Definición de paquete
Mariana Ríos, famosa actriz mexicana, dice que lo primero que le ve a un hombre es “el paquete”. En México se aplica la palabra paquete al conjunto que el hombre lleva en la entrepierna (léase pene y testículos). Los tiempos inocentes ya son esencias en peligro de extinción. Antes, un paquete era un simple promontorio de chunches. Los carteros entregaban paquetes en las casas de las personas decentes. Ahora, en cualquier aeropuerto del mundo, los guardias hallan paquetes que contienen sustancias no recomendables. Las agencias de viajes venden paquetes turísticos, donde todo está incluido. Ahora, en las dulcerías de los cinemas ofrecen “combos”, que son paquetes donde las palomitas incluyen galletas y refrescos.
Es una verdadera pena que la naturaleza no haya previsto ofrecer paquetes “todo incluido”. Hace años, los niños sabíamos que los ídems venían de París. Una cigüeña volaba desde Francia hasta el lugar donde la criaturita era esperada por sus papás y, con el mismo tino del mejor arquero del mundo, soltaba el paquete donde venía envuelta la criatura. Hoy ¡ya ni eso! Los niños nacen a la hora que el médico realiza una cirugía programada, está de más decir que la cesárea incluye todo un paquete de atención, pagadero en “cómodas” mensualidades.
Apena escribirlo, pero no sólo la Ríos anda viendo el frente de los hombres. Cuando algún periódico, de esos llamados sensacionalistas, hace una encuesta entre mujeres, el noventa y tantos por ciento de ellas responde que lo que más les atrae de un hombre son “las pompas”, así lo dicen: pompas. Ya son pocas las que dicen que son atraídas por la mirada. Lo cierto es que, ¡Dios mío!, las mujeres no dejan de ver el paquete del hombre. Algún día, alguien deberá iniciar un movimiento en contra de ese acoso. Es urgente porque, ya se dijo, la naturaleza no programó paquetes “todo incluido”, por ello, hay muchos hombres cuyo paquete deja mucho que desear; en lugar de que el paquete generoso venga con una envoltura metálica de esas bonitas que usan en Liverpool es como un “pequeñísimo” envoltorio forrado con papel estraza (penenísimo, dijera Verónica, que es una palabra que ella inventó para joder a sus amigos de pene pequeño, de esos que dan pena ajena).
Habrá que decir que la tal Mariana Ríos sí llegó a la vida con todo incluido. Su paquete traía un rostro agradable, como de colegiala perversa; un trasero como de potranca a mitad del bosque; una cintura de aro para hacer el ula ula en noche de luna; y un par de pechos que sirven para colgar los deseos de quienes suben al Everest. Parece que con tanta gracia incluida, a la naturaleza se le olvidó dotarla de neuronas para que su mente realice el correcto enlace; pero, esto no ha sido obstáculo para que ella brille en la pasarela. Se sabe que el mundo, actualmente, tiene una mente actual; es decir, una mente que privilegia lo accesorio.
Las mujeres se quejan de tratos machistas. ¿Qué decir ante el bulling que realizan con todos los que llegaron con “juguete” que usa baterías triple A y no de esas baterías grandes que antes se usaban en las lámparas de mano? Algunos hombres traen “lámpara de mano” del tamaño del dedo meñique.
¡Ah, qué tiempos tan complejos! La vida era más sencilla cuando el paquete no era más que un simple envoltorio de libros, de libros inocentes, sin el agregado de juguetes adquiridos en la sex shop.
Mi afecto Mariana, no la Ríos, recupera el sentido original de paquete y cuando estoy con ella envuelve nubes para nuestros cielos. Apenas entro a su casa me dice “¿Pa’qué te sirvo? ¿Pa’qué te gusto?”. Entonces jugamos, le digo que me sirve para armar los castillos de mi aire; le digo que me gusta para deshacer los entuertos de mi somnolencia y así nos pasamos la tarde, jugando “paquetes”. Ya cuando pasa su mamá por el pasillo y carraspea, yo entiendo que es hora de despedirme y así lo hago. En la puerta ella dice: “¿Pa’qué te vas?” y yo digo que me voy porque el viento es un abismo que no hace puente.
Me gusta la definición clásica de paquete, la que nombraba un envoltorio que podía contener un atado de cartas o de libros. Me desagrada la connotación actual, pero ésta define tiempos y actitudes. El mundo ha cambiado. Los carteros ya casi casi son inexistentes. Los “Ríos” ya no alimentan sueños limpios. Un gran “paquete” les queda a las futuras generaciones.
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