Políticos cínicos, ¿ciudadanos condescendientes?
Muy su gusto de cada quien, pero a muchos, sobre todo a los políticos, su reputación no es algo que les interese mucho cuidar, ni tampoco les importa pasar del ejercicio del poder directamente al basurero de la historia con tal de tener más dinero del que se podrían gastar en toda su vida, claro está, a costa del presupuesto público.
Según estudios cualitativos de opinión que he tenido la oportunidad de realizar en colaboración con otros colegas, la gente «acepta» que «los políticos roben», es un valor entendido para ellos, pero lo que sí les harta y les indigna es que se lo roben todo sin hacer nada, que sean tan descarados y tan atascados «antes le pellizcaban al presupuesto, pero ahora no hacen las obras y se lo llevan todo», sin importar del partido que sean; pero además que lo presuman ellos, sus familias y sus amigos cínicamente en redes sociales y que eso se vuelva un símbolo de estatus. Como dicen en mi pueblo, «hay que ser cochi, pero no tan trompudo».
Seguramente por eso aquél candidato a alcalde de Nayarit, Hilario Ramírez Villanueva, quien dijo en campaña en junio pasado «si robé, pero poquito», fue votado nuevamente para ocupar la presidencia del municipio de San Blas y robando de a poquito, hasta le alcanzó para ser nombrado alcalde del año en 2014.
El problema es que, por otro lado, muchos de nosotros somos demasiado tolerantes y sólo reaccionamos cuando ya estamos hartos, cuando ya es tarde y cuando lo que sucede nos afecta en lo inmediato, por más que aquellos que con más conciencia ciudadana nos lo estén advirtiendo todos los días.
Parece que nos diera gusto que nos colmen la paciencia, que nos llenen de piedritas el hígado para protestar, indignarnos y mentar madres con justificadas razones, pero aún no hemos aprendido a ver más allá de lo inmediato para evitar en el día a día que lo que no nos gusta suceda ¿qué hicimos para que algo o alguien nos llegaran a hartar? Nada, esperar que llegara el momento en que no hubiera de otra.
De lo que no hemos tomado plena conciencia como sociedad es que esa falta de solidaridad y cohesión social es provocada, sembrada y alentada por los medios masivos (sobretodo la televisión) y tiene su origen precisamente en lo aspiracional que se ha vuelto para muchos la posibilidad de acceder a la vida fácil, a esa élite del poder rodeada del mundo del espectáculo que todo el tiempo coquetea con la falsa promesa, desde la torta y el refresco del mitin o la compra del voto, hasta el eventual acceso a la cadena de corrupción y a los propios puestos de elección popular por dedazo o “cultura del esfuerzo” como le llaman ahora.
Dice Ricardo Raphael en su más reciente libro Mirreynato, la otra desigualdad: “…los mismos que antes hubieran sido exhibidos en la portada de la revista política Proceso, hoy son merecedores de grandes desplegados en las revistas de sociales. En los hechos los personajes corruptos del país comenzaron a ser presentados como modelos a seguir por su despilfarro ostentoso, el lujo que rodea sus vidas, la pompa y el escándalo”.
Un poco de autocrítica social y toma de conciencia de nuestra realidad no nos hace daño, si queremos cambiar las cosas tenemos que empezar por nosotros mismos y en consecuencia, cambiarlos a ellos.
Vale la pena, en contraste, reconocer en la frase Bertolt Brecht, también inmortalizada en una canción de Silvio Rodríguez, a hombres y mujeres que legítimamente y por vocación son una luz en este mar de sombras: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”.
@amadoavendanov
amado.avendano@mathesis.mx
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