Ciudadanos de segunda clase
No es menosprecio, pero indudablemente los chiapanecos somos ciudadanos de segunda clase.
Este término podría ser peyorativo pero es bastante realista, porque describe a las masas –otro término despectivo– que están dispuestas a subastar su voto al político que mejor rentabilidad económica inmediata les proporcione. Así, no importa que la persona que opta por el cargo sea corrupta, sino que pague por votos (con despensa o dinero en efectivo) y que proporcione las facilidades de transporte para el día de las elecciones.
A diferencia de Estados Unidos, en que el ciudadano de segunda es discriminado para que no participe en el proceso electoral, en México el ciudadano de segunda solo alcanza su categoría y su valor verdadero el día de las elecciones porque permite inclinar la balanza a favor del mayor ofertante y comprador de votos.
Un ciudadano de segunda clase, que solo actúa el día de las elecciones, es un problema para la democracia, porque una vez que subastó su voto se pierde en las preocupaciones cotidianas y solo vuelve a participar hasta que una nueva oferta de despensas o pago lo convoque a manifestarse, generalmente para informes de diputados o asambleas de nuestros gobernantes.
Los ciudadanos de segunda forman una multitud silenciosa que vive con lo indispensable y que encuentra en el dispendio de los políticos una forma de obtener recursos alternos. Normalmente habita en colonias en donde faltan alguno de los servicios públicos como agua potable, drenaje o calles asfaltadas.
Una multitud silenciosa, con tantas necesidades, está dispuesta a lo que le indiquen, siempre y cuando, reciba retribuciones para su actuar: despensas, dinero en efectivo o promesas de empleo.
Los ciudadanos de segunda, en donde están incluidos hombres y mujeres, por supuesto, no poseen identidad partidaria, votan de acuerdo al voto subastado. Consumen casi exclusivamente programas de radio y de televisión. Los periódicos impresos o digitales le son ajenos. En Chiapas, los usuarios de internet alcanzan el diez por ciento y de ese número solo el tres por ciento consulta algún portal informativo.
Por eso, en lugar de mejorar y ampliar el servicio de internet, nos empezarán a entregar televisores para seguir entretenidos con los chismes de la farándula o del futbol a través de Televisión Azteca y de Televisa.
Además, los servicios públicos proporcionados son pésimos (agua potable, recolección de basura y drenaje), no se crean suficientes fuentes de empleo o están mal retribuidos, con lo que se garantiza el mayor número de pobres y, como consecuencia, de ciudadanos de segunda clase.
Nuestra situación (74.7 por ciento de pobres en Chiapas) nos obliga, desgraciadamente, a vender nuestro voto para sobrevivir.
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