lejanas tierras para casarla con su hijo el duque Pedro, quien llegaría a ser Zar, a pesar de su evidente retraso mental.

Hay una escena, durante la boda de Pedro y Sofía (que sería llamada Catalina, la grande), en que un monje pide limosna en la mesa del emperador, el cual abofetea al monje de forma altanera y déspota. El monje, sin inmutarse, le responde: “esto es para mi, pero ¿qué tenéis para darle a los pobres?”.

4. Cuentan que en la época de la Colonia Española, en la Nueva España, los ricos encomenderos que explotaban a los pueblos originarios de América, al estar aislados y lejos de las grandes metrópolis, gastaban su dinero de las formas más diversas, combinando fastuosidad con excentricidad, llegando siempre al ridículo. En un pequeño pueblo de Guerrero, por ejemplo, cuando había ceremonias religiosas, las familias pudientes mandaban tapizar la calle, desde su casa hasta la iglesia, con láminas de plata, para no tener que pisar el polvo y el lodo, que aún el día de hoy, cubren buena parte de las calles de ese pueblo.

Si esas familias se hubieran dedicado a la extracción de material pétreo del subsuelo, seguramente habrían cubierto las calles de laja, incluidos sus camellones y los muros que estuvieran en su paso hacia la iglesia.

5. Construir un camino para que pasen por ahí los invitados a una boda suena de tiempos antiguos, de esos tiempos de señores feudales, de encomenderos despilfarrando riqueza mal habida. Reconstruir las casas y edificios por donde pasará la comitiva nupcial mientras en la siguiente cuadra las casas se caen a pedazos y las calles son intransitables, suena a una especie de broma digna de aparecer en las tiras cómicas de “El cuarto reich”, del dibujante chileno José Palomo.

Si un gobierno cualquiera le destinara más dinero a las jardineras de laja del paseo nupcial que a la atención de una epidemia causada por un mosquito en la zona costera, seguramente sus gobernados se indignarían y exigirían cuentas, al grito de “no nos merecemos esto”.

6. En los tiempos del imperio romano la plebe y la nobleza aplaudían el despilfarro. Igual pasaba en la Nueva España. También sucedía en la feudal Rusia zarista. Incluso en el reino de la princesa Caramelo. Hoy en día, en el México republicano, la vigilancia y control de la sociedad al gobierno impedirían que se usarán fondos públicos para adornar y decorar un evento privado.

O quien sabe. Probablemente preferimos limpiar la ruta nupcial con nuestra lengua, que en este caso se queda inmóvil, en silencio.

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