Definición de pito

Il Pito Kettle. Imagen: designstore.theglasshouse.org

Il Pito Kettle. Imagen: designstore.theglasshouse.org

Recuerdo el salón de clases de primaria. Ya la chicharra suena anunciando el fin de las labores escolares. Todos cargan sus mochilas, de cuero. El grupo de niños más grandes canta: “Dame tu fla… flautín, para mi pi… pizarrín”. Y luego, todos salen marcando el paso, como si fueran en un desfile, y gritan: “¡pito, pito, pito, pito!”; y a medida que repiten la palabra la dicen más fuerte y más unida, casi pegada: “pitopitopitopitopito”. Ríen. Los maestros se enojan, los reprenden, amenazan con mandar llamar a los papás, pero nunca lo hacen, tal vez porque presienten que no podrán hallar la falta. ¿Qué pecado está oculto en la gaveta que protege a la palabra pito?

En Comitán existe confusión respecto a la palabra pito. Se sabe que alude al órgano sexual, pero no se sabe bien a bien si se aplica a la mujer o al hombre. A veces se escucha a un hombre decir: “Te meteré el pito”, y la mujer, que camina por la banqueta, se vuelve furiosa y dice: “Joto”. A veces, una mujer, de esas que se reclinan en las sinfonolas, tienen vestidos a la mitad de los muslos y se pintan con rojo achiote sus labios, dice: “Me escuece el pito”, y uno sabe que se refiere a su órgano sexual. Pero, ¿por qué se llama pito al órgano sexual cuando, en su origen, la palabra pito no es más que “un instrumento”?

Oigo que los amigos bromean con Roselia, quien es mi amiga y es árbitro de fútbol, le dicen que es la mujer más feliz del mundo porque siempre tiene el pito en la boca. Ella sonríe, pero los ignora. Sabe que es inútil razonar con los hombres que a todo le encuentran connotaciones sexuales. En corto me dice que todos ellos tienen espíritu de carretilla de mercado. Entiendo, esas carretillas les llaman “diablitos”.

Mi madre, quien siempre ha sido muy pudorosa en el uso del lenguaje, me sugería, cuando era niño, que no empleara la palabra pito, que mejor usara la palabra silbato. Es lo mismo, me decía y suena mejor. Pero yo, niño enamorado de los sonidos, pensaba que no era cierto. La palabra silbato suena menos que la palabra pito. La palabra silbato silba, pero la palabra pito alude a la onomatopeya pi. Pi es el canto del pájaro (sin albur, por favor, sin albur); pi es el “pitido” del tren y del silbato que avienta el carro de los plátanos asados. Si camino por el bosque y me detengo, sobre una alfombra de hojas secas, escucho el pi de todas las aves, incluso el pi que hace la oruga al caminar sobre la rama, como si fuese un vagón de tren.

Me gusta el pito (sin albur, ya basta). Me gusta ese chunche porque, sin saber música, puedo hacerla con un simple soplido. Si me pongo un pito en la boca y soplo emito un pi agudo, un pi que es como el que hace el pájaro que espera a su madre en el nido. Pito es una palabra bella y suena más bello aun cuando, como si fuésemos costureros, la pasamos por una máquina de coser y le damos cuerda: pitopitopitopitopito.

Recuerdo el salón de primaria. Veo a los niños mayores colocar sus manos sobre los hombros de quienes van adelante, los veo formar una máquina y andar, como si fuesen sobre vías interminables, y los oigo decir el sonido que sale del silbato del tren. Los veo y los oigo, felices, infinitos.

Hay palabras llenas de luz que, por tanta luminosidad, hieren los oídos de las personas hipócritas. La palabra pito es una de ellas. Brilla con tal intensidad, suena con tal belleza, que, a veces, debe cantar adentro de un armario. ¡Qué pena!

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